Temor predictivo, probable causa del resultado electoral

Actualidad31 de octubre de 2023
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"La ilusión de que entendemos el pasado fomenta el exceso de confianza en nuestra capacidad para predecir el futuro"

Daniel Kahneman

El miedo puede ser un proceso intuitivo de supervivencia, que hasta puede atravesar una decisión electoral generando un temor predictivo muy influyente.

En el complejo entramado del sistema nervioso humano se gesta una habilidad asombrosa: la capacidad predictiva. Este fenómeno se despliega en el tejido sináptico, donde se fusionan variables sensoriales y cognitivas para evaluar probabilidades de eventos futuros. Este proceso, intrínsecamente humano, se encuentra arraigado en nuestros ancestros primates y, como sugieren los estudios, precedió incluso al lenguaje verbal.

El cerebro humano, mediante el uso de sistemas estadísticos innatos como el propuesto por Thomas Bayes, evalúa riesgos y beneficios. Esta integración de información nos permite tomar decisiones inmediatas, intermedias o tardías, conjugando lo instintivo con lo racional. Sin embargo, este proceso no puede operar en solitario. La mente humana, en su complejidad, también se adentra en el razonamiento lógico, especialmente en lo que refiere a decisiones de mediana complejidad.

En tiempos de crisis epidemiológicas, como la pandemia, este complejo entramado cerebral se pone a prueba. Las decisiones se vuelven cruciales y, paradójicamente, más difíciles de tomar. Aquí, la interacción entre lo instintivo y lo lógico alcanza su máxima expresión. Los mecanismos intuitivos, a menudo inconscientes, se entrelazan con sectores corticales y emocionales, generando una ruta automática del pensamiento.

El miedo, esa emoción palpable que se apodera de nosotros en situaciones concretas e inmediatas, actúa como un reflejo agudo ante circunstancias específicas. No obstante, cuando este temor se convierte en ansiedad se transforma en algo más difuso, global y con un menor riesgo inminente. La ansiedad, en su esencia, es una función fisiológica que contextualiza, agudiza la atención y flexibiliza nuestra cognición cuando todo está en orden. Durante ese estado ansioso, nuestra conducta puede tomar distintos rumbos: la evitación, como un intento de eludir lo desconocido, o la observación, una forma de enfrentar el miedo y transformarlo en conocimiento. Este patrón se observa no solo entre los humanos sino también en el reino animal. Según señaló el neurocientífico Dominik Bach, de la Universidad de Zurich, tanto animales como seres humanos comparten una zona cerebral crucial: la parte anterior del hipocampo. Esta región se encarga de evaluar riesgos y de guiar nuestra conducta, ya sea hacia la evitación o hacia la aproximación.

Así, en la complejidad de nuestra mente y la sutil danza entre miedo y ansiedad encontramos un vínculo innato que nos conecta no solo con nuestro entorno sino también con el reino animal. Un recordatorio de que, en el fondo, todos compartimos la lucha y la búsqueda de equilibrio ante lo desconocido.

En este contexto, los cerebros lógicos se convierten en los pilares de la toma de decisiones. La inteligencia bayesiana, esencialmente humana, se revela como un recurso invaluable. Aquellos capaces de combinar la inteligencia racional con la empatía emocional y la autoevaluación crítica de las creencias arraigadas se destacan. Estos individuos, equipados con la capacidad de tolerar la incertidumbre, se convierten en guías en medio de la crisis.

"La habilidad para hacer predicciones, ya sea en el corto plazo o en el largo plazo, implica una compleja amalgama de componentes tanto conscientes como inconscientes. En el ámbito inmediato, nuestros instintos y percepciones sutiles nos guían, mientras que la intervención consciente y el análisis meticuloso cobran mayor relevancia en el largo plazo.

El genial físico alemán Niels Henrik David Bohr, con su aguda perspicacia, nos recordaba la dificultad inherente en predecir el futuro: "Hacer predicciones es muy difícil, especialmente cuando se trata del futuro". En este contexto, respetar nuestros instintos se revela como una postura sabia y, a menudo, subestimada.

Los individuos que comprenden esta complejidad, que son capaces de sintonizar con su intuición sin menospreciar el poder del pensamiento consciente, se destacarán en la toma de decisiones asertivas y en la consecución de sus objetivos. En última instancia, la sabiduría radica en encontrar el equilibrio entre el impulso natural y la reflexión deliberada, en un mundo en donde la incertidumbre y la certeza coexisten de manera intrincada. 

En el enfrentamiento de propuestas electorales impredecibles, la mente humana se convierte en un campo de batalla entre lo intuitivo y lo lógico. La integración inteligente de ambos sistemas se convierte en la clave para tomar las mejores decisiones. La ciencia nos enseña que somos productos de nuestros genes y de nuestro entorno, pero también somos arquitectos de nuestro destino a través de la sabia combinación de nuestros dones innatos y la razón.

Por Ignacio Brusco * Neurocientífico y profesor. Decano de la Facultad de Ciencias Médicas (UBA). PhD en Medicina y en Filosofía. Director / BaeNegocios

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