Elogio de la flor de ceibo en tiempos de Milei
Después del derrocamiento de Perón en 1955, fue moda, en los años 50 y 60 del siglo pasado, llamar "Flor de Ceibo" a todo lo que, siendo argentino, se suponía o pretendía que era de mala calidad.
Se decía, por ejemplo, que Fulano era un médico flordeceibo. O aquella era una maestra flordeceibo, y en general se despreciaban los productos de fabricación nacional considerándolos flordeceibos.
Así se generalizó, como expresión de mediocridad clasista y burguesamente condenatoria, decir que cualquier objeto de relativa baja calidad era un objeto flordeceibo.
Había ya una fuerte impronta antiperonista en la década de 1950 aunque la expresión se había originado y popularizado a propósito de la extraordinaria repercusión que tuvo un decreto firmado en diciembre de 1942 por Ramón Serapio Castillo, quien fue el último Presidente conservador de nuestro país, antes de la irrupción del peronismo.
Por decreto No.13.847 del 22 de diciembre de ese año se había dispuesto que la flor nacional fuese el ceibo en lugar de la magnolia, porque ésta última era una especie exótica, no autóctona de la Argentina, mientras que el ceibo sí era criollo y bien local, se encontraba en muchísimos parques y jardines y además era un típico árbol nativo cuyas flores eran muy apreciadas popularmente porque evocaban tanto al color rojo punzó federal de los tiempos de Juan Manuel de Rosas como al gorro frigio del Escudo Nacional.
Como fuere, la decisión del Presidente Castillo sobrevivió a todos los sucesivos golpes militares de la década de los años 1940 e incluso se popularizó muchísimo después de las elecciones de 1946 que llevaron al poder al entonces Coronel Juan Domingo Perón.
La belleza de la flor de este árbol nativo había sido decisiva, años antes, para una comisión que en la ciudad de La Plata había reunido el ingeniero Alberto Oitavén, a la sazón Director de Paseos y Jardines de esa ciudad y de la comisión ad-hoc que apoyó la iniciativa entendiendo que además era conveniente resaltar la heroica resistencia femenina a los invasores de la Patria, aunque sin precisar exactamente a quiénes se referían.
Como fuere, el relato que se oficializó sostuvo la romántica y bella fantasía de una hermosa muchacha de la etnia guaraní, de nombre Anahí y de muy dulce voz, que supuestamente deleitaba a sus congéneres cantando en su lengua originaria temas de amor a la tierra de la que eran dueños hasta que llegaron los invasores europeos, y arrasaron con la cultura y la libertad de los pueblos guaraníes, sometidos desde entonces a feroces masacres y persecusiones.
La leyenda pretendía que la joven Anahí, tras ser capturada junto con muchos de sus hermanos, pasó días y noches llorando hasta que una mañana, en un descuido de sus captores, logró escapar. Pero con tanta mala suerte que fue alcanzada por uno de sus guardianes, a quien en lucha cuerpo a cuerpo le clavó una gruesa espina en el pecho para enseguida huir selva adentro.
La leyenda, que lo es, pretende que el guardia herido despertó al resto de los conquistadores españoles, quienes iniciaron una cacería humana hasta dar con la muchacha, a la que finalmente alcanzaron y condenaron a morir en una hoguera, atada a un tronco al que prendieron fuego.
Y quiere también la leyenda que esa muchacha, Anahí, originaria de esos montes, no lloró ni gritó, y al contrario, se mantuvo dignamente en silencio mientras las llamas la cocinaban abrazada a un árbol de fuego. El que al amanecer del día siguiente se había convertido en un hermoso árbol de hojas intensamente verdes y flores muy rojas. Lo llamaron ceibo quién sabe por qué, pero la flor se convirtió en símbolo de fortaleza ante invasores y sufrimientos.
Hoy, décadas después, casi nadie evoca ese relato de la tradición guaraní y de la botánica sudamericana. Todavía en el interior de la Argentina y en muchos parques y jardines hay árboles de la especie botánica Erythrina crista-galli, nombre que deriva del vocablo grieso erythros, que significa rojo, como crista-galli en latín evoca a la cresta de los gallos.
El Ceibo es un árbol que hoy luce su belleza en muchísimos parques, jardines, plazas y avenidas de todo el país. E incluso en días de gravedad institucional como los que la Argentina vive en la actualidad, de paz social en peligro y estúpidos odios desatados por energúmenos de la política y la economía, no viene mal evocar esta historia preciosa. Contrapartida de mandatos de resentidos enfermos de libertarianismo que desde hace ya muchos meses odian –al santo cuete– no tanto a los hermosos ceibos como sí a la ciudadanía, la política y la vida misma.
Como sea, aquella idea que empataba a las flores de ceibo con mala calidad, fue siendo desmentida en la medida en que la Universidad pública argentina ganó prestigio, como también la industria nacional.
Y si a este columnista se le permite un comentario final tantito urticante, recordemos que es verdad que la flor de ceibo está ligada a los inicios del peronismo y la industrialización. Y que al igual que a todo lo que acontece en esta patria nuestra, en diversas ocasiones hay censuras sutiles en momentos de grandes acontecimientos. Este redactor lo sufrió este sábado de tarde y de noche, al menos en la provincia del Chaco, donde los cinco canales de estas provincias nordestinas practicaron cerradas censuras hasta la madrugada. Quizás porque, como bien reconoció hace un par de años el editor jefe del conservador y neoliberal diario de Londres, Financial Times, "el desastre de la Argentina no se debe a 70 años de peronismo, sino a 120 años de oligarquía".
Finalmente, y como los lector@s apreciarán, este texto ha sido cuidadosamente autocensurado para no sincerar los horribles pensamientos de este columnista respecto del gobierno nacional.
Por Mempo Giardinelli /.P12