La historia del “asesino otaku”: las sangrientas ceremonias con las nenas que estranguló y violó después de muertas

Historia 01 de marzo de 2024
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Todo indicaba que la vida de Tzutomu Miyazaki no iba a ser fácil. Ya había tenido problemas desde el útero de su madre cuando nació en Tokio el 21 de agosto de 1962. La mujer sufrió una complicación durante el embarazo y el bebé nació con las articulaciones de sus manos fusionadas. El chico creció y empezó a sufrir las miradas hirientes de la sociedad. En ese caldo de cultivo se gestaba todo el horror que luego de adulto le haría sufrir a sus víctimas.

El origen del monstruo
Miyazaki empezó el colegio y sus extrañas manos con una especie de membrana que juntaba sus dedos eran motivo de burla de sus compañeros de aula. El chico no tenía amigos y se refugiaba en los recreos en las historias de los comics de animé. Mientras tanto, no tenía ningún problema para aprobar todas las materias escolares con muy buenas calificaciones.

Miyazaki era reservado y rara vez participaba en eventos sociales o hacía amigos. A menudo escondía sus manos en las fotos familiares por vergüenza. Sin embargo, parecía disfrutar del dibujo y los cómics mientras estaba solo en casa.

Sus dos hermanas menores, Setsuko y Haruko, consideraban a su propio hermano “repulsivo”, lo que sólo sirvió para aislar aún más a Miyazaki de la realidad. “Si intentara hablar con mis padres sobre mis problemas, simplemente me ignorarían”, dijo a la policía después de su arresto.

El único miembro de la familia que se interesó por Miyazaki fue su abuelo, Shokichi. El chico solía sentarse a charlar con el anciano. Le contaba sus penurias mientras le mostraba sus manos deformes. Shokichi lo acariciaba y trataba de calmar la ira que veía en sus ojos. No lo logró.

Llegó la etapa del despertar sexual adolescente de Miyazaki. Como no había forjado ninguna relación significativa durante su adolescencia, todo lo que sabía sobre sexo procedía del anime, los cómics y las películas de terror.

Los primeros problemas los tuvo en la universidad cuando llevó una cámara de fotos y fotografió las entrepiernas de las mujeres mientras practicaban deportes. Luego, cada noche, seguía leyendo manga y pornografía y viendo películas violentas para apaciguar su creciente apetito sexual.

El impacto de la muerte de su abuelo
Miyazaki se graduó de la universidad en 1983 a los 21 años y luego regresó a la casa de su familia. Sin embargo, fue en mayo de 1988 cuando realmente comenzó el descenso del joven hacia la locura y el horror. Fue el mismo año en el que murió su abuelo, quizás el único cable a tierra del muchacho. Ahora estaba realmente aislado. Atrapado en su propio mundo de fantasía con sólo su pornografía y películas violentas para hacerle compañía.

Por pura desesperación por mantener vivo a su abuelo, Miyazaki se comió algunos de sus restos a escondidas antes de que fueran cremados. Muy rápidamente después de esto, Miyazaki se volvió cada vez más violento. Ahí arranca su raid de violencia sexual y crímenes. “Me sentí completamente solo”, reveló el joven después de su arresto. “Y cada vez que veía a una niña jugando sola, era casi como verme a mí misma”. Lo peor estaba aún por llegar.

Ese mismo año, 1988, fue el descenso del joven japonés hacia el infierno. Cometió su primer crimen El 22 de agosto. Miyazaki vio a Mari Konno, de 4 años, afuera de su casa en Iruma Village, Saitama. Los ojos del muchacho se posaron en la nena mientras manejaba su auto. Atrajo a la nena con el simple truco de prometerle caramelos, la subió a su coche y condujo a toda velocidad hacia las afueras de Tokio.

La nena iba en el asiento del acompañante sin hablar y masticando los caramelos, uno tras otro. Finalmente llegaron a un camino de tierra que conducía a una zona forestal junto a la central eléctrica de Shintama. Allí, Miyazaki salió del auto seguido de cerca por la chica que comenzaba a desconfiar de su extraño acompañante.

El primer golpe del asesino
El asesino llevó a Mari hacia el bosque. Se sentaron debajo de un cerezo y el joven le hizo algunas preguntas a la nena sobre el colegio, su familia y lo que miraba en la TV. En algún momento de esa extraña charla, la menor se dio cuenta que estaba lejos de sus padres y se puso a llorar.

Miyazaki no soportó los gritos y la estranguló en unos pocos minutos. Con los ojos inyectados en sangre y fuera de órbita, el asesino terminó su faena. Desnudó a la menor y la violó. Un par de horas después, el joven conducía de regreso a casa con la ropa de Mari en el asiento del acompañante. Se había iniciado el raid del despiadado asesino serial.

La perversión de este criminal avanzó un paso más. Unos meses después de ese primer ataque envió a los padres de Mari Konno una caja repleta de horror. El recipiente de cartón contenía una imagen del vestido de la nena el día de su desaparición, dientes pequeños y un mensaje: “Mari. Cremado. Huesos. Investigar. Probar”. El asesino serial comenzaba a dejar pistas para que la policía frene su locura.

Luego de su primer crimen, el joven volvía todas las semanas a la escena para chequear el estado del cuerpo de su víctima. En su última visita, le quitó las manos y los pies al cadáver y los guardó en su armario.

Ese mismo año, Miyazaki secuestró a su segunda víctima, Masami Yoshizawa, de 7 años. Otra vez, vio a la nena caminando sola y se ofreció a llevarla en su auto. Y también, la llevó a un bosque solitario. Allí, entre las hojas secas del otoño asesinó a la chica y luego la violó. En este caso, también abandonó el cuerpo desnudo y se llevó la ropa de la víctima a su casa.

La noticia llegó a los diarios sensacionalistas de Japón. Un asesino de niñas andaba suelto por las rutas de las afueras de la ciudad. Lo nombraron como “Asesino Otaku, el criminal de niñas pequeñas”.

Miyazaki siguió con su loca carrera de crímenes. Erika Namba, de 4 años, fue secuestrada, también. mientras caminaba hacia su casa por una ruta. Esta vez, Miyazaki la obligó a entrar en el coche y a quitarse la ropa en el asiento trasero.

Tsutomu Miyazaki le tomó fotos y la asesinó con sus manos. En lugar de dejar su cuerpo en la escena del crimen, la metió en el baúl de su coche debajo de una sábana. La familia de Erika Namba también recibió una nota inquietante, recopilada a partir de recortes de revistas. Decía: “Erika. Frío. Tos. Garganta. Descansar. Muerte.”

Poco tiempo después, Miyazaki secuestró a Ayako Nomoto, de 5 años, en junio de 1989. La convenció para que le permitiera tomarle una imagen, luego la asesinó y se llevó el cadáver a su casa.

Ritos sexuales y canibalismo
Allí realizó las ceremonias que quizás copió de algunas de las películas de terror que solía mirar de adolescente. Fueron dos días de abuso sexual del cadáver y masturbándose. Luego, desmembró el cuerpo y se tomó la sangre de la nena. Incluso le mordisqueó las manos y los pies.

Tan pronto como comenzó a descomponerse, Miyazaki guardó el cuerpo de su víctima en un armario de su casa.

Mientras tanto, la policía empezaba a pisarle los talones. Las pericias lograron identificar los restos de la segunda víctima del asesino serial. Miyazaki vio la noticia por TV y le envió a los padres una carta. “Antes de darme cuenta, el cadáver de la nena se había puesto rígido. Quería cruzar sus manos sobre su pecho pero no se movían. Muy pronto, el cuerpo se llena de manchas rojas. Después de un tiempo, el cuerpo se cubre de estrías. Antes estaba muy rígido, pero ahora se siente como si estuviera lleno de agua. Y huele. Cómo huele. No se parece a nada que hayas olido jamás en todo este mundo”.

La caída
El asesino otaku finalmente fue detenido cuando intentaba su quinto secuestro. En julio de 1989, Miyazaki vio a dos hermanas jugando en un jardín. Logró separar a la menor de su hermana mayor y arrastrarla hasta su auto. La hermana mayor corrió a buscar a su padre, quien llegó y encontró a Miyazaki tomando fotos de su hija.

El padre atacó a Miyazaki y sacó a su hija del coche. El asesino huyó corriendo, pero cuando intentó volverá recuperar su coche fue emboscado por la policía. Los horrores habían llegado al final.

En el apartamento de Miyazaki, la policía encontró más de 5.000 videos de abusos de cadáveres. También encontraron fotografías de sus otras víctimas y piezas de su ropa. Y, por supuesto, descubrieron el cuerpo de su cuarta víctima, en descomposición en el armario de su dormitorio, sin sus manos.

Durante todo el juicio, Tsutomu Miyazaki permaneció increíblemente tranquilo. Los periodistas señalaron en las crónicas del momento que se mostró casi indiferente ante su arresto y que no le molestaba en absoluto las cosas que había hecho ni el destino que le esperaba.

Cuando lo interrogaron por sus crímenes, culpó a “Rat-Man”, un alter ego que vivía dentro de él y lo obligaba a hacer cosas terribles.

Pese a los intentos de su defensa de hacerlo aparecer como débil mental, los jueces lo condenaron a la pena de muerte por sus crímenes. En 2008, Tsutomu Miyazaki fue ahorcado.

Nota:infobae.com

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