Involución cultural

Actualidad01/07/2025
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batallas culturales que las nuevas derechas en auge en el turbulento mundo de hoy prometen nuevos futuros, aunque, en realidad, entregan pasajes hacia el pasado. Es una característica de los populismos (los de izquierda y de derecha se dan la mano en cuanto a su matriz esencial) la de ilustrar el futuro con los colores de un pasado imaginario, idealizado, al que se ilusionan con regresar. En general ese regreso significa desvalorizar o ignorar avances esenciales de la humanidad, que tuvieron su propia manera de expresarse en cada país y en cada cultura. La mayoría de esos avances son morales, como el establecimiento de los derechos humanos, la transformación del papel de las mujeres en la sociedad, el repudio del machismo y diversas formas tóxicas aun vigentes de la masculinidad, el establecimiento de convenciones laborales que humanizaran el trabajo, la abolición de la esclavitud, la extensión del alfabetismo, la penalización del trabajo infantil (al cual algún “filósofo” libertario llegó a elogiar e incitar), la sanción de derechos civiles, la libertad de culto, la libertad de expresión y otras cuestiones impensadas un siglo atrás, es decir hace poco si se toma en cuenta que, en la cronología de la historia, cien años son apenas un parpadeo en comparación con la extensión de la vida humana individual. A pesar de las aberraciones del tiempo presente, y al margen de su cumplimiento fiel o incompleto, los ítems mencionados aquí hacen que, respecto de un cercano tiempo anterior, vivamos hoy en un mundo mejor. Es justamente la vigencia de muchos de estos avances la que los naturalizó, al punto en que se viven como si hubiese sido siempre así y se termina por desvalorizarlos.

Cuando se escucha a los “guerreros” de las batallas culturales en las que se proponen combatir las nuevas derechas se puede advertir fácilmente lo vetustas que éstas son desde el punto de vista ideológico. Las nuevas derechas son literalmente reaccionarias. Reaccionan contra todo progreso moral, se aferran con añoranza a lo más oscuro del pasado. Y no advierten cuánto terminan por parecerse a algunos de sus proclamados enemigos. En la reciente colección de ensayos del filósofo, sociólogo y crítico cultural esloveno Slavoj Zizek titulada Contra el progreso éste lo describe muy bien. “La agenda de la nueva derecha gira en torno a cuatro temas centrales”, escribe Zizek. “La oposición a las preocupaciones medioambientales, la inmigración y los derechos Lgbtq+ y en contra de los multiculturalistas que, según temen, socavan su identidad étnica o cultural”. La considera asimilable a la agenda del fascismo y a la de los movimientos terroristas de diferente cuño. “La conclusión que se impone, reflexiona Zizek, es que los populistas de la nueva derecha están en sintonía con los fundamentalistas musulmanes a quienes dicen oponerse”. El pensador esloveno no elude mencionar la hipocresía de la izquierda woke que, con una culpa falsa y falaz, en lugar de reforzar y sostener muchos de los logros antes mencionados termina por debilitarlos actuando con la misma intolerancia y similares recursos que la nueva derecha. Ocurre inevitablemente que los aparentes peores enemigos son, cuando se los observa con atención, gemelos separados al nacer.

Zizek advierte que mientras no quede en claro qué se quiere decir con igualdad, libertad, derechos humanos, pueblo, emancipación y demás será imposible recuperar y poner en práctica la verdadera esencia de estas nociones, que resultarán desperdiciadas y deshonradas por unos y combatidas por otros. De manera que cualquier idea (de derecha o de izquierda) acerca de revolución cultural será solo una involución. El regreso a tiempos peores.

Por Franco Sinay * Escritor y periodista. Perfil

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