





Si quedaba alguna duda de que la fórmula Massa-Rossi fue una imposición que debió tolerar Cristina Kirchner y no otro conejo de su galera infalible, el calificativo que le dedicó al ministro candidato en su primera aparición conjunta terminó de enterrarla. En medio de una negociación a varias bandas para intentar evitar una devaluación brusca, donde la credibilidad ante los acreedores resulta clave, la vicepresidenta lo definió como "fullero". Es decir, como autor de "trampas y engaños que se cometen en el juego".


Para enrostrarle su evidente compulsión por el riesgo podría haberle dicho timbero, a secas. Pero no. Ni siquiera era lunfardo. El lingüista y lexicógrafo Santiago Kalinowski encontró el término en la edición de 1732 del diccionario de la Real Academia Española, en castellano antiguo, donde se define al fullero como aquel "jugador de náipes y dados, mui astúto y diestro, que con mal término y conocida ventája gana Ó los que con él juegan haciendo pandillas y jugando con náipes y dados falsos o compuestos". Casi una remake del mote de Ventajita que le colgó en su momento Mauricio Macri.
¿Le hizo falta a Massa amenazar explícitamente a la vice con renunciar a lo Martín Guzmán y desatar un caos cambiario pre-PASO que pulverizara las ya magras posibilidades que parecía tener la fórmula De Pedro-Manzur? ¿Le alcanzó con instalar ese peligro a través del "hartazgo" que le hizo advertir a Cecilia Moreau que padecía, para horas después desautorizarla? ¿Fue acaso la desmentida por Whatsapp del rumor de su salida que mandó a su equipo y a la vez a los medios? ¿Con qué dados amañados jugó para imponerle su voluntad a la dueña del mayor caudal de votos del peronismo, independientemente de que las boletas legislativas de todo el país hayan terminado repletas de kirchneristas y la responsabilidad de una eventual derrota concentrada en él?
Lo seguro es que la demora del Fondo Monetario para postergar los vencimientos que la sequía hizo impagables jugó a favor del titular de Hacienda. Advertidos desde al menos tres meses atrás de que las reservas no alcanzaban para cubrir los U$S 2.700 millones del préstamo a Macri que había que devolver la semana pasada, los técnicos del organismo igual arrastraron los pies. Primero querían saber a quién le estaban prestando plata esta vez. No hubo ajuste que valga. Las reuniones por Zoom se fueron espaciando hasta que, como se informó dos semanas atrás en esta columna, quedaron virtualmente suspendidas.
Falta envido
Massa aprovechó para jugarse entero. A Cristina le garantizó que conseguiría la refinanciación. El martes lo venció la ansiedad y anunció ante los contratistas de la Cámara Argentina de la Construcción que en cuestión de "horas" se conocería el "programa con el FMI para los próximos seis meses". No ocurrió. Los bonos y acciones ya se habían disparado por la deskirchnerización del binomio oficialista y también a cuenta del pacto con el Fondo. Entonces jugó la carta que nadie esperaba que jugase. Les ofreció a Kristalina Georgieva y a Gita Gopinath cubrir el vencimiento en parte en DEGs (la moneda del Fondo) y en parte en yuanes, algo que hasta ahora no había ocurrido nunca. Desde la calle 19 aceptaron recibir los yuanes, que después deberán canjear a países que tengan DEG de sobra y quieran tener yuanes en su cartera. O que negociarán directamente con China, que es miembro del Fondo pero sin el peso de la Casa Blanca en su Directorio.
Es toda una audacia mientras recrudece la tensión entre China y Estados Unidos y mientras el FMI -bajo estricto control estadounidense-empieza a verse eclipsado como prestamista global de última instancia por el gigante asiático. Tal como publicó el 27 de marzo pasado Keith Bradsher en The New York Times, en 2021 el Fondo prestó U$S 68.600 millones a países en crisis y China asistió el mismo año con el equivalente a U$S 40.500 millones a otras naciones. En el último lustro, según el mismo artículo, Beijing lleva prestados U$S 240 mil millones, mucho más que el FMI.
Xi Jinping procura globalizar al yuan como divisa y la novedad del pago de deuda en yuanes colabora con ese objetivo. ¿Qué habría pasado si la hubiera propuesto un ministro como Axel Kicillof y no alguien con los contactos en Washington que tiene Massa? Difícil saberlo. Lo seguro es que jugó fuerte en todas las mesas.
Aunque se quedó con la candidatura y evitó entrar en arrears (retrasos) con el FMI, Massa todavía no se anotó un triunfo definitivo en ninguno de los paños donde apostó. Georgieva y Gopinath le prometieron que sacarán un comunicado felicitándolo por cubrir el vencimiento. Pero por ahora, el anticipo de los desembolsos del resto del año sigue empantanado. La incertidumbre se mantiene: en julio vencen otros U$S 2.567 millones con el ente y hay que pagar U$S 1.035 millones más en vencimientos de Bonares y Globales renegociados por Guzmán. Y se acerca la clásica corrida preelectoral.
Quiero retruco
Los fulleros también toman precauciones. El plan B, si Cristina no cedía a la presión de los gobernadores, no estaba mal: Massa se había reservado un candidato cada tres. En la boleta bonaerense, por ejemplo, tenía asegurados los puestos 3, 6, 9 y 12. Por eso en el kirchnerismo creen que el cierre definitivo los benefició. Los suyos encabezan y superpueblan las listas en todos los distritos. Si gana, el tigrense tendrá que convivir con esa marea de legisladores que lo condicionarán. Si pierde, será el padre de la derrota y la oposición será toda kirchnerista.
Lo llamativo es lo bien que todos creen haber jugado sus cartas. El operador albertista todoterreno Juan Manuel Olmos no pudo evitar que su jefe quedara más aislado que nunca después de traicionar a Daniel Scioli pero consiguió algo no menor: que el candidato oficialista no haga campaña criticando su gestión. Fue el premio por haber tolerado estoico los gritos que se oían desde afuera del despacho de Máximo Kirchner el viernes por la mañana.
Por ese mismo despacho desfilaron al filo del cierre los enviados de Juan Grabois, que silbando bajito se quedaron con lugares más que apetecibles en las listas que irán colgadas de la de Massa mientras el líder de Patria Grande arremetía en público contra el ministro por "neoliberal". Fernanda Miño, Natalia Zaracho, Itai Hagman y Federico Fagioli son solo algunos de ellos. Una fullería parangonable a la de cuando cedieron sus asientos en las comisiones de Finanzas y Presupuesto para que se pudiera aprobar el pacto de Guzmán con el FMI, que rechazaron con airados discursos desde sus bancas pero que podrían haber bloqueado antes que llegara al recinto. "Juan es un genio: se llevó más que los intendentes y que la CGT", lo elogió otro jugador de esa trasnoche.
Axel Kicillof también se salió con la suya e irá por la reelección en la provincia. Cristina pareció facturárselo en Aeroparque, el lunes, cuando lo miró fijo al destacar que "poquísimos" eran capaces de anteponer el movimiento a sus propias aspiraciones, como el ahora maltrecho Wado De Pedro. ¿Y si gana, aunque pierda Massa? Solo lo consiguió Carlos Ruckauf en 1999, cuando perdió Eduardo Duhalde, pero porque iba colgado también de la boleta de Domingo Cavallo.
El antecedente no es del todo auspicioso. Ruckauf terminó pagando en patacones y su gobierno arrasado por la misma crisis que el de Fernando De la Rúa. Es que ganar siempre tienta. Y el que no arriesga no gana, es verdad. Lo difícil es saber cuándo parar.
Por Alejandro Bercovich * BaeNegocios





