Las tristísimas implicaciones de la detención de Pavel Durov
El creador de Telegram – y anteriormente de VKontakte, conocida como VK – Pavel Durov, ha sido detenido en Francia, y ello me obliga a ponerme en una situación harto extraña, porque tengo por convicción que defenderlo a ultranza, cuando los que lo defienden en este momento son personajes como Dmitri Medvédev, Elon Musk o Gonzalo Boye. Pero como siempre dice uno de mis mejores amigos, uno escoge sus guerras pero no sus compañeros de trinchera, así que allá vamos.
Pavel Durov es una persona que ha sido no solo capaz de crear la red social más exitosa de Rusia y una de las pocas que logró hacer frente a Facebook, sino que además, cuando la propiedad de VK le fue arrebatada en 2014 merced a una maniobra del gobierno ruso utilizando Mail.Ru, y Durov decidió, junto con su hermano mayor, Nikolai, autoexiliarse del país sin planes de regreso, fue capaz de crear Telegram y definirla como una herramienta completamente resiliente ante la censura.
Eso es Telegram: una herramienta en la que cualquiera puede comunicarse como quiera, cuando quiera y sobre lo que quiera. Es una herramienta de mensajería instantánea, pero como ocurre en todas ellas, trasciende la funcionalidad de la comunicación interpersonal porque se pueden crear foros y conversaciones simultáneas de miles de personas, lo que la convierte también en una herramienta de comunicación si quieres usarla para ello.
Lógicamente, eso ha hecho que Telegram sea una herramienta polémica, porque si ofreces a las personas la libertad de comunicarse como quieran, cuando quieran y sobre lo que quieran, lo harán sobre cosas que a muchos les resultan incómodas, cuando no completamente ilegales. Muchas de las conversaciones en Telegram son, efectivamente, no solo ilegales, sino nefandas por su naturaleza, repugnantes, asquerosas, desagradables o incluso dañinas. Se pueden encontrar desde conversaciones entre amigos o en familia, hasta foros de pornografía infantil, actividad de venta de todo tipo de sustancias, activismo de todas las causas habidas y por haber, terrorismo, fraude, blanqueo de dinero… absolutamente de todo.
Ahora bien: que la naturaleza humana sea tan asquerosa como para hacer ese tipo de cosas no implica que Pavel Durov, por haber creado una herramienta de comunicación no censurable, sea responsable de ello. El responsable es el que lo hace, no el que crea un canal que lo permite. La situación es tan profundamente ridícula como lo que supondría detener y encarcelar al CEO de Correos, o mejor, al de La Poste, Philippe Whal, porque algunos usuarios han usado su servicio para enviarse drogas, para intercambiar fotos de menores desnudos, para amenazar a alguien o para coordinar una actividad terrorista. Es sencillamente estúpido: tanto Correos, como La Poste, como Telefonica, como France Telecom o como Telegram son lo que se denomina un transportista o common carrier, alguien cuya misión es la de transportar algo – en este caso, información – pero que posee total inmunidad frente a la responsabilidad por el contenido transportado, sea por el motivo que sea.
Pretender que de alguna manera Pavel Durov es responsable por el uso que algunos hagan de Telegram es completamente estúpido, por una simple razón: no puede ejercer control alguno sobre ello, porque las comunicaciones están completamente cifradas, y fuera del alcance del transportista. Si no entendemos el concepto de cifrado, a estas alturas sería recomendable volver a la universidad y estudiarlo, seas un ejecutivo de los que viven de explotar el copyright de terceros, un policía antiterrorista o un funcionario de Hacienda, me da igual. Está cifrado, no se puede abrir, y no hay puertas traseras que valgan. Por supuesto, la respuesta de Telegram ha sido clara: que no hay nada que ocultar, que Telegram cumple las leyes europeas y que desde luego, lo que no hay son responsabilidades del fundador y CEO de la compañía.
Porque esa es otra: pasar por las buenas de las responsabilidades civiles de una compañía a las supuestas responsabilidades criminales para su fundador y arrestarlo en el aeropuerto es simplemente demencial, una prueba más de lo enfermiza que se está volviendo la regulación europea. Lo peor de este tema no es que Pavel Durov esté en una cárcel francesa, sino que exista una cadena de mando en la que nadie se haya planteado que esa detención no tiene sentido. Las tristísimas implicaciones de la detención de Pavel Durov es que muchos en el mundo no están preparados para asumir que la libertad de expresión existe, y que nadie, ni ninguna autoridad, ni ningún estado, puede intentar erigirse en «escuchador oficial» de las comunicaciones de toda la población, por nefandas que estas puedan ser.
El tema no hay por donde cogerlo, y francamente, apesta. Esperemos que la cuestión se solucione rápido, que los franceses dejen de intentar erigirse en los patéticos inspectores Clouseau de la libertad de expresión, y que Durov esté en libertad lo antes posible.
Nota:www.enriquedans.com