Thomas Hobbes

Es probable que, por primera vez, el ser humano corra el riesgo de extinguirse en forma masiva. Existe tanta dispersión cognitiva acerca de los riesgos tecnológicos que muchas veces los naturalizamos. A pesar de esa desinformación, todavía estamos sentados sobre un arsenal nuclear, que en el siglo pasado concientizaba sobre los grandes riesgos atómicos para la población mundial.

Pero actualmente se le presta más atención a la inteligencia artificial o a las modificaciones genéticas e infectológicas como los grandes factores de riesgo (que, de hecho, también lo son), pero el armamento nuclear se continuó desarrollando y también dispersando.

Si bien inteligencia artificial representa un proceso de razonamiento no humano, en la actualidad se busca que además pueda captar la empatía humana y representarla. La inteligencia artificial trata de desarrollar resoluciones para los problemas, pero con creatividad y toma de decisiones, cada vez con mayor información en menor cantidad de material y tiempo. La informática, como todo adelanto científico, contiene beneficios y también riesgos. Así, encontrar el equilibrio individual y regular socialmente su utilización resultan requisitos claves para su uso.

Si bien puede generar avances y curas en el ámbito de la medicina, el manejo genómico genera un gran temor debido a que, al mismo tiempo, pone al propio ser humano en un papel quizás de poder excesivo.

Hace tiempo se sabe que sería posible clonar cualquier ser biológico desde una célula madre. De hecho, se está probando clonar órganos con el fin de generar trasplantes autólogos (es decir, de uno mismo). También se generaron organoides complejos, como por ejemplo minicerebros para poder introducir diferentes terapéuticas. Incluso se pueden producir órganos desde células muy básicas, como las de la piel (fibroblastos), o reprogramar el órgano que se desee con la corrección genética que mejore alguna patología.

Genética y ética

De esta forma se pudo avanzar con la posibilidad de cortar la información patológica y mejorarla para evitar enfermedades a través de un método que corta ADN y reemplaza los genes patológicos por otros sanos, aunque también podría hacerse de forma inversa y generar virus patológicos.

Dicho esto, actualmente se puede producir un órgano o clonar un ser biológico, además de corregirlo. Sin embargo, se genera el justificado temor que estos métodos puedan propiciar decisiones reñidas con la ética.

Investigadores crearon una red computacional neuromórfica conformada por neuronas de silicio, procurando que se conecten entre sí de una forma similar a la que lo hace el cerebro. Por ejemplo, la Deep Blue, el ajedrecista de silicio, o Spaun, lo último en inteligencia artificial llamado que cuenta con dos millones y medio de neuronas y cuyos creadores, neurocientíficos teóricos de la Universidad de Waterloo, tienen todo el tiempo resolviendo tests de inteligencia.

Quizá valga recordar al papa Francisco: "Si no se respetan las leyes que la naturaleza lleva en sí, entonces la actividad humana es destructiva y produce caos; es decir, se da una segunda forma de incultura, un nuevo caos capaz de destruir el mundo y la humanidad".

El uso del fuego para cocinar, el empleo de armas a distancia y la fabricación de puntas de lanza de dos lados (bifaces) estuvieron entre los avances tecnológicos más importantes de nuestros homínidos predecesores. Esta transformación se relaciona con el incremento de la alimentación, con un mayor rendimiento de las calorías y con el crecimiento cerebral, aumentando el proceso de enseñanza altruista cooperativa.

Pero el desarrollo tecnológico extremo, con voracidad, pone en riesgo al ser humano. Así, el uso inadecuado de tecnologías útiles, como la nuclear, la genética y la inteligencia artificial, podría otorgarle al homo sapiens, por primera vez en su historia, la capacidad de extinguirse a sí mismo.

Por Ignacio Brusco * BaeNegocios