El turbulento 2024 y los desafíos del 2025 para un JxC que no termina de morir
El 2024 fue un año turbulento para un Juntos por el Cambio agonizante, sólo existente en las alianzas que gobiernan las diez provincias que la coalición supo conquistar. Pero así como el armado electoral que nació a las apuradas en 2015 pareció llegar a su fin, el 2025 podría abrirle la puerta a un resurgimiento por supervivencia.
Este año, en Diputados, el PRO pondrá en juego 23 bancas sobre 37; la UCR arriesgará 24 de 32; Encuentro Federal apostará 8 de 16 y la Coalición Cívica lo hará con 4 de 6. En el Senado, el macrismo jugará dos de siete y el radicalismo 4 de 13. El 2025 será clave para intentar mantener el número.
El PRO
El partido fundado por Mauricio Macri está dispuesto a ceder en las negociaciones con La Libertad Avanza, siempre y cuando transiten sobre carriles lógicos pero, por el momento, no se dio el ámbito. Sea como sea, se prepara para competir en soledad con la certeza de que se reducirá –en mucho– su número en el Congreso, puntualmente en la Cámara Baja.
Desde el PRO liderado por Macri, no se cansan de recordar que todavía no mostraron los dientes pero que, llegado el momento, lo harán y pueden ser muy peligrosos. Por lo pronto, ante la posibilidad de volver a aliarse con aquellos sectores con los que decidieron romper a fines del 2023, todavía está latente la chance de un pacto con La Libertad Avanza.
En ese camino, el macrismo enfrenta algunos problemas internos. No se descarta como insólita la viabilidad de fugas, puntualmente de intendentes, una vez que se acerquen las fechas de las elecciones. Pero tampoco se descarta que Diego Santilli, un medido por ellos y por los libertarios, logre transformarse en el candidato de unidad en tierras bonaerenses.
En la provincia de Buenos Aires empezó a escucharse el reclamo para priorizar el territorio y ganarle al peronismo. En los últimos días, el bullrichismo arengó la unidad frente a Unión por la Patria y en sectores referenciados con el PRO piden cerrar un acuerdo en el distrito más poblado del país sin subordinarlo a los resultados de la negociación en la CABA.
La Capital Federal, distrito gobernado por el macrismo, debería ser un trámite para los amarillos siempre y cuando la gestión levante. Pero Buenos Aires no puede lograr una victoria de la derecha sin un acuerdo electoral.
La UCR
El radicalismo no está menos complicado. En menos de un año, la UCR logró unificar el bloque en Diputados para, luego, volver a romperlo. Esa escisión derivó en varias lecturas: el nombre oficial del partido quedó en manos de los que están a favor de pactar con Javier Milei; el sector combativo, referenciado en Facundo Manes y Martín Lousteau, perdió dirigentes que supieron acompañar al senador en 2021 bajo el nombre de Evolución (como Rodrigo de Loredo, Martín Tetaz y Alejandro Cacace).
La UCR mostrará, en 2025, diferencias según el territorio. En algunas provincias pactarán con Milei y en otras no, como en la CABA. Similar a la situación del PRO, cuya disputa con la Casa Rosada parece acotarse a la Ciudad y provincia de Buenos Aires. Esa es otra de las conclusiones del año que llegó a su fin: la autonomía de los distritos.
Mauricio Macri supo ordenar algunas votaciones y demandas de los gobernadores, incluso de los más volátiles, como Rogelio Frigerio. “Si sigue en el PRO, quiere decir que el PRO algo vale”, analizó un dirigente sobre la posición del mandatario de Entre Ríos. Martín Lousteau, en tanto, se movió más en soledad pero, después de casi 20 años, el partido centenario expulsó dirigentes de sus filas. El último había sido Julio Cobos, que estuvo estos días en la Casa Rosada reunido con el presidente.
La CC
La Coalición Cívica está igual de comprometida. Con la mirada puesta en no perder casilleros en la Ciudad, los lilitos necesitan salir lo mejor parados posible en el Congreso. Así como no descartan ir en soledad y competir con quien haya que competir, también apuestan por una alianza amplia que permita retener y evitarle una alegría a los libertarios que, después de pasar de la nada al todo, están confiados.
Un interesante estudio de Casa Tres muestra cómo las fuerzas políticas no deberían mostrarse triunfalistas antes de tiempo. El estudio sigue una serie desde el 2009 a la fecha y mostró cómo, mayoritariamente, la coalición ganadora de las elecciones de medio término aparece derrotada en las ejecutivas, dos años más tarde.
En 2009, recordó Casa Tres, la oposición se alzó con un triunfo en las legislativas, para ser derrotada, en 2011, por un oficialismo que ganó las Ejecutivas, dos años más tarde, pero perdió el balotaje en 2015. En 2017 se impuso el nuevo oficialismo, que sufrió un duro golpe en 2019. Aquí es donde ocurre la particularidad, porque la oposición se quedó con el primer lugar en los comicios de medio término de 2021, apareció perdedora en las generales de 2023 pero revirtió el resultado en la segunda vuelta.
Una advertencia interesante que le recuerda, a más de uno, que una victoria en los primeros dos años de gestión no necesariamente implican una revalidación del mandato. Una señal de alarma para un gobierno que se considera vencedor bajo cualquier escenario.
Carla Pelliza / El Destape