





"Algunas cosas se hacen tan nuestras que las olvidamos"


Antonio Porchia
En el ámbito de la neurociencia, el olvido no solo es un fenómeno natural sino también un aspecto esencial del funcionamiento cerebral. Sigmund Freud ya lo había enunciado como un mecanismo de relegación de procesos reprimidos al inconsciente, con un profundo impacto en nuestra psique, una visión que encuentra respaldo en estudios neurobiológicos contemporáneos.
Considerado desde una perspectiva neurológica, el olvido es una función necesaria de la memoria. Recordamos principalmente aquello que posee una carga emocional significativa, llevando a la concepción de la memoria más como un proceso de olvido que de recuerdo.
Lejos de ser un defecto, el olvido juega un papel crucial en la retención de ciertos recuerdos. Los procesos no recordados inducen cambios tanto funcionales como estructurales en el cerebro. El volumen de información olvidada supera con creces al de la información retenida, siendo fundamental para el aprendizaje y la toma de decisiones. La información se filtra, manteniendo activos procesos neurológicos subconscientes, dado que sería imposible recordarlo todo.
Actualmente, la discusión científica gira en torno del impacto del olvido en la cognición. Hay memorias que, sin ser evocadas conscientemente, generan cambios en el sistema nervioso. Esto es especialmente evidente en niños pequeños, de hasta aproximadamente 3 años, cuando comienzan a formar recuerdos conscientes. Aunque, ciertos tipos de memoria, como las emocionales o procedimentales, se activan solo en contextos específicos, influyendo en el comportamiento posterior.
Entonces, en la niñez temprana, hasta los 3 años, se observan mecanismos fisiológicos de olvido asociados a un recambio neuronal en el hipocampo cerebral. Los recuerdos de esta etapa se estabilizan inicialmente de manera difusa y luego de forma más concreta.
Algunas investigaciones, como las de Patricia Bauer y Matina Larkina, de la Universidad de Emory, muestran que los niños de 5 años recuerdan menos del 40% de sus primeras vivencias y hacia los 9 años ya no recuerdan casi nada. Este olvido no significa que estos primeros años no impacten en nuestro desarrollo cerebral y psíquico. De hecho, experiencias tempranas, tanto positivas como negativas, pueden dejar huellas profundas.
Existen varios trabajos realizados con estimuladores de neurogénesis del hipocampo que señalaron que las ratas olvidaban más rápido sucesos traumáticos. Algo parecido se piensa sobre el mecanismo productor de la amnesia en el infante. Ya en el adulto, la posibilidad de neurogénesis hipocampal es muy baja, algo que se confirma en la enfermedad de Alzheimer, en la que aumenta la muerte neuronal en el hipocampo, sin posibilidad de reversión.
La memoria consciente, o declarativa, está sujeta a constantes procesos de olvido. Existe un "peaje emocional" en cada evento recordado, regulado por la amígdala cerebral en contextos emotivos. Los recuerdos con una mayor carga emocional son los que finalmente perduran.
Un estudio interesante sobre el olvido fue realizado por Roland Benolt y Michael Anderson, de la Universidad de Cambridge, quienes describieron dos mecanismos importantes: el olvido por represión y el olvido por sustitución. En el primero se observó mediante resonancia magnética funcional que al pedirle a las personas que no recordaran una lista de palabras se activaba la corteza prefrontal dorsolateral, pero no el hipocampo. En el olvido por sustitución, al cambiar listas de palabras, se activaron áreas diferentes del cerebro, incluyendo el hipocampo.
La memoria inconsciente
El hipocampo, esencial en el almacenamiento de recuerdos, juega un rol crucial en estos procesos. David Glanzman, de la Universidad de California, demostró que la cantidad y la ubicación de las sinapsis en este órgano pueden alterarse, permitiendo la regeneración de recuerdos a través de enzimas y proteínas.
No toda memoria se manifiesta conscientemente. Existen memorias inconscientes, como la emocional, de procedimiento y adictiva, que conforman nuestra personalidad y sus patologías. Investigadores como Anderson y Taylor Schmitz, de la Universidad McGill, identificaron un componente de estimulación prefrontal e inhibición hipocampal en la represión consciente de información. Estos revelaron un aumento en la actividad del neurotransmisor inhibitorio GABA en el hipocampo, sugiriendo que ciertas tratamientos podrían implicar una menor inhibición de esta región cerebral, abriendo nuevas ideas.
Jack London escribió: "Ser capaz de olvidar significa cordura". En la investigación de la memoria se acepta, cada vez más, que esta función cognitiva depende más del olvido que del recuerdo. Esta idea llevó a los neurocientíficos a explorar los mecanismos neurológicos detrás del olvido. El olvido, más vasto que lo que retenemos, es esencial para un funcionamiento cerebral eficiente y para el aprendizaje, elementos claves en la toma de decisiones. La selección constante de información, aunque no elimina completamente los procesos neurológicos subconscientes, es vital.
El sueño REM juega un papel importante en el olvido ya que se cree que, durante esta fase, el cerebro descarta los recuerdos sin impacto emocional, conservando solo los significativos.
Un grupo conducido por Benjamin Storm y Sean Stone, demostró otro mecanismo: guardar la información en un sistema y decirle a los probandos que se olviden de la información que se grabó. Estas personas mejoraron la performance para nuevos recuerdos. Lo cual demuestra la utilidad y la plausibilidad de los sistemas de grabación de la información. Es decir, el sistema nervioso no gasta energía por demás, así como tampoco capacidad de grabado al operar la memoria.
Los fenómenos patológicos del olvido, observados en enfermedades como el Alzheimer, ocurren cuando se interrumpe la formación de nuevos recuerdos en el hipocampo. Los estudios sugieren que, aunque las sinapsis cambien, la información puede mantenerse y regenerarse, abriendo posibilidades para terapias que faciliten el olvido de recuerdos traumáticos.
El olvido no es una falla sino una parte esencial de nuestro cerebro para gestionar la información. Las terapias actuales, especialmente en casos de estrés postraumático, trabajan con recuerdos problemáticos, buscando mejorar la calidad de vida de los pacientes. El olvido, lejos de ser un defecto, es un componente crucial de nuestra salud tanto mental como cognitiva y cultural.
Por Ignacio Brusco * Neurocientífico y profesor. Decano de la Facultad de Ciencias Médicas (UBA). PhD en Medicina y en Filosofía. / BaeNegocios





