El extraño caso de una menor desaparecida en su cuarto, un “accidente” tonto y el linchamiento de la opinión pública
La mañana del lunes 22 de marzo de 2010, Erika Casimiro, una de las dos niñeras de las hijas de la familia mexicana Gebara Farah, se llevó una sorpresa. Tenía que levantar, darle el desayuno y vestir a Paulette (4), la menor de las hermanas. Entró al cuarto y fue directo a abrir las cortinas para dejar entrar la luz. Cuando se dio vuelta observó que la cama doble, que la menor estaba estrenando desde esa semana, estaba vacía. Levantó la colcha y movió las almohadas. Sorprendida salió de la habitación y se topó con Mauricio Gebara, el padre de familia, quien estaba por irse a trabajar. ¿Había visto a Paulette? Él respondió distraído que no, que fuera a preguntarle a su mujer. Erika se dirigió a la suite principal. Lizette Farah todavía dormitaba. Le preguntó si por casualidad Paulette estaba ahí con ella. La madre abrió los ojos sorprendida.
-¿Cómo que no está? Andá, por favor, a chequear al cuarto de juegos o debe haber salido detrás de su papá...
Erika le hizo caso y siguió buscando, pero no la encontró por ningún sitio. Volvió y encontró a Lizette tomando un café y fumando un cigarrillo. Todavía ellos no estaban preocupados de verdad. Parecían estar viviendo esos escasos segundos de confusión que pueden ocurrir en las familias hasta que todo se aclara y las cosas vuelven a la normalidad.
Mauricio empezó a abrir armarios y puertas por si su hija pudiera haberse escondido en algún rincón. Minutos después, a pedido de Lizette, Mauricio fue a revisar la pileta del edificio. Lo ayudaron a levantar la lona que la cubría. Nada por suerte.
La hija mayor de la pareja, Chezz de 7 años, ya había salido para el colegio a las siete de la mañana en el ómnibus escolar. ¿Podría Paulette haberse escapado tras ella? Era rarísimo, por no decir imposible, porque la pequeña tenía serias deficiencias motrices. De todas maneras, Lizette se dirigió a los empleados de seguridad del complejo de torres en el que vivían para solicitar mirar las cámaras de seguridad. Le comunicaron que esas cámaras permitían ver, pero que no grababan. Nada otra vez.
Decidieron no esperar más: llamaron a la policía al mismo tiempo que empezaron a mover sus influyentes contactos con la justicia y la política. Usarían todo el poder de fuego de sus relaciones para encontrar a su hija.
En media hora las autoridades llegaron al lugar. El lujoso complejo de departamentos Porto Vita 2, en esa exclusiva localidad de Interlomas, situado a las afueras de la ciudad de México, tenía vigilancia 24 horas.
Si Paulette casi no caminaba sin ayuda había que pensar en un secuestro. Pero no había indicios de un rapto. Los guardias no habían visto entrar ni salir a nadie. En el departamento no había ventanas abiertas, ni puertas rotas, ni rastros de ninguna índole. Todo parecía intacto.
Por la relevancia de la familia el alcalde tomó el caso en sus manos y él mismo notificó al fiscal general del Estado de México sobre lo que estaba pasando.
La locura se desató y los medios se lanzaron voraces a contar los hechos mientras la familia pegaba carteles con la cara de Paulette por todo Huixquilucan y el oeste de Ciudad de México. Comenzó de inmediato una campaña de búsqueda masiva por televisión y redes sociales. Nadie escatimaba dinero ni recursos.
La cama vacía
Lizette Farah (hija de una influyente y rica familia de origen libanés) y Mauricio Gebara (un exitoso empresario de bienes raíces) lo tenían absolutamente todo para conquistar la felicidad. Amor, juventud, empresas, dinero, poder, amigos influyentes. Se casaron en el año 2001 y se instalaron en ese departamento de dos plantas en Huixquilucan, una localidad ubicada a poca distancia de la capital mexicana. Su primera hija nació en 2002 y la bautizaron Lizette, como a su madre, aunque familiarmente la llamaban Chezz. El 20 de julio de 2005 llegó la segunda bebé que se adelantó demasiado: nació a las 25 semanas de gestación con 800 gramos y 34 cm. Le llamaron Paulette. Si bien sobrevivió a la extrema prematurez tuvo un derrame en el lado izquierdo de su cerebro que le dejó serias secuelas motrices y un grave trastorno del lenguaje. Pero con el tiempo los médicos detectaron que, por suerte dentro de la desgracia, Paulette no tenía ningún tipo de retraso mental. Eso sí, vaticinaron que le iba a resultar muy difícil caminar.
Su familia utilizó sus medios económicos para pelear contra esos malos pronósticos y recurrió a la equinoterapia. Paulette avanzó bastante. A los cuatro años caminaba con dificultad y requería ayuda para vestirse, pero eso era mucho más de lo que todos habían esperado. Lizette tenía suficiente ayuda en su casa para atenderla. Además de las dos niñeras, tenían una empleada que se ocupaba de la comida y la limpieza de su casa. Cuando llegó el momento del jardín de infantes la matricularon en uno muy bueno de la zona de Interlomas: Kri-Kri. En el lugar una especialista la asistía de manera permanente para ayudarla con sus problemas físicos y del habla. Carmen Valles, la directora de la institución, contó que la pequeña era muy “entusiasta y hacía el mayor esfuerzo por realizar sus actividades por ella misma”. Y, agregó, que sus padres siempre iban al colegio para interiorizarse por su desempeño. Debido a su trastorno de lenguaje cuando le preguntaban su nombre ella solo decía Po, así que muchos en el jardín comenzaron a llamarla de esa forma. Se integró muy bien.
El viernes 12 de marzo de 2010 Paulette no fue al colegio. Su madre envió un parte por enfermedad donde no se especificó qué tenía ni cuándo se reintegraría. No volvió nunca.
La noche del domingo 21 de marzo de 2010, a las 20 horas, Paulette regresó con su padre, su hermana Chezz y su niñera Erika al departamento en Huixquilucan. Venían de Valle de Bravo donde habían pasado el día. Mauricio llegó cansado de manejar y se fue derecho a su cuarto. Lizette, acababa de volver de un viaje de fin de semana con amigas a las playas de Los Cabos, y las esperaba con ganas de verlas. Las recibió y estuvo con ellas hasta que se fueron a dormir alrededor de las 21.30. Al día siguiente, había colegio y tenían que descansar.
Como Paulette no dominaba la parte izquierda de su cuerpo y solía dormir con la boca abierta, todas las noches le colocaban un parche de tela sobre su boca con cinta adhesiva que pegaban en sus mejillas. Eso lograba que la mantuviera cerrada.
Antes de las 22 las chicas ya estaban dormidas, en sus respectivos cuartos. Fue esa noche que Paulette desapareció.
México busca a Paulette
La tía de Paulette, Arlette Farah, fue una de las que más se ocupó de la búsqueda de la menor. Mandó cientos de mails y subió su foto a las redes sociales. El país estaba conmocionado porque era la hija de una familia de gran poder adquisitivo y político. Si ella se había esfumado de su propia cama en un complejo con seguridad privada, ¿qué podría pasarle al resto de la sociedad? La sociedad estaba sumamente alarmada.
Lizette habló por televisión pidiéndole al supuesto secuestrador que le devolviera a su hija en algún centro comercial. Nerviosa, pero sin derramar lágrimas, prometió que no habría represalias. El padre hizo lo mismo en otros medios y tampoco lloró. A una periodista le dijo que tenía que cuidar su imagen y preservarse de las situaciones que podrían dejarlo en ridículo.
La policía llevó al departamento a perros entrenados para que olfatearan la ropa de Paulette y reconstruyeron sus últimos momentos.
La vivienda de los Gebara Farah se convirtió en un festival de todo tipo de personas. Peritos, policías, fiscales, amigos que entraban y salían a toda hora. La familia era muy cercana al círculo de Enrique Peña Nieto, quien sería entre 2012 y 2018 presidente de México. En el esclarecimiento del caso participaban desde el alcalde de entonces, Alfredo del Mazo (primo de Peña Nieto y luego gobernador del Estado de México) hasta fiscales y gente de renombre. El procurador Alberto Bazbaz sentía la presión sobre su espalda y dispuso todos los recursos oficiales. Parecían esmerarse en la resolución del caso.
Nada es lo que parece, reza un dicho popular. Veremos como este caso lo demostró con creces. Porque aunque todo estaba servido para resolverlo con rapidez, las cosas salieron muy mal.
Para sorpresa de la opinión pública, la investigación viró con rapidez. De la hipótesis de un secuestro extorsivo se pasó a sospechar del entorno y más precisamente de la familia. La prensa titulaba que gente cercana a Paulette podría estar involucrada y se investigaba a todos.
Entre las cosas que llamaron la atención durante la primera etapa de la investigación estuvieron las clásicas contradicciones en las declaraciones. ¿Quién había acostado a Paulette aquella noche? Las niñeras dijeron que se habían ocupado, pero la madre sostuvo que había sido ella. Lizette también había dicho que su hija nunca faltaba al jardín, pero no había aclarado porque había faltado esos días previos a su desaparición.
Por otro lado, estaban las entrevistas que otorgó Lizette. Los periodistas criticaban su actitud. Decían que la veían demasiado fría, demasiado tranquila, demasiado distante del drama en el que estaba inmersa. Cada palabra o gesto de la madre era interpretado y sometido a escrutinio. Encima fue sorprendida haciendo comentarios irónicos como “ya estoy llegando a la conclusión de que se la llevaron los ovnis” o llegó a bromear diciendo que el personaje aprendiz de mago Harry Potter podría ser el responsable de la ausencia de su hija.
En otro reportaje televisivo, los periodistas Rubén Mendoza y Salvador Maceda, la escucharon preguntar a su íntima amiga Amanda de la Rosa: “Te parece que llore en la entrevista para que se vea más real esto ¿o no lloro?”. Sus actitudes eran estrambóticas y sembraban teorías conspirativas. Pero, claro, habría que ver cómo procesa cada uno el estrés y la angustia y cómo son los comportamientos sociales con los que esa persona fue educada. Todo lo mencionado bastó para convertirla en una persona “de interés” para los investigadores. Sobre todo después del testimonio, ante la policía, de la psicoterapeuta Sandra Yadeum quien declaró que había observado en la madre trastornos de personalidad.
Lizette se había vuelto la principal sospechosa.
Por inconsistencias detectadas en sus declaraciones, el 29 de marzo, las autoridades mandaron a detener al matrimonio y a las niñeras de las chicas, las hermanas Érika y Martha Casimiro,
Un olor inconfundible
El departamento de la familia había sido revisado en varias oportunidades. También había sido el escenario de dos reconstrucciones de los hechos. Fue durante la quinta visita, nueve días después de la desaparición, que la búsqueda culminó.
La madrugada del 31 de marzo, uno de los peritos que estaba levantando pruebas en el lugar, al pasar por la puerta de la habitación de Paulette, sintió un feo e intenso olor. Era la inconfundible pestilencia de la putrefacción. Entraron al cuarto para darlo vuelta todo. No tuvieron que buscar demasiado. El cadáver de Paulette estaba ahí mismo, a los pies de la cama. Atrapado entre el colchón y la gran estructura de madera. El cuerpo estaba enredado entre sábanas y mantas y en estado de descomposición. Paulette llevaba puesto su pijama con dibujitos de renos rojos.
Los investigadores entraron en shock. Y en el país estalló la incredulidad generalizada.
El procurador Alberto Bazbaz debió llamar a una urgente conferencia de prensa: “Estamos aquí para informar a la sociedad sobre el lamentable hallazgo del cuerpo sin vida de la pequeña Paulette Gebara Farah”. Reconoció que había sido durante “diligencias ministeriales” que la niña había sido encontrada “en la habitación de la propia Paulette, al pie de su cama, entre el colchón y la estructura del mueble que lo sostiene, y cubierta por la sábana y colcha de la misma”. Sus explicaciones no le alcanzaban a nadie.
¿Cómo podía ser? ¿La pequeña, que medía 1,07 metros, había estado siempre ahí? ¿Tan inútiles podían ser los peritos y los policías? ¿Tan ciega su familia, los amigos y las empleadas del hogar? En esa misma habitación su madre había dado una entrevista sentada allí con una periodista; la policía había entrado con perros; Amanda de la Rosa, la amiga de la familia, había dormido tres noches en esa cama y las mucamas habían limpiado y ordenado el cuarto. ¿Nadie había notado el pequeño bulto de su cuerpo en esa enorme cama? ¿El cuerpo no despedía olores nauseabundos antes de ser hallado? Parecía un chiste siniestro.
Bazbaz, apremiado por los hechos y por la opinión pública, sostuvo que la niña había sido “ocultada y privada de su vida” y que buscaría respuestas a “eventos que resultan absolutamente incomprensibles”. No pudo cumplir.
Autopsia y ¿accidente?
La autopsia no encontró sustancias tóxicas ni drogas en el sistema de Paulette. Tampoco violencia física o sexual. Sí hallaron los dos pedazos de tela adhesiva de formato rectangular colocados de manera vertical sobre sus mejillas, esos que se habían utilizado para mantener cerrada su boca. El cuerpo tenía también un pequeño golpe en la rodilla y en el codo izquierdos. Por lo demás, todo el resto era parte de los procesos naturales del paso del tiempo sobre un cuerpo. La muerte de la menor había sucedido entre cinco y nueve días antes del hallazgo del 31 de marzo y ella había ingerido alimentos cinco horas antes de su muerte. ¿La causa? Asfixia mecánica por obstrucción de las cavidades nasales y compresión tórax-abdominal.
Tremendo. De ser así, Paulette había muerto ahí. Mientras todos la buscaban y algunos dormían sobre ella o hablaban de la búsqueda. Su madre seguía ocupando el trono de las sospechas policiales.
El 3 de abril Lizette inició un juicio para demostrar que ella no había intervenido en lo que le había sucedido a su hija. Al día siguiente, el juez les concedió la libertad a los padres y a las niñeras. Mauricio salió de su lugar de detención a las 10.20 de la mañana y a las 11 salió su mujer. Erika y Martha fueron liberadas ese mediodía. Todos tenían prohibido salir del país porque seguirían siendo investigados.
De esa detención los padres ya salieron distanciados, peleados a muerte. La familia que habían sido había desaparecido. Esa muerte había abierto un abismo entre ellos.
El 5 de abril los padres fueron llevados a declarar por separado. Sus testimonios fueron una muestra clara de la guerra familiar. Lizette aseguraba que su marido la había culpado por la muerte de Paulette; Mauricio estaba convencido de que su fallecimiento no podía haber sido solo un accidente y dejó trascender que no ponía “las manos en el fuego por mi esposa”.
En el velorio solo estuvieron los Gebara. Al entierro del día siguiente, 6 de abril, solo fueron los Farah. A las 15.30 el cuerpo de Paulette fue sepultado en el Panteón Francés de la Ciudad de México. Sus restos fueron depositados dentro de un ataúd blanco en el foso 194-A. Los presentes arrojaron rosas blancas.
Ese día sí que Lizette lloró.
Chezz se había quedado durante ese tiempo con la familia de su padre. El 7 de abril cuando Lizette quiso ir a verla, los Gebara se lo negaron.
Lizette dio entonces un reportaje donde dijo: “Mauricio es un cobarde, toda su vida lo ha sido” y agregó que esa sería su última entrevista: “He decidido no hablar más con los medios de comunicación, pues los convocamos para que ayudaran a encontrar a mi hija, no para que convirtieran esto en un circo”.
De inmediato interpuso una demanda contra su esposo para conseguir la custodia de Chezz. El 10 de mayo ganó la partida.
La investigación se focalizó en el entorno familiar de la víctima. Y se evaluaron diferentes hipótesis, incluso la de un accidente doméstico. Encontraron a un supuesto amante de Lizette, llamado Roberto Ayala, con quién se habrían conocido por Facebook. Lo encontraron y él admitió que se habían visto tres o cuatro veces, pero negó haber tenido relaciones con ella.
A pesar de los interrogatorios y las búsquedas en cada relación del entorno de Paulette no llegaron a nada, ni hubo una acusación formal contra nadie.
El 21 de mayo, al cumplirse casi dos meses de la muerte de la menor, el mismo procurador calificó el hecho como un estúpido “accidente”. Paulette habría muerto esa madrugada del 22 después de darse vuelta en la cama y caer cabeza abajo en ese espacio donde quedó atrapada, sin poder salir, por su propia discapacidad motriz. Como tampoco podía hablar o gritar, su caída habría sido una trampa mortal.
Bazbaz admitió que la actuación de los fiscales había tenido “deficiencias al no haber revisado pericialmente la cama de la menor desde un inicio”. El 25 de mayo terminó renunciando a su cargo por la presión de la sociedad.
Creyera o no la opinión pública las causas esgrimidas, tanta negligencia era posible. La menor podría haber estado ahí. El atolondramiento de la familia y la negligencia de los investigadores podrían haberse confabulado de manera fatal.
Una grabación y el pijama
Las empleadas Erika (29 en ese entonces) y Martha (35) Casimiro, quienes trabajaban con los Gebara Farah contaron en un canal de televisión: “Nosotras revisamos, llegó toda la familia y también empezó a buscar. En la cama no estaba… Por mucho uno se da cuenta que ahí está atorado un juguete o un zapato. Nosotras no sentimos nada (...) No parece lógico”.
A veces, lo lógico no es lo que ocurre.
La policía se defendió diciendo que la casa no estaba precintada como escena de un crimen porque investigaban un secuestro. Indefendible, no la habían buscado bien ni en su propio cuarto de escasos metros cuadrados.
Una grabación presentada por el periodista Salvador Maceda en una investigación para el noticiero Fuerza Informativa Azteca, reveló una conversación entre Lizette Farah y su hija mayor Chezz que es, por lo menos, extraña. Sucedió en los primeros días del caso. En ella la madre parece indicarle cómo debe declarar respecto de la desaparición de su hermana Paulette:
– Sí, no vayas a decir nada. Nada más diles que estamos muy tristes porque tu hermanita se perdió. Es todo lo que tienes que decir.
– ¿Por qué mamá?
– Es todo lo que tienes que decir mamita porque si no se empiezan a... malinterpretar las cosas, nos pueden acusar de que nosotros nos la robamos, o que tú la empujaste afuera para perderla, entonces tú mejor no digas nada ¿ok? Porque no sabemos nada
Farah fue confrontada por este diálogo y sostuvo que la charla había sido quitada de contexto y editada para que pareciera que ella le estaba diciendo a Chezz que ocultara información.
Las teorías locas continuaron. Hubo por entonces un video subido a Youtube, que resultó perturbador y confuso, que tenía por título: El extraño caso del pijama de Paulette. Allí mostraban una foto del cuerpo de la pequeña donde fue hallado. Se ve que llevaba puesto ese mismo pijama con renos rojos y rosas que su madre había mostrado, en una entrevista, doblado y limpio sobre la cama. Una de las niñeras confirmó que ese era el pijama con el que la pequeña dormía aquella noche. ¿Cómo era posible que ese pijama estuviera en la entrevista y, luego, en el cadáver? Parecía un misterio más, pero resulta que Chezz tenía un pijama igual.
Esa era la simple explicación.
Linchamiento público
Dos años después de la muerte de su hija Lizette volvió a ser criticada por los medios cuando se la vio en unas fotos disfrutando de una fiesta con amigos. Esa madre, decían, no parecía haber sufrido mucho por la terrible muerte de Paulette.
En 2014 la historia de Paulette fue inspiradora de la película La dictadura perfecta. Nadie olvidaba la tragedia.
El 3 de mayo de 2017 los restos de Paulette fueron exhumados y cremados con el permiso de las autoridades que consideraron que sus restos ya no eran evidencia para la investigación que se había cerrado. También eso resultó raro para algunos que siguieron tejiendo hipótesis. ¿Para qué molestarse en hacerlo?, se preguntaban.
A 14 años de los hechos, una grafóloga llamada Maryfer Centeno, se tomó el trabajo de analizar las entrevistas realizadas a Lizette y Mauricio Gebara en esos días aciagos. Sostuvo que a la madre se la ve relajada cuando en realidad debería haber estado tensa, que se ve más compungida a la periodista que a ella que incluso sonríe. Del padre opinó algo semejante. A las que sí dijo haber observado realmente asustadas en esas imágenes era a las dos niñeras. Estos dichos no dejan de revelar una mirada subjetiva, porque pruebas no hubo ninguna. Móvil tampoco.
El periodista Alberto Nájar explica que, en realidad, él cree que “hubo un linchamiento de la opinión pública” contra la madre y que se la criticaba por todo. Por la cara que ponía, por las palabras que decía y por su relación imperfecta con su marido. Nadie podía aceptar la idea del accidente.
El después
La demanda de Lizette Farah contra el gobierno para ser compensada por daño moral por haber sido acusada, fue desestimada por la justicia. Sí ganó la custodia legal de su hija mayor y se divorció de Mauricio Gebara en 2014.
Pasado el huracán, la familia escapó de la mirada de la gente por un tiempo. Solo por un tiempo.
Amanda de la Rosa terminó peleada con su amiga de siempre cuando publicó su libro ¿Dónde está Paulette?
Netflix por su parte realizó una miniserie documental de seis capítulos con el caso con el título Historia de un crimen: la búsqueda. Se estrenó en junio del 2020. el interés por el caso se reavivó.
Quizá haya sido por eso que en el 2022 alguien descubrió a Chezz (20) en unos videos de Tik Tok con su madre. Y, otra vez, empezó la persecución mediática. La joven tuvo que ocultar y eliminar los videos porque la gente las agredía violentamente por lo ocurrido con Paulette.
¿Accidente doméstico o crimen? Si Paulette cayó accidentalmente en ese pequeño espacio y nadie la vio durante tantísimos días demuestra la inexcusable negligencia de los investigadores, pero también desnuda el terrible descuido de sus padres. La investigación terminó por sostener lo primero. Pero la opinión pública continúa dudando y cree que la verdad juega a las escondidas.
A veces, las cosas más sencillas son las que más cuesta creer.
Nota:infobae.com