Un altavoz para el odio de clase
En los últimos años, X (anteriormente conocido como Twitter) se ha degradado de una plataforma de intercambio de ideas a un campo de batalla digital donde el fascismo 2.0 y el tecnocapitalismo propagan un discurso de odio de clase. Lo que solía ser un espacio para la libre expresión, donde personas de diversas ideologías podían interactuar y debatir, se ha transformado en una cloaca donde la toxicidad y la violencia verbal han desplazado cualquier posibilidad de diálogo constructivo. Este cambio drástico no es una casualidad; es el resultado de fuerzas ideológicas y tecnológicas que han reconfigurado las redes sociales en su esencia.
El resurgimiento del fascismo en la Era Digital
El fascismo, una ideología que algunos creían relegada a los libros de historia, ha encontrado en las redes sociales un nuevo canal para diseminar su veneno. Este fascismo 2.0 no se presenta en uniformes ni desfiles, sino en tweets cargados de odio, racismo y xenofobia. El anonimato y la inmediatez de X permiten que este discurso se propague como un virus, infectando mentes jóvenes y moldeando una generación que, sin la intervención adecuada, cae presa de la intolerancia. La descalificación y el ataque personal ocurren incluso dentro de la misma extrema derecha. Un ejemplo claro es el del senador de Formosa por La Libertad Avanza, Francisco Paoltroni, quien, tras rechazar la postulación del juez Lijo para la Corte Suprema, fue blanco de insultos y ataques degradantes en X por parte de la cuenta libertaria @bprearg. Esto refleja un preocupante nivel de violencia verbal incluso entre quienes comparten la misma ideología política.
Tecnocapitalismo: el motor del odio de clase
El tecnocapitalismo, con su insaciable búsqueda de monetización del contenido y maximización de la atención, ha creado un entorno donde el conflicto y la división son altamente rentables. Los algoritmos están diseñados para amplificar el contenido más polarizador, pues esto mantiene a los usuarios más tiempo en la plataforma para maximizar la rentabilidad. X se ha convertido en un altavoz para el odio de clase, donde la brecha entre ricos y pobres se profundiza con cada retweet y cada «me gusta». En este ecosistema tóxico, las redes sociales han dejado de ser un espacio de encuentro para convertirse en trincheras de una guerra cultural y social.
Bots y la manipulación de la opinión pública
Los bots juegan un papel relevante en este ecosistema. Muchos de los comentarios que se ven en X no provienen de personas reales, sino de cuentas automatizadas diseñadas para manipular la opinión pública. Estas operaciones organizadas, conocidas como granjas de bots, han evolucionado desde simples usuarios manuales hasta complejas redes capaces de amplificar mensajes específicos a una escala masiva. Los bots no solo propagan el odio de clase, sino que también distorsionan la percepción de la realidad, creando la ilusión de una mayoría que en realidad no existe. Se manipula la opinión pública, fomentando el silencio y la conformidad ante la supuesta mayoría fabricada.
El miedo al destierro digital y la espiral del silencio
La espiral del silencio, un concepto que describe cómo el miedo al aislamiento lleva a las personas a autocensurarse, se ve exacerbada en las redes sociales dominadas por bots y trolls. Cuando un usuario ve que su opinión es atacada por una supuesta mayoría, puede optar por quedarse callado, temiendo el destierro digital. Sin embargo, esa «mayoría» podría estar compuesta en su mayoría por bots, diseñados para amplificar un mensaje antagónico y silenciar a las voces disidentes. Las redes sociales, en lugar de ser espacios de libre expresión, se convierten en herramientas de control donde la opinión pública se manipula para servir a los intereses de quienes controlan estos ejércitos digitales.
El uso de las redes sociales para la manipulación política: el caso de Elon Musk
El movimiento libertario ha encontrado un terreno fértil en este ambiente para imponer su narrativa y disciplinar a sus detractores. Esta cruzada digital estaría liderada por Juan Pablo Carreira, director de Comunicación Digital; Agustín Romo, diputado de la provincia de Buenos Aires por La Libertad Avanza; y Daniel Parisini, el “GordoDan”, conductor de un programa de streaming en el nuevo canal libertario «Carajo». Si estos tres atacan a alguien en X, cientos de cuentas se lanzan en una cacería digital coordinada, lo que debe generar un debate profundo sobre la influencia de las redes sociales en la política.
Los vínculos entre Carreira, Romo y Parisini con el asesor presidencial Santiago Caputo son evidentes. Caputo, conocido por su influencia en el círculo del poder, ha expandido su control a la SIDE, donde Sergio Neiffert, su actual director, llegó de su mano. Esta semana, la SIDE recibió un aumento de 100.000 millones de pesos para fondos reservados, lo que ha despertado sospechas que parte de ese dinero podría utilizarse para financiar ejércitos de trolls.
La reciente premiación de “GordoDan”, el influyente vocero de Javier Milei, con un Martín Fierro Digital como la «cuenta más influyente en X», destaca cómo esta plataforma ha normalizado el discurso de odio y la polarización. Al dedicar su premio a Alberto Fernández por «destruir al kirchnerismo», se evidencia la legitimación y recompensa del discurso divisivo y agresivo en las redes sociales. Este reconocimiento no solo celebra la influencia de figuras como ‘GordoDan’, sino que subraya cómo la plataforma, bajo la dirección de Musk, se ha convertido en un epicentro de la polarización política y el ataque digital.
Elon Musk: un ejemplo de poder y desestabilización
El caso de Elon Musk y su adquisición de X ofrece un ejemplo concreto de cómo estas plataformas se utilizan para influir en la política global y coordinar ataques digitales. Musk, quien se autodefine como un «absolutista de la libertad de expresión», ha transformado X en un espacio donde figuras de extrema derecha y movimientos libertarios pueden operar sin restricciones. En Brasil, Musk ha sido objeto de una investigación por parte del juez del Supremo Tribunal Federal, Alexandre de Moraes, quien lo acusa de propagar desinformación y obstruir la justicia. Al reactivar cuentas de figuras extremistas, Musk no solo refuerza la agenda libertaria, sino que también contribuye a la desestabilización de democracias emergentes, mostrando cómo el tecnocapitalismo y el poder político están intrínsecamente vinculados en la era del fascismo 2.0.
El impacto en las nuevas generaciones
Las nuevas generaciones, que han crecido con X como parte de su vida diaria, están siendo bombardeadas con esta avalancha inhumana de odio y desprecio. Lo más preocupante es que, para muchos jóvenes, este ambiente tóxico se ha normalizado, y la agresión verbal se ha convertido en la norma. En lugar de ver el mundo a través de una lente de empatía y solidaridad, se les está enseñando a desconfiar y a despreciar a quienes son diferentes. Esta normalización del odio no solo afecta la salud solidaria, sino que también erosiona los valores fundamentales de nuestra sociedad.
El desafío del tecnofeudalismo y la dictadura del algoritmo
El tecnofeudalismo ha llegado para quedarse, redefiniendo las reglas del juego. Las grandes plataformas tecnológicas han logrado concentrar en sus manos un poder sin precedentes, no solo económico, sino también social y político, comparable incluso al de los Estados-nación tradicionales. El control de la información y los datos es el verdadero capital del tecnofeudalismo, y los bots son sus soldados digitales. La lucha contra este nuevo sistema de dominación es un desafío monumental, que exige una reflexión profunda sobre cómo queremos que sean nuestras sociedades en el futuro
Resistencia al Fascismo 2.0
Aunque el panorama parece desalentador, no todo está perdido. Es fundamental que los usuarios de X y de otras redes sociales se unan para promover un discurso alternativo, basado en la empatía y el respeto. Cada tweet de odio puede ser neutralizado con historias que valoricen la diversidad, la solidaridad y la justicia. La lucha es difícil, pero necesaria. En un mundo donde el odio parece estar ganando terreno, el amor, la humanidad y la esperanza deben ser nuestras armas más poderosas. Y las redes sociales pueden ser la herramienta para forjar ese camino, si recuperamos su potencial positivo. Celebrar lo mejor de la condición humana es el camino hacia una sociedad más inclusiva y justa.
Por Claudio Altamirano * Educador, escritor y documentalista argentino. / La Tecl@ Eñe