Los desafíos del año electoral que inicia para un peronismo en crisis
En el arranque de un decisivo año electoral, el peronismo aún no consiguió reconfigurarse luego del shock que representó la abultada derrota en balotaje ante Javier Milei, un candidato debutante y sin partido. La llegada de Cristina Kirchner a la presidencia del PJ Nacional, en principio, no resultó el factor ordenador que se anunciaba. Incluso generó algún tipo de resistencia en el peronismo del interior del país que podría derivar en nuevas fugas en los bloques parlamentarios. Será uno de los desafíos a superar en 2025 en el que, una vez más, la atención estará puesta en lo que suceda en la provincia de Buenos Aires. Convertida en geografía excluyente del peronismo kirchnerista, todo lo que suceda en territorio bonaerense tendrá especial repercusión hacia dentro de la fuerza. De movida, la atención está puesta en lo que decida el gobernador Axel Kicillof respecto a la metodología y fecha de las elecciones provinciales.
Cristina Kirchner asumió al frente del PJ el 11 de diciembre pasado en la UMET. Prometió que en marzo presentaría una propuesta de trabajo y que su idea es que el justicialismo funcione como centro de formación de cuadros políticos y técnicos. “Formar, informar, planificar, divulgar y organizar. Esas son las cinco tareas fundamentales que tenemos que hacer como partido", definió. La acompañaron sus cuatro vices y una platea con decenas de consejeros integrantes de su lista. Había pocos, casi nadie, ajeno a su esquema, saldo del traumático proceso que terminó resolviendo la justicia electoral cuando no convalidó los avales presentados por el gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, que buscó representar un armado federal. Hasta el día de hoy ningún gobernador del peronismo expresó su respaldo a la nueva conducción de Cristina. "Es un tema que en la agenda diaria no está", justificó el pampeano Sergio Ziliotto esta prescindencia de los gobernadores.
Los desafíos para 2025
Un desafío para la conducción de Cristina será volver a integrar a los gobernadores y al peronismo del interior que hoy se sienten ajenos a una agenda que califican como "ambacéntrica". Se rumoreaba que CFK podría emprender recorridas por el país para convocarlos, pero no había confirmación. "En principio, va a ir a Corrientes porque la invitaron y porque el año que viene se elige gobernador", respondían en el Instituto Patria. Para esa elección, el peronismo negocia una coalición con el sector radical que encabeza el ex gobernador Ricardo Colombi. "Tenemos chances de ganar", aseguraban. Será una jugada de importancia para la nueva conducción. Hasta ahora, CFK sólo viajó a Santiago del Estero para encabezar un acto por el Día del Militante junto al gobernador de origen radical Gerardo Zamora, a quien puso como ejemplo pese a su relación oscilante con la Casa Rosada.
Cristina Kirchner asumió en el PJ Nacional, su hijo Máximo no resignó el PJ Bonaerense y su amigo Mariano Recalde se mantuvo en el PJ Capital. Sin embargo, deben repetir en cada oportunidad aquello de que "la conducción es de Cristina" para intentar convencer de algo que claramente no tiene la vigencia de los últimos 20 años. Kicillof planteó en la campaña del año pasado aquello de "componer nuevas canciones, no una que sepamos todos", una propuesta de renovación que fue interpretada como una herejía para La Cámpora que en sus actos tiene un cantito de respuesta. "Si querés otra canción, vení te presto la mía", entonan.
Luego de varias reconvenciones públicas y semi públicas que le lanzaron -incluyendo los furiosos "Poncio Pilatos" y "Judas" que descerrajó CFK contra aquellos que no la apoyaron en la interna frustrada- Axel definió esta lógica como de "sumisión o traición". En su vuelta al contacto directo con la gente, la semana pasada en su primera mateada en La Plata, Kicillof dijo sentirse obligado a ponerse al hombro la construcción de un "inmenso frente" para derrotar a Milei. Es decir, sumisión no.
En ese afán, Kicillof tendrá múltiples desafíos. Ya de por sí, gestionar la provincia de Buenos Aires lo representa, especialmente ante un Ejecutivo nacional hostil que -declaradamente- prometió hacer lo que esté a su alcance para que le vaya mal. No sólo le recortó fondos a diestra y siniestra, sino que torpedeó un acuerdo para que se aprobara el Presupuesto en la Legislatura provincial y, más importante aún, el endeudamiento que necesita para renovar los vencimientos heredados de la gestión de María Eugenia Vidal.
En medio de las negociaciones también metió la cola la interna, con reclamos de parte de intendentes camporistas. El bloque de diputados que encabeza Facundo Tignanelli -amigo de Máximo- practica un oficialismo de baja intensidad, no muy comprometido con la gestión bonaerense. "Kicillof tiene una obligación primaria que es gobernar la provincia de Buenos Aires", respondió este fin de semana respecto a la idea del gobernador de ponerse al hombro el armado de un frente.
Una prueba de fuego para esta relación será lo que suceda con las elecciones bonaerenses. Kicillof está a la espera de lo que suceda con las PASO nacionales para resolver las PASO provinciales, que por ley deben realizarse el mismo día. Con el calendario despejado, el gobernador iría -como Jorge Macri y como seguro harán todos los jefes provinciales- por el desdoblamiento. Es un reclamo que le hacen quienes vienen trabajando en el armado territorial de Axel -los intendentes Jorge Ferrarresi y Mario Secco y el ministro Andrés Larroque, los más conocidos-, que apuntan a listas propias. El gobernador, reelecto por amplio margen, no cuenta ni con legisladores nacionales, ni provinciales que pueda denominar tropa propia. Además, tiene detrás a una dirigencia a la expectativa de gestos de independencia política. El inicio de un "liderazgo" o de una "conducción", gestos muy simbólicos para el peronismo.
Es justamente lo que buscan evitar Cristina y La Cámpora, quienes mantienen su alianza con Sergio Massa. Con el argumento de que a Unión por la Patria le conviene más una campaña nacional contra el modelo de ajuste brutal de Milei que meterse en en los vericuetos de la complicada realizada bonaerense, exigen la unificación de las elecciones el 26 de octubre. Obvio, hay un trasfondo. Cristina juega con la idea de ser candidata a diputada, lo que le permitiría convertirse en protagonista excluyente de la campaña y manejar la lapicera para el armado de las boletas. Además, se aseguraría que la enorme estructura del peronismo bonarense -la que sostienen intendentes, concejales y dirigentes zonales- se movilice para garantizar el mejor resultado. El rol de Axel y el armado de una fuerza propia bonaerense quedarían en segundo término.
Las mayores posibilidades son para el desdoblamiento. Probablemente, sea visto como la señal de ruptura definitiva para Cristina y los suyos, cuyas consecuencias son difíciles de precisar. Por lógica, el peronismo debería mantener una estrategia de unidad entre sus distintas tribus para no seguir perdiendo distritos y mantener las chances de derrotar a Milei. Massa cree que tiene un rol para jugar en la búsqueda de este frágil equilibrio. Mientras sostiene el compromiso con Cristina y Máximo, no corta su diálogo con Kicillof. Se notó el viernes, con la renuncia de Jorge D'Onofrio al ministerio de Transporte, envuelto en denuncias de irregularidades. El gobernador permitió que la vacante sea ocupada por otro referente del Frente Renovador, Martín Marinucci, señal de que los acuerdos políticos siguen vigentes. En Unión por la Patria coinciden que así como se mantiene alejado de la escena pública, Massa está muy activo en el segundo plano, hablando con todo el mundo. Una posibilidad es que evalúe los comicios de octubre como una oportunidad de revancha.
Otro de los peligros de este 2025 pasará por la integridad de los bloques legislativos de Unión por la Patria. José Mayans y Germán Martínez pueden jactarse de haber mantenido unidas sus bancadas en la oposición al gobierno de Milei, más allá de las salidas de los legisladores que responden a gobernadores como Osvaldo Jaldo y Raúl Jalil, que eligieron acercarse al Gobierno. Pero la solidez de los bloques se vio resquebrajada esta semana con la salida del diputado santafesino Roberto Mirabella, cercano al ex gobernador Omar Perotti. Si bien pareció una salida motivada principalmente por motivos de posicionamiento local, fue el primer síntoma público de un malestar que conecta a una veintena de diputados y una decena de senadores del interior que no quieren seguir la agenda del cristinismo. Si nada cambia, a la vuelta de las sesiones podrían armar un bloque o sub-bloque que les permita mayor visibilidad.
Varios columnistas en estos días buscaron comparaciones de la actual coyuntura con otros momentos históricos del peronismo. En rigor, se trata del recambio dirigencial de una conducción que se percibe desgastada por los años y por la persecución judicial que ya le valió a Cristina Kirchner una condena de prisión e inhabilitación, junto a otras elevaciones a juicio para los próximos meses. Un veterano dirigente lo comparaba a aquella renovación peronista que encabezó Antonio Cafiero luego de la derrota del peronismo contra Raúl Alfonsín en el '83. Pero los tiempos no son iguales, los dirigentes que los protagonizan tampoco. Es una historia que está por escribirse.
Por Fernando Cibeira / El Destape