La ficción está en la Rosada: como verla
“¿Macri es parte de la solución entonces?”, inquiere el pelado Trebucq frente a quien ocupa el sillón de Rivadavia. “Claro que Macri es parte de la solución, obvio. O sea, acá llegó un… Lo más interesante que ocurrió en estos meses es que se ordenó el tablero político en términos ideológicos. Entonces, o estás del lado de la libertad o estás del lado de los colectivistas fracasados”. Primer acto, gobernar es como una organización de eventos. Por eso, nadie descubre nada si señala el supuesto destrato al expresidente en el “Pacto del 9 de julio” como el gesto dentro de, una vez más, el acto político de gobierno como una puesta en escena, ya con dress code incluido. Se podría ir más atrás y ver cómo el expresidente Macri fue un artífice de una nueva puesta de escena política de la antipolítica: la imagen limpia de alguien sucio, el prohombre blanco de empresa y familia poderosas escondía la basura de sus vínculos con el estado y se metía en la política con la promesa del éxito en los negocios, con un lenguaje de la eficiencia y la positividad. El ahora presidente impone una imagen sucia y desprolija, que invoca la eficiencia con la negatividad: confrontar en todo punto, con el combustible del resentimiento y las frustraciones sociales para explotar.
Pero hay que ver el evento más grande y en perspectiva, esta mini escenografía refundacionista de ese 9 de julio dentro de la obra en construcción: el gran relato de la batalla cultural que da sentido la existencia de Javier Milei, primero como empleado y panelista de la TV y después como presidente de la nación. Lo que lo llevó al éxito fue mantenerse siempre como un showman, algo que señaló Cristina como si las costuras del Frankenstein debieran generar rechazo. Sigue la entrevista, el pelado escucha el proyecto, una batalla y un compromiso que demandan 40 años para la transformación del país. El periodista, muy correcto, podría haberse salido de su guión para preguntarle qué vamos a comer el domingo, días de veladas viendo óperas con otros comunicadores amigos, funcionarios y otros extras del ambiente. Ese matrimonio con el poder mediático no podría estar mejor consolidado que ante espectáculos musicales, de donde extrajo a su novia el presidente para asumir el poder. De ahí a su sueño, rockstar al poder, ya cumplido con el capricho del Luna Park. EE UU por las dudas advirtió que no quería que haga un show en la OEA. Le alcanzó con plagiar su discurso de una serie en la ONU.
II.
“Soy Javier Milei, economista jefe de la Fundación Acordar, tengo 50 artículos presentados, 6 libros, más de 100 notas de divulgación”
Javier Milei en Hora clave, 2015
“Soy el General Ancap. Vengo de Liberland, una tierra creada por el principio de apropiación originaria del hombre. Una tierra de siete kilómetros cuadrados entre Croacia y Serbia. Un país donde no se pagan impuestos, donde se defienden las libertades individuales, donde se cree en el individuo y no hay lugar para colectivistas hijos de puta que nos quieren cagar la vida”
Javier Milei en un encuentro de otakus y demás aficionados, 2019
“Hola a todos, yo soy el león. Rugió la bestia en medio de la avenida. Lloran los zurdos, sin entender, Panic Show a plena luz del día. ¡Vamos!”
Javier Milei en Viva24 del partido Vox, 2024
Preguntarse si el presidente Milei es o se hace resulta fatuo. Académico dudoso, economista militante, loco, líder mundial, cosplay, cantante amateur, presidente, son definiciones que permiten creer y descreer en su persona. Casi como indagar el contenido de verdad de las palabras de un niño que, sin miedo al ridículo y orgulloso de eso, va buscando nuevos latiguillos que sigan reproduciendo su épica del mundo libre. Si todo gobierno tiene su narrativa, este ya la había empezado a contar antes de ganar. Un capítulo de la antipolítica tradicional que ya estaba empatizando con el hombre común, tal como JM, pero también como freak. Milei puede ser el rey de la apariencia porque esa es su esencia, pero no anda desnudo, muestra su peluca, los disimulos de su papada, su incapacidad de lidiar con la realidad. Esa impostura exagerada, mal hecha, patética, a pesar, lo humaniza. El personaje que parecía un meme y se volvió un presidente de twitter y de gira, asume que gobernar es distraer(se); así, demuestra que nosotros debemos hacer lo mismo a nuestro modo para olvidarnos còmo se nos escapa nuestra vida. En este punto, JM revela cierta condición de vedette que fue bien relucida en el contrato con las parejas que elige. Entra, así, la conocida espada de Guy Debord, La sociedad del espectáculo con sus tesis: “La vedette, representación espectacular del ser humano viviente, concentra esa trivialidad incorporando en ella la imagen de un rol posible. La condición de la vedette es la condición de lo aparentemente vivido, el objeto de identificación con la vida aparentemente sin profundidad, que debe compensar el desmenuzamiento de las especializaciones productivas efectivamente vividas” (66). Que todo esto, lo visto y por ver, construya una figura presidencial hace pensar que la realidad supera a la ficción; aunque, en verdad, supone la segunda regla de este show: la realidad es ficción, tu vida está sometida a este juego, elegí.
III.
Quien supo imponerse con el dominio de la imagen fue el fascismo, capaz de estetizar la política y politizar la estética. “El fascismo es arcaísmo técnicamente equipado” dice Debord. ¿Este gobierno lo quiere imitar? Su aparato comunicativo podría ser la mayor apuesta de poder de este (anti)estado libertario, ya que la economía está entregada al mercado, a las corporaciones. Por el contrario, no quiere reunir a la masa sino atomizarla; quebrar al individuo de una imagen social real en un plano artificial donde encuentre alguna compensación y un enemigo, pero todos unidos en la misma miseria. Tweets, trolls y el meme como lenguaje, tal acumulación de arsenal tiene el presidente para disparar. La capilaridad del poder se extiende desde una gran terminal digital y sorprenden sus tendidos que mantiene conectados sin que se hayan producido grandes desconexiones, descargas sobre todo este entramado. “Cada uno en la suya y todos en la misma”, podría ser la orden. ¿Cuánto puede durar? Vale más preguntarse, antes, ¿cómo la sociedad ha coronado al Capitán Anarcap? Esto sorprende a intelectuales de diferente talla: no sirve señalar el poder mediático. Cada parte de la sociedad más separada, más privada, encuentra su unión mediante los simulacros, de los cuales los medios son conductores o presentadores de una parte. “El espectáculo es capital en un grado tal de acumulación que se vuelve imagen” (tesis 34).
IV
“Paradójicamente, mientras caes es probable que sientas que estás flotando, o incluso que no te estás moviendo en absoluto. El caer es relacional: si no hay nada hacia donde caer quizá ni seas consciente de estar cayendo. Si no hay piso, la gravedad podría ser de baja intensidad, lo que te provocará una sensación de ingravidez. Los objetos se mantendrán suspendidos si los sueltas. (…) Los pilotos han atestiguado incluso que la caída libre puede detonar un sentimiento de confusión entre uno y la aeronave. Al caer, las personas podrían sentirse como cosas mientras que las cosas podrían sentirse como personas. Los modos tradicionales de mirar y percibir se hacen añicos.”
Hito Steryl, Los condenados de la pantalla
La tesis fundamental de Debord no es tan original en términos marxistas. El capitalismo ha llegado al dominio de las cosas sobre los hombres, es decir, las mercancías, a tal punto que estas, con lógica del fetiche y el espectáculo, hacen también de las personas avatares en una danza de mercancías, puros valores de cambio. Así, la vida se convierte en el reino de la imagen y la apariencia sobre la base de la separación cada vez más pronunciada entre las personas y sus condiciones reales, donde se impone una “supervivencia aumentada”. Lo interesante es cómo hace el capital para imponer este orden. Con el humanismo de la mercancía que trata a todos como iguales en tanto consumidores y viene a satisfacerlos en el tiempo que escapa a la producción, en el reino del ocio. Ese es el lenguaje de la publicidad y la mercadotecnia, la narrativa que conquistaron Macri y Duran Barba con el cinisimo profesional de la política, pero también algo de la estructura de gobiernos progresistas que decían que la economía es consumo y lo conjugaban con la patria es el otro. ¿Quién? ¿El que está por debajo de un nivel de consumo? Deberíamos preguntarnos, volviendo al 9 de Julio, si la patria no está en peligro. Si el otro es una forma de asumir la diferencia, una relación de desemejanza o de desigualdad que viene a saldarse más con un acto de caridad que de igualdad. Para naturalizar más la división social vienen los “otros reales”, al mando de un gobierno, a llenar de fichas el tablero ideológico, la famosa grieta que puede cambiar de forma pero que atrae a los dos bandos hace rato. Así se empezaba a colar un movimiento de privación de la mercancía cada vez más virulento, en alza como la inflación y en la caída libre de las personas como cosas. Esa es la otra cara de la mercancía, el poder real que ve Debord, la punta de lanza del capital que aparece entre el humo espectáculo:
“una guerra del opio permanente que procura hacer aceptar la identificación de los bienes con las mercancías; y de la satisfacción con la supervivencia que aumenta según sus propias leyes. Pero si la supervivencia consumible es algo que debe aumentar constantemente, es porque no deja de contener privación”.
Esta sinfonía de la privación que toca el gobierno, donde parece que no solo el pueblo, los sectores medios, emprendedores, sino grandes empresarios hacen sacrificios, resignan ganancias, paran producciones. Una cosa de locos. El mayor acto de consumo, de consumación, debe ser el sacrificio.
V
“Antes se hacía con armas la guerra;
Y ahora se hace quitando a unos y a otros
El pan que a nadie niega el santo Padre”
Dante, CANTO XVII, Paraíso, Divina Comedia
En Milei su espectáculo es la guerra económica,un sometimiento del trabajo por el capital en forma de cruzada ideológica (batalla cultural) donde la mercancía debe imponerse como forma total de vida. ¿Por qué sería malo vender órganos, niños o invitar a Elon Musk por cadena nacional a hacer negocios? La libertad es la mercancía que monta en riendas a cada individuo. El Estado debe romper el rodeo que lo caracteriza, cualquier pretensión de comunidad, desatender a los humanos y cuidar las cosas, con la medida abstracta de números, la magia del equilibrio fiscal. Todo es equivalente a plata en la lógica del intercambio. El pan como representación de la necesidad económica, que no se niega porque traduce el don de la vida, es la mirada de Dios (colectivista); bajo el Dios mercado debe dejar de existir como tal para traducirse en dinero-cosa. “El espectáculo es la otra cara del dinero; el equivalente general abstracto de todas las mercancías” (49). En el affaire Pettovello por no entregar los alimentos se monta más que una escena de ajuste y crueldad, un espectáculo de la privación para borrar de los bienes su valor de uso y registrar a las personas por su valor de cosa. En el Ministerio de Capital Humano suena distópico si uno lo repite. Allí se revocan humanos, tasables por su derecho a existencia en el stock de un espacio políticamente limitado llamado Argentina. Algunos, confía el presidente, eligen morir. El sentido común, si existe con su lógica, diría de entregar alimentos ya pagos porque se están pudriendo. Pero no, los alimentos retenidos es el borramiento de la humanidad de la mercancía, un show pasado de moda. Las cosas merecen no solo existir sino crecer en su valorización, por su equivalente en dinero. Nada es gratis y no hay plata. “El valor de cambio es el condottiero del valor de uso, que terminó dirigiendo la guerra por su propia cuenta” (46). Ya el expresidente Fernández había declarado la guerra contra la inflación, contra el valor de cambio descontrolado. Iba a perderla dejando un índice más alto que su predecesor PRO neoliberal. Claro que para Milei la batalla inflacionaria es otro canto para el púlpito, aunque sus métodos sean, a voz cantada, la privación: que los precios bajen porque la gente no compre, no coma, se sacrifique.
VI
“Cada mercancía determinada lucha por sí misma, no puede reconocer a las otras, pretende imponerse en todas partes como si fuera la única. El espectáculo es entonces el poema épico de esta confrontación, que ninguna caída de Troya puede concluir. El espectáculo no canta a los hombres y sus armas, sino a las mercancías y sus pasiones. En esta lucha ciega, cada mercancía, guiada por su pasión, realiza inconscientemente algo más elevado: el devenir-mundo de la mercancía, que es también el devenir-mercancía del mundo. Así, por una astucia de la razón mercantil, lo particular de la mercancía se desgasta en el combate, en tanto que la forma-mercancía se encamina hacia su realización absoluta.” (66)
“La sociedad argentina está aguantando, aprovechémoslo” dijo Toto Caputo frente a un auditorio de empresarios en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. “Si ustedes también confían e invierten, esto sale”, completó su prédica de unidad entre la sociedad y ellos que están por fuera. El capitalismo burocrático tiene en el ministro rockstar una segunda guitarra que busca mostrarse lo más profesional y técnico, franco del lado de los contribuyentes y pareja de pádel de algún CEO. Cuanto más parece un hombre con sentido común, más quiere tomar su protagonismo de casta real: el apellido que une poder del Estado y de la economía como pocos, la voz de los dueños de un país en venta para el extranjero. De la crisis se sale con más oportunidades de negocio y más crisis, o sea, deuda. El acting se quiebra con el aprovechémoslo, la marca de clase que muestra la distancia. Aguantar es el verbo de someterse al orden de cosas, de sacrificar lo humano ante la cosa, por un lado, y la exhortación a la inversión otra escena del empresario redentor que debe dar ese sacrificio. Vos confiá.
VII
I want power, because it feels good.
I want power – I’ll wash America with blood.
I want power: a clear blue light in the sky.
I feel power, running through my veins and out my eyes
And into empty, godforsaken minds without reality.
I feel power. I feel a sacrifice.
I am dead to right or wrong.
“Power and sacrifice”, Swans
“La socialdemocracia se complacía en asignar a la clase trabajadora el papel de redentora de las generaciones futuras. Y así cortaba el nervio principal de su fuerza. En esta escuela la clase desaprendió el odio como la voluntad de sacrificio. Pues ambos se nutren de la imagen de los antepasados oprimidos y no del ideal de los descendientes libres”
Walter Benjamin, Tesis de filosofía de la historia
“Lo hacía por la gente, no por la plata”, esas fueron las palabras de Kashed, creador de Futbol Libre, al ser liberado. La libertad tiene patas cortas para transmitir el fútbol, eso sería atacar al Dios Mercado. La felicidad del pueblo debe ser lo más privada posible. “Primero hay que saber sufrir”, porque es necesario purgar el enemigo socialista que está en nosotros. En el fondo, hay que entender que no hay nada común y no se vive en un país sino en un mercado libre (no MELI). Por eso, el aguante que preconiza Caputo es divergente al aguante futbolero y es un llamado a la caída libre económica. Así funciona la “pesada herencia” insostenible. Lo malo que dejaron los otros o que se arrastra como un mal endémico. Este fue el término que el gobierno de Macri gustó mucho -aunque tentó también al de Alberto para correrse del mandato popular- y de paso anticipar la carga que vendría con el endeudamiento récord de su gestión. La lógica de la deuda viene atada a la de la culpa. La novedad mileísta es poner sobre las espaldas de la sociedad el endeudamiento como una victoria de este sacrificio, atada a la culpa del otro y a una promesa o profecía: la delirante Argentina potencia en cuatro décadas. Donde la sociedad atomizada ve la privación como lo indefectible: primero, la del otro y, simultáneamente, la propia con resignación o autosacrificio para aceptar las fuerzas del mercado, quizás con el consuelo de que a otro le va peor. Porque se trata de que cada uno se identifique con el mismo poder que lo destruye: cada individuo se autoexplota y es tirano, desea la vida del amo mientras más se es esclavo. Funciona con un presidente que monta ese espectáculo para empatizar con ese pueblo quebrado entre desclasados, delirantes de grandeza y camorreros con o sin dinero. Mientras tanto, en la economía real la liquidación de ingresos y doma de la fuerza de trabajo prepara el escenario de fractura social para una pobreza que crece con supervivencia aumentada. La caída libre imperceptible en un estado de flotación. Ese viejo país de clase media, el ascenso social cambiado por la meritocracia, afuera.
VIII
“Look out, honey, ’cause I’m using technology
Ain’t got time to make no apology
Soul radiation in the dead of night
Love in the middle of a firefight
Honey, gotta strike me blind
Somebody gotta save my soul
Baby, penetrate my mind
And I’m the world’s forgotten boy
The one who’s searching, searching to destroy
And honey, I’m the world’s forgotten boy
The one who’s searching only to destroy”
“Search and destroy”, The Stooges
Si la política no tiene pan para ofrecer sino el circo de una película de terror bizarra en la Guerra Fría, esto es posible por un nivel de anestesia. Triunfa “Cuando acecha la maldad” y la sociedad, suma de consumidores, puede ver y no ver el espectáculo de la privación, mientras se realiza en el consumo, fuera de trabajo, una forma de ser pasivo, individual, narciso y continuamente carente. ¿Cómo salir de esta película? ¿Hay otra forma de poder y sacrificio que sirva para oponerse? Buscar la inversión en un poder y sacrificio para apropiarse del espectáculo que transforme la realidad: “Todo espectador es de por sí actor de su historia, todo actor, todo hombre de acción, espectador de la misma historia” (Ranciere, 23). Pongamos la imaginación al poder, por un momento, ante la dura y líquida realidad de espectáculo, pantallas, calles cortadas y salarios de hambre, etc. Me refiero a películas que han tanteado esa densidad tan espectacular y frágil de la realidad pegada al individualismo. Porque el espectáculo se asemeja al mundo de They live de Carpenter: nos ponemos los lentes para ver que no se puede salir del consumo hasta consumirnos. Estamos inmersos entre pequeños invasores que nos quieren hacer ver igual a ellos; tienen la misma fachada humana pero en la medida en que hagan colapsar este mundo irán a buscar otro. Si ellos aman la destrucción creativa, hay que imponer la destrucción del “hombre estuche” que
“busca su comodidad y la médula de ésta es la envoltura. El interior del estuche es la huella que aquél ha impreso en el mundo envuelta en terciopelo. El carácter destructivo borra incluso las huellas de la destrucción. El carácter destructivo milita en el frente de los tradicionalistas. Algunos transmiten las cosas en tanto que las hacen intocables y las conservan; otros las situaciones en tanto que las hacen manejables y las liquidan. A estos se les llama destructivos” (“El carácter destructivo”, Walter Benjamin).
En The Truman Show el mundo gira sobre una persona, un set dirigido para el confort de vida de Truman. Esta puesta, no obstante, muestra su envoltura y lo que está por fuera; es decir, permite que caiga la ficha de la farsa, pero advierte que no se puede salir. En este sentido, la vida de Truman podría ser como la de Instagram o la de los argentinos de bien que diseñan su vida en este condenado país. El otro resultado extremo es La isla siniestra, más cerca del mundo asintótico de Milei y los que tienen ese espectáculo como un sustituto explosivo de la realidad, con alguien que puede afirmar como Leo Di Caprio, un agente del FBI engañado, que ve comunistas repartiendo folletos por los pasillos. En esta isla de enfermos mentales no hay escapatoria porque la realidad son las paredes de esa mente distorsionada, tal como la enigmática Rachel asume: “¿Y qué haría si saliera? Yo ya no conozco el mundo. Hay bombas que pueden convertir ciudades enteras en cenizas. ¿Y cómo los llaman? ¿Televisores? Voces y caras que salen de una caja. Yo ya oigo suficientes voces.” Paso siguiente, pasar a la destrucción. Tenemos a Fight club y cómo organizar esta negatividad. La sociedad del consumo que cambia a las personas por cosas, individuos divididos y llenos de cosas pero vacíos, resentidos, algunos vencidos, otros por vencer, empieza a romperse cuando se organiza el descontento en una autodestrucción de lo que no queremos ser. Los clubes entre pares organizan la violencia como una sublimación de sus vidas rotas en el entendimiento y dirección del odio, en la medida que van creando una nueva solidaridad que avanza en una conciencia mayor contra el sistema. Todo eso corre de la mano de la lucha contra sí mismo que ese héroe doble entre Edward Norton y Brad Pitt debe librar. “Me conociste en un momento extraño de mi vida” le dice el Narrador a Marla, mientras le promete que todo va a estar bien y ven explotar el downtown. La cosa que ya somos, la cosificación de las ideas y el deseo que nos iguala a la realidad inmodificable. Se abren preguntas para la acción política. Pero nos interesa ser dueños del espectáculo para cambiarlo con cualquier destrucción creativa, no queremos ni podemos salir de este, no sirve que termine sino emancipar ese espectador para que tome otro rol. ¿Qué otra cosa se puede ser y hacer en un mundo de cosas?
Por Guido Estañaro / Revista Urbe