Evita, una mujer
Son tiempos aciagos para la sociedad argentina pospandémica, desestabilizada por el neoliberalismo tecnológico y desorganizada por el actual gobierno de ultraderecha que trajo tristeza, muerte, crueldad, individualismo ilimitado, odio y un gran escepticismo en la política. En este contexto, luego de varios fracasos, habiendo perdido elecciones y esperanzas, la desorientada militancia peronista afirma: “hay que volver a Perón”.
Giuliano da Empoli, en su libro Los ingenieros del caos, explora el auge de los movimientos de la derecha en Europa y otras regiones del mundo, concentrándose en el papel de la tecnología para la manipulación de datos y la comunicación, así como la función determinante del manejo de los afectos y las emociones en el crecimiento a las derechas emergentes.
Una de las claves de los partidos de ultraderecha, en contraste con la metodología utilizada por la política tradicional centrada en la racionalidad y la argumentación, es la utilización de las redes sociales, la comunicación y los afectos. La lógica cibernética permite una comunicación directa entre los líderes y sus seguidores, además de reproducir con gran rapidez mensajes que se caracterizan por ser profundamente emocionales y personalizados.
Detrás del aparente disparate cotidiano que exhibe la gestión de ultraderecha que gobierna la Argentina, se oculta el meticuloso trabajo de docenas de propagandistas, ideólogos, científicos y expertos en Big Data que reinventan y desbordan las reglas del juego político. Los think tank de la derecha se valen de las nuevas tecnologías --redes, whatsapp, tik tok, etc.-- para aplicar el plan de la motosierra a través de una comunicación directa con las masas y una fuerte influencia emocional.
Los ingenieros del caos han perfeccionado el arte de movilizar a los votantes a través de la comunicación simple y el uso de afectos como el odio, la indignación, miedos, resentimientos, desconfianza hacia la política, las instituciones y la democracia. Esos afectos se instalan en el lugar de los antagonismos políticos, mutación que se conjuga con una lógica fascista que toma al otro como enemigo y destruye cualquier posibilidad de acuerdo entre diferentes sectores de la sociedad, ejerciendo una verdadera amenaza para la democracia.
Ante este panorama, surge la pregunta leninista: “¿qué hacer?” Amplios sectores de las bases peronistas piden “volver a Perón”, sin desmedro de lo cual creemos que hoy resulta imprescindible volver a Evita, porque encontramos en la “abanderada de los humildes” una clave, un faro para orientarnos en la actual oscuridad política.
Dos factores determinantes, la emocionalidad y la comunicación directa con las masas, tal como hoy proponen las agencias ideológicas de la derecha, fueron el secreto de la ascendencia de Evita sobre el movimiento peronista en una época donde la política era sólo asunto de hombres. La dimensión estética, lo sensible, los afectos son fundamentales en la construcción del pueblo y del “nosotrxs”.
La razón de mi vida es un libro escrito por Manuel Penella de Silva para Eva Perón, por entonces primera dama, además de presidenta del Partido Peronista Femenino y de la Fundación Eva Perón. Publicado el 15 de septiembre de 1951, es un compendio imprescindible para entender cómo inciden los afectos en la política, en particular el amor.
Evita afirma en ese libro que fueron las injusticias que vivió desde sus orígenes las que la llevaron al sentimiento de indignación, afecto que operó como una fuerza motriz frente a la injusticia. Al igual que la mayoría social en la actualidad, Evita estaba atravesada por la indignación, pero en lugar de combatirla con odio y motosierra, ofreció amor y dignidad como su espada.
Desde una profunda intuición como ella misma describe, comprendió la vulnerabilidad radical del sujeto, su necesidad de cuidado y la demanda de protección que precisa una subjetividad desamparada. Escuchó, sintió, se identificó, alojó.
Evita --como deseó que la llamaran-- se dio cuenta muy tempranamente de la importancia y eficacia que tenía la comunicación directa con la gente. El contacto con el pueblo era permanente, ella misma leía las cartas que le enviaban, atendía cada pedido poniendo el cuerpo y ofreciendo escucha; de ese modo se ganó el corazón del pueblo.
Entendía que la relación entre el pueblo y el conductor consistía fundamentalmente en un problema de sensibilidad donde se trataba de escuchar y ella hizo de puente, llevando las esperanzas y la voz del pueblo para que Perón las convirtiera en realidades. Pero esa dialéctica no era misericordia ni beneficencia, sino justicia y dignidad.
Evita incluyó las pasiones en la política y, lo haya sabido o no, propuso una teoría del amor de una mujer. Su amor político consistía en una entrega entendida no como sacrificio sino como un don y un derecho recíproco. “Sirvo porque amo y servir a Perón es servir al pueblo. No se puede saber si el amor por la causa es mayor o menor que el amor al hombre de esa causa, los dos son uno, es un solo amor”.
Evita propuso un nuevo amor en la política que implicó una emergencia no hegemónica a favor de la otredad. No se trataba solamente de respetar o tolerar la otredad sino de hacer existir lo que resultaba hasta ese momento radicalmente hétero: los descamisados, los cabecitas, el pueblo trabajador, los que resultarían ser los objetos de su amor incondicional. Esto exigió de la sociedad una práctica democrática que consistía en salirse del narcicismo, atravesar fantasías racistas, reconocer al otro y construir lo común con los que no había nada en común, realizándolo de manera igualitaria y a favor de la vida. El peronismo inventó un nuevo amor en la política y en la sociedad --concomitantemente, también un nuevo odio-- y eso es un signo de cambio de discurso, tal como enseña Lacan en su Seminario 20, Aún.
Evita amó, se identificó y entregó a la causa de Perón, la causa de un pueblo, y, por ese camino, dicho por ella misma, se glorificó: Evita, la voz del pueblo.
El Estado que proponía Evita no consistía solo en buena administración o gestión, tenía que tener mística, alma, y la ayuda social no se podía realizar sin amor e igualdad. Esto implicaba que los hogares de niños no debían ser asilos, los hospitales no funcionarían como antesala de la muerte sino de la vida, las casas no serían miserables sino lujosas como las de los ricos. “Lucho contra todo privilegio de poder o de dinero”.
En un mundo cada vez más desigual, concentrado y elitista resulta imprescindible una política de mujer. Volver a Evita significa recuperar una política del amor atravesada por una igualdad no homogeneizante sino que respete lo diferente, lo singular, que luche contra toda forma de privilegio, de etnia, clase o género. Una política que incluya los afectos y sea capaz de transformar la indignación y el descontento individual en potencia colectiva: “Muchos hombres reunidos, en vez de ser millares de almas separadas, son una sola alma”. Evita.
Por Nora Merlin * psicoanalista / P12