El mastín de Baskerville o Alberdi

Actualidad 16 de abril de 2024
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El cansado y atribulado vocero presidencial, Manuel Adorni, sostuvo brevemente para no aburrirnos —luego de la reunión con la comandante del Comando Sur, Laura Richardson—: “La posición del Presidente, que implica la postura del gobierno argentino (…), es que efectivamente nuestros aliados van a ser el occidente moderno, van a ser Estados Unidos y seguramente Israel, y seguramente cada uno de los países que esté en esa línea y que propongan civilizaciones modernas, ciudades del futuro y que estén parados en el siglo XXI y por supuesto estar alejado de gobierno con dictadores o que se alejen de las buenas prácticas que nosotros pregonamos (…). Nosotros no tenemos ningún inconveniente ni lo vamos a tener con China y cada uno es libre de comerciar y hacer negocios con el país que se le ocurra, pero nuestro alineamiento está —según marcó el Presidente, ayer— en un sinfín de oportunidades con Estados Unidos y con Israel”.

Es decir, no tendremos relaciones con dictadores —o gobiernos comunistas, como señaló en varias oportunidades el Presidente Javier Milei—, pero no tenemos problemas con China, cuyo liderazgo ejerce el Partido Comunista Chino. En síntesis, hay que volver a Occidente, donde estuvimos en la década del '90.

Tal vez hay que ceñirse a los hechos y seguir el razonamiento lógico que el escritor británico Arthur Conan Doyle puso en la cabeza de su principal personaje: Sherlock Holmes. En la novela homónima, es encontrado el cadáver de Charles Baskerville en Devonshire, Inglaterra. Un médico local acude a Holmes y le cuenta que se habían hallado huellas de un perro enorme y le comparte la leyenda de la maldición que pesa sobre la familia. No es objeto de este artículo spoilear el libro o algunas de sus versiones fílmicas, pero Sherlock Holmes le dice al médico: “Y usted, un profesional de la ciencia, ¿cree que se trata de algo sobrenatural?”, para agregar más adelante, ya en privado, a su amigo y asistente John Watson: “Si la teoría de Mortimer fuese la correcta y tuviéramos que vérnosla con fuerzas que desbordan las leyes ordinarias de la naturaleza, nuestra investigación terminaría antes de empezar” [1].

¿Fue el peronismo el causante de este aislacionismo y de la relación conflictiva con los Estados Unidos, como sostienen algunos medios y académicos?

La Argentina y los Estados Unidos

Las relaciones entre Estados Unidos y la Argentina se han caracterizado por ser “ríspidas” desde fines del siglo XIX hasta la actualidad. En efecto, únicamente durante la dictadura de Juan Carlos Onganía (1966-1970), los gobiernos de Carlos Menem (1989-1999), Fernando De la Rúa (1999-2001) y la actual gestión del Presidente Javier Milei, la Argentina se alineó automáticamente con los Estados Unidos. Una de las críticas al actual Presidente en este tópico afirma que Javier Milei está realizando una mala lectura del escenario internacional a diferencia de los otros gobernantes mencionados previamente: mientras ellos gobernaron durante la Guerra Fría (1947-1991) y el momento unipolar de la potencia norteamericana (1991-circa 2009), en la actualidad esa hegemonía está siendo disputada por China. Por el contrario, la defensa de la actual política exterior se apuntala en dos argumentos: 

  • a) nuestro país pertenece al hemisferio occidental y a un sustrato cultural judeo-cristiano, y
  • b) China es un régimen político autoritario, mientras que Estados Unidos y la Argentina son democracias liberales.

Ahora bien, y como adelantamos, los casos señalados han sido la excepción en la política exterior argentina: más bien, han primado los recelos, desencuentros y desafectos [2]. Avancemos lógicamente.

El 31 de diciembre de 1831, la USS Lexington atacó Puerto Soledad en las Islas Malvinas, saqueando dependencias oficiales y viviendas particulares y capturó a algunos de sus habitantes. Enterados del hecho en Buenos Aires, el ministro Manuel García retiró el exequatur al encargado de negocios estadounidense George Slacum [3] y nuestros países no tuvieron relaciones formales entre 1832 y 1843 [4].

Años después, el gobierno de Julio A. Roca (1880-1886) instruyó al representante argentino en Washington a prestar atención “a ciertas tendencias de predominio a que se consideraba con derecho por su poder en relación con las demás naciones americanas” [5]. En 1889, antes del inicio de la Conferencia Interamericana, el representante argentino en Estados Unidos sostuvo que era “absurda la máxima ‘América para los americanos’ cuando en la República Argentina el comercio, el crédito, los capitales, la inmigración vienen de Europa” [6]. Por su parte, el futuro Presidente Roque Sáenz Peña (1910-1914), representante argentino en la Conferencia, sostuvo: “El comercio lo impone el interés y lo mantienen los provechos (…); no basta pues, que nosotros nos saludemos como amigos y nos estrechemos como hermanos. (…) Los Estados Unidos no son muy dados a creer en la igualdad política de las naciones. (…) El principio de no intervención, que George Washington proclamó universalmente, es sostenido por su posteridad contra Europa, pero el principio contrario se ejerce como derecho propio e indiscutido con relación a las repúblicas hispanoamericanas” [7].

No solamente los liberal-conservadores de la Generación del '80 tenían esa postura, sino también los conservadores de la Restauración Conservadora (1930-1943). En el año 1941, luego del ataque japonés al territorio estadounidense en Pearl Harbor, los Estados Unidos convocaron a la Conferencia de Río de Janeiro para lograr que todo el continente le declarara la guerra al Eje (Alemania, Japón e Italia). Sin embargo, la oposición de la Argentina hizo que la cláusula obligatoria fuera reemplazada por una “recomendación de ruptura de relaciones diplomáticas” [8].

El radicalismo también contrarió a la potencia norteamericana en varias oportunidades. Estados Unidos invitó a nuestro país a participar de la Conferencia de la Liga de las Naciones a finales de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Sin embargo, el Presidente Hipólito Yrigoyen (1916-1922), si bien aceptó la invitación, la condicionó a los principios de universalidad de la Liga y a la igualdad de todos los países, que los derrotados fueran aceptados en igual de condiciones que el resto de los Estados [9]. Años más tarde, el Presidente Arturo Illia (1963-1966) se opuso al envío de tropas argentinas a República Dominicana frente a una nueva intervención estadounidense. El 21 de marzo de 1985, el Presidente Raúl Alfonsín (1983-1989), ante las palabras de Ronald Reagan (1981-1989) sobre la situación en América Central, le respondió: “Vamos a hablar dos Presidentes elegidos por la voluntad de nuestros pueblos. Vamos a tocar, sin duda, los temas bilaterales y también los que hacen a nuestro continente en su conjunto y no estará ajeno a nuestro diálogo el tema de América Central o Nicaragua. Estoy convencido de que a través del diálogo se podrán encontrar fórmulas de paz, que sobre la base del respeto al principio que hace al derecho consuetudinario americano de la no intervención, nos den la posibilidad de lograr un triunfo en las ideas de la democracia y el pluralismo de la democracia, sin injerencias extra continentales y afirmando desde luego, la libertad del hombre”.

Obviamente, el peronismo tampoco escapó a esta lógica.

En definitiva, no se ha tratado de un nacionalismo acérrimo, sino que los imperativos económicos se impusieron en los lineamientos de la política exterior de los gobiernos argentinos desde fines del siglo XIX, en donde la simbiosis económica con el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte no pudo ser reemplazada por los Estados Unidos, en tanto que la economía argentina y estadounidense no se complementaban. Por otro lado, también pesó, en las decisiones de política exterior, la visión de una Argentina que podía gravitar en los escenarios hemisféricos [10].

Estos dos clivajes fueron dando lugar a partir de Perón a una política exterior que desde fines de los años ‘70 del siglo XX conocemos por “autonomía heterodoxa” [11], más pragmática, que busca las agendas de coincidencias, pero manteniendo una postura firme en aquellos temas donde los intereses argentinos podrían verse afectados [12].

El Alberdi que no leemos

Debido a mi deformación profesional politológica —y a que cursé algunos años de ingeniería aeronáutica—, prefiero ceñirme a los datos empíricos y aplicar el raciocinio como sugería Conan Doyle.

Claramente, las citas muestran que las relaciones tensas con los Estados Unidos han sido una constante en la política exterior argentina debido a una visión y proyecto de país de las elites políticas argentinas —apreciación que ha atravesado a todas las ideologías— y a que las economías de la Argentina y de la potencia norteamericana no fueron, no son y no serán complementarias. No es un problema ideológico, sino un problema material y de intereses para nuestro país.

En consecuencia, prefiero seguir los consejos de Juan Bautista Alberdi [13], que en una obra póstuma sostuvo que “los peligros para las Repúblicas [de origen español] no están en Europa. Están en América: (…) los Estados Unidos (…). [Este poder puede] atacar la independencia, no la Europa. La anexión (…) es la conquista sorda de que están amenazadas (…); la Doctrina Monroe era la expresión natural del egoísmo de los Estados Unidos”.

Dejemos al fantasma del mastín de Baskerville descansar en paz y sigamos el consejo de Alberdi, y velemos por nuestros intereses: colaborar donde nos sea beneficioso y no hacerlo en aquellos temas que nos perjudiquen.

 

 

 

 

[1] Doyle, Arthur Conan (2011 [1901]). El sabueso de los Baskerville. Buenos Aires: Ediciones Díada, pp. 352 y 357.
[2] Paradiso, José (1993). Debates y trayectorias de la política exterior argentina. Buenos Aires: GEL.
[3] Pertierra Cánepa, Francisco (2003), “Análisis del proceso Malvinas (perspectiva: historia, poder y política)”. En UCEMA, Documento de Investigación Nº 24. Recordemos que la Doctrina Monroe fue enunciada en 1823 y los Corolarios Hayes en 1880 y Roosevelt en 1904.
[4] Hunt, Michael H. (1987). Ideology and U.S. Foreign Policy. New Heaven: Yale University Press
[5] Paradiso, José (1993), Op. Cit., p. 47.
[6] Íbidem, p. 47.
[7] Íbidem, pp. 47-48. Recordemos que durante los gobiernos liberal-conservadores (1880-1916) se formularon la Doctrina Drago (1902), debido al bloqueo naval de los Gran Bretaña, Italia y Alemania a Venezuela, y la Doctrina Calvo.
[8] Íbidem, p. 88.
[9] Íbidem.
[11] Alfonsín.org (2018), “Discurso ante el presidente de los Estados Unidos Ronald Reagan en los jardines de la Casa Blanca”. Disponible en: .
[12] Rapoport, Mario (2000). Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2000). Buenos Aires: Ediciones Macchi.
[13] Puig, Juan Carlos (1980). Doctrinas internacionales y autonomía latinoamericana. Caracas: Universidad Simón Bolívar, pp. 152-153.
[14] La política exterior del peronismo siempre ha descartado “una ruptura radical” y una subordinación irrestricta con los Estados Unidos. Rapoport, Mario & Spiguel, Claudio (2005). Política exterior argentina. Buenos Aires: Capital Intelectual.
[15] Alberdi, Juan Bautista (1998 [1896]). Política exterior de la República Argentina. Quilmes: Universidad Nacional de Quilmes, p. 45.
 

 

Por Sergio Eissa / El Cohete

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