





Muchos pensarán que es un atrevimiento, pero es un hecho: hasta hace bien poco, el discurso sobre la democratización de la tecnología en el terreno empresarial representaba una falacia. La distribución de ese elixir para el progreso que representan los avances tecnológicos era notablemente desigual. Solo un reducido número de compañías grandes eran capaces de experimentar los significativos beneficios de la digitalización. En la economía digital que hemos construido entre todos, el tamaño fue, durante mucho tiempo, determinante.


Tanto la épica de estar en la vanguardia del negocio tecnológico, como la humilde facultad de disfrutar de sus soluciones, parecían exigir siempre escala, volumen y efectos de red. Sin embargo, esta glorificación (a menudo inconsciente) de lo grande y ese desprecio de lo pequeño en el mundo tech se ha terminado. La extensión del cloud y la revolución de la inteligencia artificial siguen siendo cosas de gigantes, qué duda cabe. Pero, afortunadamente, ya no solo de ellos. La veloz adopción de nuevas tecnologías por parte de las pequeñas y medianas empresas en todo el continente hace que estas crezcan ahora hasta dos o tres veces más rápido. Y es que, “small tech is (also) beautiful”. Qué mejor contexto que este 27 de junio, día internacional de las pymes, para celebrarlo.
Avanzar en este ranking de la carrera digital requiere, en primer lugar, de la no siempre fácil colaboración de gobiernos y administraciones para fomentar un entorno propicio y, en segundo lugar, de agentes digitalizadores que acompañen a las pymes en su día a día. Las pymes llevan sobre sus frágiles hombros la pesada responsabilidad del grueso de la competitividad económica de este país y, por ende, del bienestar de sus conciudadanos. Y es la economía digital la que nivela el campo de juego para compañías de tamaño mediano y pequeño, al permitirles competir con empresas más grandes en términos de visibilidad y acceso al mercado. Por ello, es clave que establezcamos una mirada más amable sobre la tecnología.
Esas small tech no pretenden ser revolucionarias y disruptivas a cada paso (ya pasó de moda aquello de avanzar rápido rompiendo cosas), sino aportar eficiencia, sencillez y accesibilidad al trabajo diario de millones de pequeñas y medianas empresas. Cada negocio debe encontrar su propia ruta hacia el salto tecnológico: algunas necesitarán impulsar sus herramientas de gestión de clientes para mejorar su eficacia comercial; otras, explorar nuevos canales de venta en línea; o, incluso, transformar la cadena productiva para automatizar la supervisión de su producción.
En 2020, la sociedad exigió a las empresas resistencia frente a las adversidades de la pandemia y, no solo lo hicieron, sino que se reinventaron y ampliaron sus negocios en el universo digital. Ahora, de cara a los tres próximos años, les obligamos a subirse definitivamente al tren de la digitalización para cumplir con un nuevo, exigente y a veces confuso marco legislativo.
Esta exigencia, sin duda, acarrea un notable impulso acelerador a la digitalización. Y, aunque no todos siguen siempre bien el ritmo de esta carrera, el pelotón que compone este tejido empresarial esencial no puede flaquear. Los pequeños negocios serán con tecnología, o no serán. Por ello, es clave escucharlos y acompañarlos en su transformación.
Eso que llamamos proceso de digitalización conlleva, en realidad, una transformación que solo es exitosa en el contexto de una nueva cultura empresarial que transforma los modelos de negocio para generar un valor diferencial a la sociedad. Confiemos en esa capacidad transformadora de nuestras pymes y situémonos cerca de su crecimiento. Porque solo juntos haremos posible lo imposible.
*Santiago Solanas es CEO de Cegid Iberia, Latam y África.
Nota:retinatendencias.com





