Elon Musk no llora, Elon Musk factura. Los ingentes beneficios del magnate tras la victoria de Trump
Durante la campaña electoral de Estados Unidos, Elon Musk gastó alrededor de 200 millones de dólares en apoyar a Donald Trump. La rentabilidad de esta inversión puede ser descomunal. Para empezar, solo con la revalorización de las acciones de Tesla, en una semana Musk aumentó su fortuna en unos 70.000 millones de dólares. Pero esto es solo un aperitivo.
El magnate ha sido nombrado para dirigir un futuro Departamento de Eficiencia Gubernamental, recién anunciado por Trump. Se trata de una comisión que el nuevo presidente creará con el fin de adelgazar el gasto público, mediante el recorte de la burocracia y la reestructuración de las agencias gubernamentales. Pero tiene otro cometido: minimizar la regulación.
Bajo el argumento de que hay un exceso de regulación que lastra la innovación, el Departamento de Eficiencia Gubernamental se encargará de eliminar supuestas trabas regulatorias para las empresas y ajustar futuras normativas. Se da la circunstancia de que muchas de las empresas de Musk operan en entornos altamente regulados. Tesla busca poner en las calles coches autónomos, SpaceX se dedica a uno de los sectores civiles más restringidos, Neuralink quiere implantar chips cerebrales en personas y su startup de inteligencia artificial xAI trabaja con una tecnología en el punto de mira de los reguladores.
Esta alianza insólita, entre el hombre más rico del mundo y el presidente del país más poderoso del mundo, bien merece una reflexión. Aunque los derroteros parecen claros. En la última presentación de resultados de Tesla, Musk no dudó en afirmar que tratará de establecer un proceso de aprobación federal para los coches autónomos. Esto simplificaría la puesta en circulación de estos vehículos, que hasta el momento se rigen por normas aprobadas por cada estado.
Es solo una de las formas como Musk podría favorecer a sus empresas desde dentro del gobierno de Estados Unidos. Sus compañías afrontan trabas regulatorias y el magnate tendría ahora mano para usar recursos gubernamentales en su propio beneficio.
Tesla
Lo más inmediato para el fabricante de automoción son los incentivos gubernamentales vinculados a los coches eléctricos. Hasta la fecha los compradores de un vehículo eléctrico en Estados Unidos obtienen una desgravación fiscal de hasta 7.500 dólares. Donald Trump se ha mostrado en contra de esta medida que impulsa los automóviles con motor alternativo. Sin embargo, el apoyo de Musk parece haber torcido su voluntad: “Estoy a favor de los coches eléctricos. Tengo que estarlo porque Elon me ha respaldado muy firmemente”, dijo el aún candidato a la presidencia. “No tengo elección”, añadía.
Y efectivamente este esquema de incentivos es clave para Musk. Su compañía vende más gracias a ellos. Pero además ha recibido millones de dólares de dinero público por la instalación de estaciones de carga. Aunque lo más llamativo es el beneficio que obtiene del programa de créditos medioambientales destinados al sector de la automoción. Son similares a los créditos de carbono que se establecieron entre los países para tratar de limitar las emisiones. Y también se comercia con ellos.
Estados Unidos reguló hace años que cada fabricante de automoción vendiera un cupo de coches bajos en emisiones cada año o que comprara créditos medioambientales a otras compañías. Tesla, que solo vende eléctricos, tiene excedente de créditos, así que otras firmas rivales se los compran. Desde 2015 habría ganado alrededor de 10.000 millones de dólares de esta manera, según Geoff Orazem, CEO de FedScout, una plataforma que ayuda a las empresas a buscar contratos gubernamentales en Estados Unidos.
La cifra es asombrosa para una compañía cuya valoración en Bolsa supera el billón (12 ceros y no 9) de dólares. En el tercer trimestre de este año, la venta de créditos medioambientales supuso el 39% de su beneficio neto. Todos estos incentivos se dirigen desde el aparato regulatorio, cuya parte federal estará influenciada directamente por Musk.
Por cierto, Estados Unidos ya aplica unos aranceles del 100% a los coches eléctricos procedentes de China. Lo aprobó la Administración Biden el pasado mes de mayo. Pero Trump se ha mostrado favorable a incrementar este tipo de impuestos. Musk lo tiene fácil para presionar a favor de mayores trabas aún a los eléctricos chinos, que son rivales directos de Tesla.
Aunque los eléctricos son el presente. Pero el futuro está en los coches autónomos. Por ahora su regulación depende de cada estado del país, un factor que complica su salida a las carreteras. Existe una fragmentación de la normativa, que dificulta la llegada de la tecnología pero al mismo tiempo favorece un despliegue más escalonado, propicio para corregir deficiencias antes de la inevitable expansión.
Desde su posición en el Departamento de Eficiencia Gubernamental, Musk podría presionar por una normativa única. El magnate también podría trabajar desde dentro para reducir los requisitos necesarios para comercializar un coche autónomo, más allá de los pequeños despliegues que se han hecho hasta ahora. Y es que la agencia encargada de la regulación de los asuntos viales en Estados Unidos (NHTSA) se ha mostrado cautelosa con los sistemas de conducción autónoma, como el ‘Autopilot’ y el ‘Full Self-Driving’, ambos de Tesla.
Aligerar el proceso para comercializar coches autónomos beneficiaría a Tesla, que pretende lanzar pronto al mercado su robotaxi. Este vehículo permitirá a sus dueños alquilarlo para llevar a terceros, una actividad que se canalizaría a través de una plataforma de Tesla, al estilo Uber o Cabify.
SpaceX
Su sector es uno de los más regulados. Modificar algunos aspectos que limitan las operaciones de compañías privadas aeroespaciales permitiría a SpaceX optimizar su negocio. Hace poco el regulador estadounidense en aviación, la FAA, concluyó que la empresa de Musk había cometido infracciones en el lanzamiento de dos cohetes. Esto le acarrearía una multa de 633.000 dólares. El magnate se ha quejado desde hace años de ineficiencias en la regulación en este ámbito.
Además, el acceso de SpaceX al dinero gubernamental podría aumentar si cabe. La compañía ya recibe grandes cantidades en contratos públicos de varias agencias federales de Estados Unidos. El pasado año la cifra fue de 3.000 millones de dólares. Y en la última década, la empresa de Musk ha obtenido 15.400 millones de esta forma.
La iniciativa Starlink, impulsada por SpaceX y que pretende poner en órbita miles de satélites de comunicaciones, también ha recibido millones de dólares del gobierno. Sin embargo, el regulador de las telcos, la Federal Communications Commision, rechazó una subvención de 885,5 millones de dólares a Starlink en 2022. Señalaba que el proyecto no cumplía con los requisitos básicos para llevar una conexión de banda ancha a zonas rurales de Estados Unidos. Parece que a Musk le será más fácil ahora obtener este tipo de subsidios.
Neuralink
La startup de neurotecnología, fundada por Musk en 2016, ya ha implantado chips en el cerebro de pacientes humanos a modo de prueba. Sin embargo, el magnate siempre se ha quejado de que el proceso de aprobación para estos ensayos del regulador sanitario, la Food and Drug Administration, es demasiado lento. Ahora podría utilizar su influencia directa en el aparato regulatorio para moderar algunos requisitos de seguridad y acortar los tiempos de aprobación de ensayos en humanos.
xAI
Trump ya dijo que iba a suprimir la orden ejecutiva de Biden relativa a la IA, aprobada en octubre de 2023. En cualquier caso, este texto no actúa como un mandato sino como un compromiso voluntario que adquieren las empresas desarrolladoras de inteligencia artificial. Todo apunta a que Estados Unidos necesitará otra pieza legislativa que aborde la expansión de esta tecnología. Y Musk estará situado en el centro de la palestra. Su interés es claro en este ámbito: en marzo de 2023 fundó xAI, destinada a desarrollar productos de IA, como el chatbot Grok. Por cierto, prevé levantar 6.000 millones de dólares en una ronda que valorará a la startup en 50.000 millones.
X
Otra de las ocurrencias de Trump en la campaña electoral fue decir que prohibiría el uso de inteligencia artificial para censurar a los ciudadanos estadounidenses. Se refería a los algoritmos de moderación en las redes sociales, una de las herramientas básicas desde hace años para controlar discursos de odio o contenido violento. Esta visión se alinea con la de Musk, quien habría instrumentalizado su red social para difundir mensajes pro-Trump y de corte conservador, según un análisis de The Wall Street Journal.
Sobre X pesan varias investigaciones federales en marcha. Una de ellas instigada por la Federal Trade Commision (FTC), la defensora de los consumidores, que cuestiona las prácticas de privacidad de X. A finales de octubre, Musk ya dio su opinión sobre este tema al referirse a la responsable de la FTC: “Será despedida pronto”, sentenció. Por si fuera poco, las empresas de Musk tienen abiertos decenas de litigios e investigaciones regulatorias. Entre ellas destacan acusaciones sobre la falta de seguridad de los vehículos de Tesla, violaciones de derechos de los trabajadores, infracciones de seguridad en el entorno de trabajo, violación de leyes medioambientales o fraude al consumidor. Una colección de contenciosos más fáciles de abordar desde un asiento en una comisión gubernamental con aspiraciones regulatorias.
Nota:retinatendencias.com