De blindajes chinos y viejas épicas recicladas

Economía17/07/2023
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La rápida kirchnerización de Sergio Massa a un mes exacto de las PASO no es solamente una estrategia proselitista. También es una manera de presionar desde el borde del abismo a la burocracia del FMI, que prefiere aguardar a que la crisis se precipite sola y que todavía tiene en sus manos el resultado de las elecciones, pero a la que le surgió ahora una competencia como prestamista de última instancia: el Banco Popular de China.

Ante las semanas clave que se avecinan para la estabilidad del dólar y los precios, el staff del Fondo sigue dividido y sin directivas claras. La directora gerente, Kristalina Georgieva, se quedó casi sin apoyos en el cuartel general de la calle 19 excepto por su incondicional Julie Kozack, a quien ubicó como portavoz en reemplazo del veterano Gerry Rice para que cuide sus espaldas en la interna encarnizada que libra contra su vice, Gita Gopinath. 

Todos los responsables del préstamo récord a Mauricio Macri fueron eyectados de sus sillas en los meses siguientes al colapso de su plan y ahora las miradas se vuelven hacia Kozack y Georgieva, artífices del pacto con Martín Guzmán que sepultó la sequía de este año. Negociar con Argentina se convirtió en un deporte de riesgo.

La llegada del chileno Rodrigo Valdés al departamento para el Hemisferio Occidental, encargado del programa argentino, no hizo más que profundizar el aislamiento de Georgieva y el endurecimiento de las negociaciones. Con él habló Massa el jueves por la mañana y fue él quien le dijo, según precisaron a BAE Negocios fuentes cercanas al ministro, que Luciano Laspina le había recomendado "no darle nada" y "exigir al máximo" al Gobierno. El referente económico de Patricia Bullrich acusó al ministro-candidato de "mentiroso serial" pero no negó que haya mantenido contactos con Washington. Siempre los hay.

Ante Valdés, que ya asumió hace dos meses en reemplazo del brasileño Ilan Goldfajn, se iban a presentar formalmente la semana pasada Gabriel Rubinstein, Leonardo Madcur y Lisandro Cleri.

Massa les ordenó no viajar sin garantías de que al menos se refinanciarían los vencimientos de este mes, sin una devaluación brusca ni más ajuste. Como las garantías no llegaron, la misión avisó que patearía hasta fin de mes el pago de los USD2.600 millones que empezaban a vencer y cambió los pasajes para el lunes 10.

Llegado ese día, y sin que nadie cediera, el viaje se suspendió sine die. Fue justo cuando Massa decidió desempolvar la vieja épica nestorista de "deshacerse del Fondo" pagándole. Como si fuera lo mismo una deuda de USD9.500 millones con el triple de reservas en el Banco Central que una de USD44.000 millones con las reservas netas debajo de cero.

Dogmas y condiciones

Leído desde el quinto piso del Palacio de Hacienda, el mensaje de la administración Biden es claro: el Tesoro no está dispuesto a forzar los estatutos del FMI por Massa como lo hizo por Macri en 2018. Al no adelantar por la sequía los desembolsos previstos para 2023 y al exigirle cumplir con el mismo tope de déficit que antes de que se evaporara la mitad de la recaudación por retenciones, le aclara al ministro-candidato que no le va a entregar un cheque en blanco y ratifica además su recetario ortodoxo. Si el propio Estados Unidos entró en recesión para frenar la inflación, al subir bruscamente la tasa de interés ¿por qué habría de zafar Argentina? 

La tasa de interés, que ayer el Central mantuvo sin cambios, ya trepó en realidad a niveles récord. Ahí Massa no tuvo problema en ceder, igual que con el ajuste fiscal que descargó mayormente sobre las jubilaciones y planes sociales. Pero lo que empujó históricamente las recesiones más severas en Argentina fueron las devaluaciones y la escasez de divisas. El staff del Fondo, en plena revisión de antiguos dogmas y dispuesto a herejías como admitir que la inflación mundial está empujada por el incremento de las ganancias empresariales, lo aprendió a los golpes. Por eso no quiere habilitarle dólares frescos al Gobierno para que los venda y sostenga el valor del peso en la transición.

Lo novedoso, tal como se destacó el 29 de junio en esta columna, es el escenario que abrió el pago con yuanes de los vencimientos de junio. La ampliación del swap que obtuvo Massa del Banco Popular de China un mes y medio atrás permite disponer del equivalente a USD10.000 millones, en dos tramos. Hasta ahora se usaron unos USD1.800 del primero. O sea que se podrían afrontar los vencimientos del mes sin activar el segundo tramo y quedaría margen para lo que vence en septiembre (USD915 millones), octubre (USD2.626 millones) y diciembre (USD 915 millones más).

Como China tiene swaps distintos con cada uno de los países a los que les presta, el BPC exige que sus condiciones sean secretas. Eso motivó varios pedidos de informes de la oposición, que no hizo los mismos requerimientos para los otros tres swaps que el Central tiene vigentes, en euros, yenes y oro. Fuentes del equipo económico, sin embargo, aseguraron a BAE Negocios que la tasa es más baja que la que aplica el propio Fondo.

Los cálculos del mercado coinciden: con la sobretasa que se aplica al país por el monto que tomó y el subidón que pegó la tasa básica (que surge del promedio de las tasas de los bancos centrales de los países ricos), la deuda con el FMI devenga un interés anual de entre el 7,5% y el 8%. El swap chino tiene como base la tasa Shibor (hoy en el 3,5%) y a eso le suman 3 puntos por el riesgo de default. Al margen de la diferencia de un punto a favor de los chinos, la diferencia entre uno y otro es tajante: el Fondo no quiere prestar más y el gigante asiático sí. 

La audacia y el cálculo

La audacia que le reconoció esta semana como principal atributo el exministro menemista Carlos Corach llevó al jefe del Palacio de Hacienda a avanzar con ese pago en yuanes aun a costa de resentir sus contactos con Washington, en plena pulseada geopolítica con Beijing. La escala de esa confrontación la marcó Carmen Reinhart en un paper que escribió en abril para Harvard: desde el año 2000, el BPC prestó a países en problemas casi USD170 mil millones.

Es cierto que esa llegada fluída a Washington no le estaba sirviendo de mucho a Massa, justo cuando más la necesitaba. Pero la decisión de tensar le sirvió a la vez para mostrar una segunda baja consecutiva de la inflación (hasta ahora julio da 6,4%, casi lo mismo que en junio) y para acercarse al kirchnerismo reciclando la vieja épica nestorista del "desendeudamiento". 

La presencia de Amado Boudou también es una forma espectral de reciclar viejas epopeyas y de contener al votante K que lloraba por la unción de Massa dos semanas atrás. Nadie lo vio haciendo nada en ningún despacho, pero nadie desmiente tampoco que participe de las discusiones políticas sobre el programa con el Fondo. Piensan que suma ante cierto electorado que reivindica la estatización de las AFJP, el mayor legado del exvicepresidente condenado por el caso Ciccone. Lo mismo que abrazarse sonrientes con Axel Kicillof, con quien se desconfían mutuamente.

Todo suma. Al fin y al cabo, otro antiguo ucedeísta como Boudou (el exconcejal Carlos Maslatón) se convirtió casi en el jefe de campaña de Massa en las redes sociales. Con una particular salvedad, digna del payaso Krusty de los Simpson: hace campaña por el ministro-candidato pero dice que va a votar por Javier Milei. 

Con el gasoducto, no obstante, asomó el germen de un descuerdo más profundo. Massa ya saboreaba los dólares que pagaría la industria paulista por el gas de Vaca Muerta dentro de un par de años cuando Cristina y Máximo Kirchner salieron a advertir que exportar energía no es tan conveniente como utilizarla en el país, y a recordar que eso ya ocurrió parcialmente con el gas de Loma La Lata, el último gran yacimiento convencional descubierto en el país. Quien coincidió con ellos dos, para sorpresa de todos y también de Massa, fue el exministro Martín Guzmán, quien recomendó "industrializar todo el gas en la Argentina y sólo exportar los excedentes".

 
Por Alejandro Bercovich * BaeNegocios

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