La automoción tradicional quiere matarnos a todos

Actualidad28/09/2023
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Mi columna de Invertia de esta semana se titula «Automoción: una industria irresponsable», y trata de expresar el enorme asco que siento ante una industria profundamente irresponsable capaz de proyectar la fuerza de sus lobbies para conseguir que la legislación que se ha planteado por el bien de todos y para evitar algo tan existencial e importante como la emergencia climática que vivimos, pase completamente a un segundo plano para que ellos puedan facturar un poco más mientras terminan de matar cualquier posibilidad de que la especie humana pueda sobrevivir en este planeta.

En el Reino Unido, la industria del automóvil ha conseguido que el primer ministro Rishi Sunak retrase la fecha límite de comercialización de automóviles con motor de combustión interna en cinco años, de 2030 a 2035, como si en 2035 fuese a quedar algo que preservar. Es un retraso tan asqueroso e impresentable, únicamente al servicio del deseo de una industria de posponer el cambio y seguir comercializando una chatarra asquerosa que nos envenena a todos, que debería llevarnos a plantearnos si los directivos de esa industria tienen hijos o nietos, y si sienten realmente algo por ellos y por su futuro.

En paralelo, en la Unión Europea, el lobby de la automoción tradicional ha logrado que se rebajen las exigencias del estándar Euro 7 de reducción de la polución y las emisiones de vehículos, cuya entrada en vigor se retrasará ahora en dos años para que la industria pueda seguir envenenándonos a todo a gusto.

El efecto multiplicador de esos retrasos, teniendo en cuenta el número de vehículos existentes en el mundo, es tan brutal que equivale a poder considerar a los directivos de esa industria como auténticos terroristas medioambientales, como irresponsables que se niegan a hacer nada para paliar la emergencia climática en la que nos encontramos y que cada año amenaza con matar a más personas debido ya no únicamente a sus asquerosas emisiones, que se ha demostrado recientemente que son más dañinas incluso que el consumo de tabaco, sino con el incremento de la frecuencia de desastres medioambientales derivados de un clima completamente desestabilizado.

El automóvil, con su enorme difusión en nuestra sociedad, es el culpable más destacado de nuestra situación actual, y lo sabemos todos, por muchos eufemismos que busquemos para justificarnos. Basta dejar un rato encendido el motor del coche en un garaje cerrado para entender que lo que sale de ese tupo de escape mata, y multiplicarlo por el número de coches que vemos cada mañana en un atasco. Cada vez que enciendes ese coche, cada vez que pisas el acelerador, estás convirtiéndote en quien provoca la emergencia climática que estamos viviendo, y que es cada vez peor como podemos ver día sí y día también. Y esos directivos de la industria empeñados en mantener su modelo basado en el consumo de combustibles fósiles se comportan, cuando consiguen esos retrasos, como auténticos asesinos. Me pregunto qué diablos sienten cuando se miran a un espejo.

El motor de explosión es una tecnología agotada, obsoleta y profundamente ineficiente incapaz de obtener ya más que nimias reducciones en sus emisiones. Sin embargo, a pesar de que la posibilidad de convertir los automóviles en mucho menos contaminantes está ahí, la industria tradicional se obceca en seguir comercializando sus productos contaminantes contraviniendo todas las recomendaciones de los expertos, e incurriendo en una auténtica temeridad que debería llevarlos a los tribunales.

Como todos sabemos, posponer las medidas de reducción de emisiones tiene un efecto mucho más prolongado de lo que inicialmente parece: retrasar cinco años el fin de la comercialización quiere decir que los vehículos contaminantes vendidos seguirán en nuestras calles y carreteras mucho más tiempo, y seguirán por tanto convirtiendo nuestras ciudades en sitios que envenenan sistemáticamente a quienes viven en ellas. Todo para que ellos puedan seguir tranquilamente con su negocio, comprando tiempo mientras facturan alegremente.

Me dan mucho, mucho asco.

Nota:https://www.enriquedans.com/

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