Tenía 4 años cuando alguien la secuestró de su cama una madrugada: la caída del “hombre del sombrero mágico” cuatro décadas después
Rebecca Gutiérrez (6) está todavía adormilada cuando su madre Debra le pregunta por Jessica (4). La cama de la menor de sus hijas está vacía. ¿Dónde está Jessica? Rebecca revela lo que parece una pesadilla inventada: en medio de la noche entró un “hombre con un sombrero mágico” y se la llevó en brazos. Bajo la escasa luz de luna que entraba por la ventana Rebecca dice haber visto además que tenía barba, que era flaco y de piel oscura.
Son las 7:30 de la mañana del viernes 6 de junio de 1986 y ya nada volverá a ser como fue. La vida les acaba de cambiar para siempre.
La noche previa
El jueves 5 de junio Jessica se acostó a dormir como siempre en la cama de al lado de la de su hermana Rebecca, en su casa de South Lake Drive, en Red Bank, Carolina del Sur, Estados Unidos. Eran alrededor de las 23:30. Su madre Debra hizo lo mismo en el cuarto de al lado y, durante esa madrugada, nada perturbó su sueño. No hubo miedos, premoniciones, ruidos, nada. Ellas y sus hijas descansaban, a pocos metros de distancia, en el lugar más seguro en el que podían estar: su propia casa.
Pero cuando a la mañana siguiente, a las 7:30, Debra entró a despertar a sus hijas y encontró la cama de Jessica vacía, un terror inexplicable empezó a sacudirla por dentro. Despertó a Rebecca quien le habló del sujeto con sombrero mágico que se había llevado a su hermana dormida. Debra incrédula recorrió la casa llamándola por su nombre. Salió por el barrio. Hubo pronta denuncia, se sumaron vehículos todo terreno, voluntarios, helicópteros que la rastrearon desde el aire. Nadie pudo hallar nada, ni una prenda, ni un rastro. El secuestro de la menor tenía que haberse producido entre las 23:30 y antes de que amaneciera.
Que una chica de 4 años desaparezca de su propia cama conmueve a cualquiera. Las familias de la zona entraron en alerta y el caso ocupó los titulares de los medios locales. ¿Cómo podía ser que en medio del silencio de la noche alguien se introdujera por la ventana de la habitación de las chicas y se llevara a una de ellas? Era aterrador. La policía reconstruyó el recorrido del intruso y dedujo había salido por la puerta principal con Jessica dormida y en brazos. Levantaron huellas en la casa y en la ventana que había quedado abierta del cuarto de las menores.
Pocas pistas
Del lado exterior, hallaron una huella digital no del todo completa. También encontraron una madera que se habría usado para mantener abierta la ventana mientras la persona ingresaba. En el suelo, bajo esa misma abertura, recolectaron una colilla y un envoltorio vacío de un paquete de cigarrillos marca Vantage. Los detectives pusieron en la lista de investigados al círculo cercano de la menor. El padre de las chicas vivía en California. Rápidamente fue descartado como posible sospechoso. Otro de los hombres en la mira de los policías fue un ex novio de Debra Gutiérrez: J. R. Gordon. Se lo citó a declarar en varias oportunidades, pero no encontraron nada que lo vinculara con Jessica. El primer investigador del caso, quien murió años atrás, dejó notas escritas sobre su entrevista con Gordon. Allí manifestó preocupación porque el interrogado había demostrado una total falta de empatía con el drama de la desaparición y había admitido tener problemas con el consumo de drogas y de alcohol.
Hubo alguien más en la lista de los citados a declarar: un conocido de la familia Gutiérrez llamado Thomas Eric McDowell. Poco después de la desaparición de Jessica ese joven de 25 años, quien había salido durante dos meses con Debra y había reparado justamente la ventana de la habitación de las, se había ido a vivir a otro estado. A pesar de la colaboración del FBI con el caso, la investigación quedó estancada. No se pudo avanzar con ninguna pista.
Debra, por su parte, luego de la desaparición de su hija, enfrentó un total “colapso mental”. Pasados los años el caso terminó siendo archivado y la familia quedó sumida en un limbo desesperante. Ocasionalmente, pasaba algo y la policía entrevistaba a alguien. La búsqueda se reactivó por cortos lapsos en 2008 y en 2015. Así fue hasta 2021.
Vencer a la impunidad
Fue pasada la pandemia, en septiembre de 2021, que la policía de Lexington y el FBI reabrieron oficialmente el caso. El FBI proveyó personal especializado del equipo de Child Abduction Rapid Deployment Team (Equipo de despliegue rápido para chicos secuestrados) que trabajaron en estrecha colaboración con la policía y los fiscales de Carolina del Sur. No revelaron qué fue exactamente lo que los condujo hasta el culpable, pero lo lograron.
El alguacil del condado de Lexington, Jay Koon, explicó que. con un equipo conformado con más de diez agentes especiales, después de “revisar el caso nuevamente”, de repasar 3500 páginas de los archivos y de entrevistar a más de 125 personas, llegaron hasta Thomas Eric McDowell. Era aquel sujeto que había sido considerado posible sospechoso y entrevistado al comienzo del caso. El mismo que había salido con Debra, que curiosamente había reparado la ventana por la que el secuestrador había entrado y que, poco después de la desaparición, se había trasladado a Carolina del Norte, un estado vecino.
Para realizar dicho traslado ahora los investigadores sabían que había robado una camioneta. En agosto, solamente dos meses después de lo ocurrido con Jessica, McDowell había violado a una mujer mayor de edad. La víctima había podido escapar y llamar al 911 desde la vivienda de un vecino para describir con precisión el auto en el que el sujeto se movilizaba. La policía lo interceptó, lo persiguió y logró detenerlo. McDowell fue arrestado, juzgado y, finalmente, sentenciado a 27 años de cárcel el 16 de marzo de 1987. Pasó más de una década en prisión. Al salir McDowell se instaló en Wake Forest.
La ficha con su historial delictivo, el hecho de que hubiera vivido en el área de Jessica y de que conociera a la familia resultó muy llamativo para los expertos detectives. Decidieron comparar la huella que tenían de la ventana de la habitación de Jessica y Rebecca Gutiérrez con la de este ex convicto violador. Tenían, en la actualidad, la tecnología apropiada para hacerlo con certeza. El análisis fue positivo. Coincidía ciento por ciento. Era el desconocido que había estado en la casa. Las otras pruebas eran los cigarrillos, que si bien no podían analizarse porque no tenían suficiente ADN, eran de la misma marca que fumaba McDowell.
Se supo también otro detalle siniestro: en 2008 McDowell había testificado a favor de su hermano Eddie en un juicio, en California, por asesinato, intento de violación y robo ocurridos en 1984. Para intentar defenderlo de esa acusación Thomas McDowell reveló que ambos habían sufrido abusos físicos y psicológicos durante su infancia. La justificación no alcanzó. Tampoco le serviría a él. Eddie McDowell fue condenado a la pena capital. Por fin la perseverancia de los investigadores combinada con el rastro violento dejado por el propio McDowell habían vencido a la impunidad.
La culpa de la hermana mayor
El jueves 6 de enero de 2022, a las 7:50, la policía de Wake Forest arrestó a Thomas Eric McDowell (61 en ese entonces) en su propia casa ubicada en la calle North White, en un suburbio de Raleigh, en Wake Forest, Carolina del Norte. No le dieron la posibilidad de quedar en libertad condicional antes de ser extraditado a Carolina del Sur. Hizo su primera aparición en los tribunales al día siguiente, el viernes 7 de enero.
Cuando se lo comunicaron a Debra ella no se mostró del todo sorprendida de que fuera él, lo había señalado como posible sospechoso con anterioridad. Había salido con él un par de meses durante 1986, además, era quien le había ayudado a reparar la ventana del cuarto de sus hijas unos días antes de la desaparición. Su candidato había resultado un perverso depredador que tenía toda la información que necesitaba para cometer el crimen.
Debra habló y dijo estar agradecida a Dios por haber llegado a ver la detención de McDowell: “Recé para que me ayudara a atravesar la espera; esperamos por esto mucho tiempo”.
Rebecca fue más dura: “Mi madre ha peleado tanto durante 36 años para obtener justicia que en este punto rezamos por una condena a la pena capital (...) Aunque esto no signifique un cierre, porque nunca tendremos un real cierre. Pero al menos empezaremos el proceso de sanación que tanto necesitamos de nuestras heridas. Expresamos gratitud a todos los que estuvieron involucrados en el arresto de este monstruo diabólico”.
La fiscal Heather Weiss sostuvo en su alegato final en el juicio contra McDowell que lo ocurrido era “la peor pesadilla para una madre y la peor pesadilla para una hermana, de la que nunca podrán despertarse”; que el trabajo del jurado era responder quién había asesinado a Jessica y que “McDowell era la única persona que podía responder por ello”.
Durante las audiencias Rebecca dio su testimonio. Contó que esa noche se despertó, abrió los ojos y vio a un hombre con sombrero parado frente a ella. Observó cómo él alzaba a su hermana y la ponía sobre su hombro derecho para irse por la puerta del dormitorio. A la mañana siguiente cuando su madre le preguntó por Jessica, ella le explicó que se la había llevado el hombre del “sombrero mágico”. Los abogados defensores del acusado la cuestionaron por no haber gritado ni avisado a su madre. Rebecca respondió que con solo 6 años el miedo la había paralizado y le había impedido moverse o hablar. Y confesó haber vivido, desde aquella noche con una culpa inmensa por no haber gritado: “Lo veo cada noche antes de irme a dormir. Esa cara no se me borrará nunca, aún cuando intento olvidarla. Lo he revisado una y otra vez en mi mente, preguntándome qué hubiera pasado si yo hubiera gritado y despertado a mi madre”. Reveló que en 2007, ya con 27 años, la policía la había vuelto a convocar para mostrarle una serie de fotos. Ella había escogido una de un hombre con sombrero. La foto era efectivamente de McDowell y había sido tomada en 1992.
La defensa de McDowell la cuestionó diciendo que en su primera declaración, con 6 años, había dicho que el hombre que había visto era negro. Rebecca explicó que en aquel entonces se había sentido sumamente abrumada porque había mucha gente preguntándole cosas; que la habitación estaba a oscuras y que solo había un poco de luz de luna entrando por la ventana. La jueza le remarcó al jurado que esa noche de junio la luna era menguante y que solo podía verse el 5 por ciento de su superficie. Por eso, la menor se había equivocado. McDowell era blanco. Rebecca creyó que era negro porque lo había visto en sombras.
El compañero de celda
Los internos de la cárcel con quienes había compartido celda McDowell habían contado a las autoridades que el acusado había confesado frente a ellos su responsabilidad en el caso. El convicto Michael Fowler declaró en el juicio. Sostuvo: “Me dijo que había irrumpido entrando por una ventana y se había llevado a una pequeña a un sitio donde la violó, la mató y la desmembró con un machete”.
La acusación apuntó a convencer al jurado con su prueba más fuerte: la huella dactilar recolectada en 1986 y con la que lo habían identificado. El analista de huellas, James Hickman, aseguró que la huella del dedo del medio de su mano izquierda era la misma que la hallada en la ventana. La defensa arguyó que no se podía poner fecha a cuándo había dejado allí la huella su defendido, ya que este había trabajado en la casa. Hickman respondió que eso podía quizá estimarse por la fecha en que había ido la mujer de limpieza a la casa.
Los fiscales reconstruyeron cómo el acusado trepó hasta la ventana e ingresó al dormitorio. También señalaron que fumaba la marca de cigarrillos Vantage, la misma del envoltorio vacío hallado en el piso. La apariencia del acusado también fue corroborada por varios: en ese tiempo McDowell era alto, delgado, llevaba el pelo largo y usaba sombrero. Un primo de McDowell, que declaró en el juicio, confirmó que el acusado había cambiado su apariencia poco después de la desaparición de Jessica. Lo había encontrado por casualidad en casa de su padre y vio que ya no usaba sombrero, se había cortado el pelo y afeitado la barba.
Entre los testigos estuvo, también, una ex novia de McDowell, Patricia Healer. Ella mostró al jurado una foto de su padre posando con un sombrero que pertenecía a su novio del momento, Thomas McDowell. La imagen fue clave: era el mismo sombrero de Cowboy que había visto Rebecca y descripto como “mágico”.
Un jurado convencido
Habían tenido que transcurrir 38 años hasta el juicio y para que el culpable estuviera sentado en la silla de los acusados por el secuestro y posterior asesinato de la menor de la que jamás se halló el cuerpo. Se le mostró a los doce miembros del jurado el video filmado por los policías el 6 de junio de 1986 donde se podía ver el marco de la ventana removido y apoyado en el piso, el palo, el envoltorio del paquete de cigarrillos y la colilla. La analista de ADN Adrienne Hefney testificó que ni en la colilla ni en el palo pudo encontrarse suficiente ADN para ser analizado e identificado. Más allá de la huella dactilar de McDowell, todo el resto constituía prueba circunstancial. Por el estrado desfilaron veintidós testigos.
Debra rogó que el acusado “confiese dónde está el cuerpo de mi hija. Solo Dios y él saben dónde, así que espero que eventualmente me lo deje saber porque yo ya tengo un lugar para que Jessica esté cerca de su familia”.
En febrero de 2024, en menos de dos horas, el jurado lo encontró culpable y la jueza Debra McCaslin fue la encargada de darle el veredicto: cadena perpetua.
McDowell con 63 años sabe que morirá en la cárcel. “Después de mucho tiempo, finalmente, obtuvimos justicia por Jessica Gutiérrez y su familia. Si bien no podemos traerla de nuevo, la persona responsable de su muerte pasará el resto de su vida tras las rejas”, concluyó el fiscal general de Carolina del Sur, Alan Wilson, “El veredicto de hoy no podría haber ocurrido sin el trabajo duro y dedicado de mujeres y hombres en la oficina de los fiscales y del departamento de policía de Lexington y la colaboración del FBI. Deseamos que los queridos familiares de Jessica puedan descansar, a partir de hoy, un poco mejor”, agregó.
Debra, la madre de Jessica, aseguró sentirse “realmente bendecida porque el jurado hizo lo correcto y porque sacaron a un hombre malo de las calles”. Hoy Jessica Gutiérrez tendría 42 años. Debra jamás podrá resignarse a su ausencia y reflexiona: “Si no estás segura en tu casa… ¿Dónde vas a estar segura entonces?”.
Una verdad demoledora que no tiene respuesta.