La asesina en serie que mató a sus tres maridos, a sus cinco hijas y a decenas de personas antes de esfumarse para siempre

Historia 12 de enero de 2024
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Demoraron años en descubrir que era una asesina serial sin escrúpulos, pero ya era tarde: Belle Gunness había desaparecido de la faz de la tierra y nadie puso saber a ciencia cierta si había muerto en el incendio que devoró su granja y consumió a sus tres hijos o si los mató ella misma y fraguó su muerte usando el cadáver decapitado de otra mujer.

Así comenzó el misterio nunca resuelto del destino de la mujer que nació en Noruega con el nombre de Brynhild Paulsdatter Størseth y que quedó registrada en la historia criminal de los Estados Unidos como Hell’s Belle (Belle del infierno), Lady Bluebeard (la señora Barbazul) y también simplemente como como la “Viuda Negra”, por su costumbre de asesinar a maridos, amantes e, incluso, a sus propios hijos para cobrar seguros de vida.

Nunca se supo con exactitud cuántas fueron sus víctimas, pero se calcula que en su carrera criminal -entre fines del siglo XIX y principios del XX- presumiblemente mató a sus cinco hijos biológicos y a su hija adoptiva, así como a sus dos maridos, a una o tal vez a dos hijas de su segundo esposo, a varios pretendientes, y a una treintena de obreros agrícolas que trabajaban en su granja.

Su vida, sus crímenes, su habilidad para eludir a la justicia y la escena -real o ingeniosamente montada- de su muerte dieron lugar a relatos que la convirtieron en una leyenda donde realidad y ficción se mezclaron hasta confundirse, pero no a dilucidar con exactitud cómo cometió las decenas de homicidios que la llevaron a ser una de las asesinas más famosas del mundo.

Después de su incierta muerte, ocurrida o no en 1908, durante décadas hubo personas que dijeron haberla visto en San Francisco, en Chicago, en Los Ángeles o en Nueva York, pero nunca se la identificó con certeza. En cuanto al cuerpo decapitado y calcinado en la granja, jamás se supo si le pertenecía o no.

De Noruega a los Estados Unidos
Brynhild Paulsdatter Størseth nació pobre en un pequeño pueblo de pescadores de la costa oeste de Noruega un día incierto de 1859. De chica supo que ni la pobreza ni el frío nórdico eran lo suyo y que para llevar la vida que soñaba -con buen clima y dinero- debía irse de ahí para probar suerte en otro lugar.

Tenía 24 años cuando pudo embarcarse para cruzar el Atlántico, llegar a los Estados Unidos, y recalar en Chicago con sólo sus atractivos y su ambición a cuestas.

Corría 1883 cuando conoció a su primer marido, Mads Sorenson, un hombre conservador, deseoso de formar una familia, un deseo que cumplió con Belle adoptando a tres huérfanas llamadas Jennie, Myrtle y Lucy.

Los testimonios de los vecinos coinciden en que parecían formar una familia feliz, a pesar de que a la tienda de Mads no le iba muy bien, por no decir que daba continuas pérdidas. Ese saldo en rojo, sin embargo, se solucionó de la noche a la mañana cuando un feroz incendio devoró el negocio y también la casa en que vivía la familia.

Esa vez no murió nadie y las pérdidas se convirtieron en ganancias cuando Mads y Belle cobraron el seguro que oportunamente habían contratado por el negocio y la vivienda.

Pero la muerte no demoraría en golpear a la puerta de la nueva casa de la familia Sorenson. A principios de 1890, Mads murió de repente, cuando nada permitía preverlo porque era un hombre con salud de hierro.

El certificado de defunción decía que la causa era un infarto de miocardio. Con ese documento, Belle se presentó en dos compañías de seguros, para obrar otras tantas pólizas que tenían como beneficiaria a la inconsolable viuda por un total de 8.000 dólares, una verdadera fortuna para la época.

Segundo marido en Indiana
Con ese dinero, más el de la venta de la casa y el remanente que le quedaba del seguro por el incendio, Belle tomó a sus tres hijas adoptivas y se trasladó a Indiana, con el proyecto de instalar una granja.

Encontró un lugar ideal, a muy bajo precio. Se trataba de una ubicada en las afueras, con una buena extensión de campo que hasta no hacía mucho había funcionado como prostíbulo. Al morir la madama y dueña del establecimiento, nadie había querido comprarlo debido a su mala fama, pero Belle vio en eso una oportunidad.

La mujer y sus hijas fueron muy bien recibidas por los vecinos. Vieron en esa familia y su emprendimiento campestre, una oportunidad para borrar el pasado vergonzante del lugar gracias al emprendimiento productivo que se iniciaba y que, además, generaría trabajo.

En Indiana, Belle también conoció a un viudo con dos hijas llamado Peter Gunness, con quien se casó pocos meses después. Gunness -de quien Berta adoptó el apellido para no dejarlo nunca- se mudó con sus hijas a la granja, donde conformaron una gran familia con cinco hijas compartidas.

Pero ese clima idílico pronto se vio ensombrecido por una desgracia: no llevaban más de dos meses de convivencia cuando la hija menor de Peter falleció por causas misteriosas. Y esa no fue la única muerte, porque antes de cumplir el año de casados, Peter también falleció.

Según el testimonio de Jenny -la hija mayor de Belle-, cuando estaba trajinando en la cocina escuchó un grito desgarrador de su madre en una de las habitaciones superiores de la casa. Subió las escaleras corriendo y encontró a su madre tapándose la cara con las dos manos y al bueno de su padrastro desparramado en el piso, con un charco de sangre alrededor de la cabeza rota. Su madre le dijo que la enorme picadora de carne que utilizaban en la granja se había caído y golpeado a Peter en el cráneo.

Aunque el caso no estaba muy claro y el relato de la adolescente Jenny -casi calcado del de su madre- tenía ciertos puntos oscuros, la muerte quedó catalogada como un accidente.

Unos días después, Belle cobró el seguro de vida que Peter había contratado a su favor apenas unas semanas antes.

Eso hizo que la policía volviera sobre el caso e interrogara a Belle, que repitió su versión. Cuando el sheriff quiso hablar con Jenny, la madre le dijo que ya no vivía con ella, que estaba estudiando en un colegio de San Francisco.

A Jenny nunca se la volvió a ver. No regresó a la granja ni se encontraron tampoco registros de su paso por el colegio.

“Corazones Solitarios”
Belle dejó pasar un tiempo prudencial desde la muerte de Peter, antes de comenzar a publicar avisos en los diarios -en la sección de “Corazones Solitarios”- buscando una nueva pareja. No era un anuncio cualquiera: quien quisiera tener una cita con ella, debía ir a Indiana y llevar dinero para invitarla a salir y hacerle un regalo que demostrara su interés.

En los meses siguientes, se fueron presentando decenas de hombres, pero Belle no parecían tener suerte, porque no se los volvía a ver. A los vecinos, la viuda que quería rehacer su vida, les decía que se habían ido.

La viuda tampoco parecía tener suerte con los jornaleros que, uno por uno, iba contratando para trabajar en la granja. Todos desaparecían antes de un mes. Belle solía decir que se habían ido o que los había despedido porque no eran buenos trabajadores.

Solo después del incendio de la granja se sabría la verdad, tanto sobre los pretendientes como sobre los jornaleros.

El novio que no fue
En la primavera de 1907, Belle seguía sin una pareja estable, pero contrató a un carpintero de 30 años llamado Ray Lamphere para que la ayudara en la granja. El hombre no sólo encontró trabajo sino también vivienda, porque se quedó a vivir allí.

Era bastante más joven que la viuda y, según se jactaba ante otros hombres en sus noches de copas, se convirtió en el amante de Belle. Para reafirmar sus dichos, solía mostrarles los regalos que ella le hacía, desde un costoso reloj hasta trajes y sombreros.

Pero Lamphere pronto sufrió una dura desilusión. Luego de un corto viaje, Belle volvió a Indiana acompañada por otro hombre y anunció que se iban a casar. Se llamaba Andrew Helgelein, era más joven que la viuda y, además, adinerado.

Belle despidió a Lamphere diciéndole que sus servicios ya no hacían falta y el carpintero, despechado, se fue prometiendo venganza, mientras la pareja preparaba todo para el casamiento.

Pero Belle y Andrew nunca llegaron a dar el sí. Una semana después, el pretendiente se esfumó y la novia, llorosa, dijo que la había abandonado.

Solo tiempo después -cuando Belle ya se había esfumado- se supo que, antes de llegar con Berta a la granja y anunciar la boda, Helgelin había sacado todo el dinero que tenía en un banco de Dakota del Sur. Cuando la cajera le preguntó por qué lo hacía, le respondió que iba a casarse.

El testamento y el incendio
Sin Helgelein y sin Lamphere -que seguía hablando más de ella en el pueblo-, a principios de 1908 Belle contrató a otro jornalero para que la ayudara en la granja. Se llamaba Joe Maxson y pronto se quedó a vivir también en la casa. Era un hombre amable, buen trabajador y además solía amenizar las veladas de la viuda y sus hijas tocando el violín.

En abril de ese año, Belle comenzó a mostrarse preocupada frente a los vecinos, a quienes les dijo que Lamphere seguía amenazándola. No se conformó con eso: primero presentó una denuncia policial y el 27 de ese mes, visitó a un abogado para hacer su testamento. Al hombre de leyes le dijo que temía que Lamphere acabara con su vida y que creía que cualquiera de esas noches le incendiara la casa.

Decidió dejar sus propiedades a sus hijos o, en caso de su muerte, al orfanato Orphan’s Home. El abogado le indicó que ese no era el nombre oficial del orfanato y que necesitaba un día o dos para conseguir el verdadero nombre. Sin embargo, la viuda le dijo con desesperación: “¡No hay tiempo para esperar!”. Aunque no muy convencido, el abogado consintió hacer el testamento y colocó su nombre en la parte inferior del documento junto al de Belle.

La mañana del 28 de abril de 1908 la granja de Belle Gunness comenzó a ser devorada por las llamas de un fuego intencionado. En ella se encontraban Belle, de 48 años, y sus hijas.

Joe Maxson, que estaba trabajando en el campo, trató de salvar a la madre y las chicas, pero no los encontró ni respondieron a sus gritos. Dos vecinos, Clifford y Humphrey, corrieron a ayudarlo, pero ya nada se podía hacer: la vivienda estaba siendo consumida por el fuego y nadie podría salir con vida de adentro.

Cuando todo quedó en cenizas, se encontraron los cuerpos de las tres hijas de Belle y el de una mujer sin cabeza que los policías no pudieron identificar pero supusieron que se trataba de la viuda.

Ese pareció ser el triste final de la vida de Belle Gunness.

Las sospechas de un hermano
Como el cuerpo de la mujer apareció decapitado, la policía, los periodistas locales y la justicia coincidieron en que se había tratado de un asesinato seguido de un incendio intencional para borrar los rastros.

Tuvieron que sumar dos más dos para encontrar al presunto culpable: el despechado Ray Lamphere, que había clamado a los cuatro vientos que se vengaría de Belle. Lo detuvieron y, aunque el hombre juró inocencia con la misma vehemencia con que había prometido venganza, lo llevaron a juicio acusado de cuatro muertes.

Durante el juicio empezaron a surgir muchas preguntas: ¿Por qué tantos pretendientes de Belle habían llegado a la ciudad y habían desaparecido dejando atrás sus pertenencias personales? ¿Dónde estaba Jennie? ¿Por qué no había aparecido para reclamar su herencia?

El panorama se hizo más confuso todavía con la aparición de Asle Helgelein, el hermano mayor de Andrew. El hombre había leído en los diarios sobre el incendio y la muerte de Belle Gunness y quería saber qué había ocurrido con su hermano.

Relató que Andrew se había puesto en contacto con Belle a través de la columna de El Skandinaven, donde las mujeres inmigrantes escribían para encontrar marido. En sus cartas, Belle se presentaba como “una buena mujer noruega” que deseaba un fiel marido, amante y proveedor para ella y su familia.

También mostró una carta en la que Belle le escribía a Andrew que no enviara dinero en efectivo a través de un banco sino que llevara sus fondos cosidos en el interior de su ropa interior y que no comentara nada con nadie, “ni siquiera a su pariente más próximo. Que esto sea un secreto entre nosotros dos y nadie más. Probablemente habrá otros muchos más secretos, ¿no le parece?”.

Una escabrosa excavación
Como al principio la policía no le dio mucha importancia al testimonio de Asle Helgelein, éste decidió investigar por su cuenta. Con la ayuda de Joe Maxson, comenzó una excavación en los terrenos de la granja y no tardaron en encontrar botas, ropas, un reloj… y un cuerpo desmembrado.

“¡Ese es mi hermano!”, gritó Asle, horrorizado.

Después de ese hallazgo, un equipo policial se hizo cargo de seguir excavando. Pronto aparecieron cuatro cuerpos más. Los de dos hombres y dos mujeres, una de las cuales fue identificada como Jennie, que no había ido a estudiar a San Francisco sino que había sido asesinada por su propia madre.

Durante los días siguientes fueron apareciendo nuevos cadáveres. Algunos pertenecían a esos pretendientes que habían desaparecido sin dejar rastros, otros a jornaleros que supuestamente Belle había despedido.

¿Dónde está Hell’s Belle?
Los descubrimientos causaron una conmoción sin precedentes en el pueblo de La Porte, Indiana, que pronto se esparció por todo el país. El caso de Hell’s Belle, o la señora Barbazul, como empezaron a llamarlo los medios, además de espanto abría nuevos interrogantes.

El cadáver decapitado que había aparecido en la casa incendiada era el mayor misterio de todos: ¿Pertenecía a Belle o a otra mujer que la propia viuda había matado para que la creyeran muerta y así poder escapar?

La cabeza nunca apareció. Sin embargo, el dentista de Gunness, Ira Norton, dijo que si encontraban entre los escombros la dentadura postiza de Belle él podía identificarla. Le había hecho, hacía unos meses un juego de seis dientes de porcelana apoyados en oro.

Unos días después localizaron la dentadura de Belle, pero eso tampoco permitió identificarla con seguridad. Una criminal tan hábil y despiadada -porque los cadáveres encontrados en la granja no dejaban dudas sobre eso- bien pudo haber dejado allí la dentadura para reforzar su intención de que la creyeran muerta.

Belle Gunnes se convirtió así en una leyenda criminal, pero también en un fantasma al que, cada tanto, alguien creía haber visto. Durante más de dos décadas, la policía siguió recibiendo denuncias de personas que estaban seguras de haber identificado a la temible Hell’s Belle.

En 1931 -23 años después del incendio de la granja- la policía de California creyó haber encontrado a Gunness cuando detuvo a una anciana con documentos a nombre de Esther Carlson, acusada de haber envenenado a su pareja para cobrar un seguro de vida.

La mujer, que realmente tenía algún parecido con la asesina prófuga, murió de muerte natural mientras esperaba el juicio sin que se desvelara el misterio.

Nota:infobae.com

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