Encrucijada electoral: ¿Quién puede romper este equilibrio?

Actualidad 28 de abril de 2023
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En el ya clásico video del año 2008, que abre esta columna, Néstor Kirchner, sienta doctrina respecto al tipo de unidad histórica que requiere la fase kirchnerista del peronismo condensada en esta visión: Unidad si, para bajar banderas, no. 

En este sentido, el tipo de unidad desplegada para ganar las elecciones del año 2019, es notorio, ha concluido ya su etapa histórica. No es novedad. En el año 2009, tras la derrota electoral de medio mandato el tipo de unidad histórica –social y política- que plantearon Néstor Kirchner y Cristina Fernández estaba en crisis y mutando.

Sucede habitualmente: “No son todos lo que están, ni están todos los que son”. Los procesos políticos llevan a eso. Todo lo que se consolida en un momento histórico y se construye como unidad, social y política con el tiempo cambia, muta, agrega, quita. Y como todo lo sólido, finalmente se desvanece en el aire.

Tras aquella elección bonaerense del año 2009, con el triunfo de Francisco de Narváez, voló por el aire el tipo de unidad centrada en la “transversalidad”, unidad diseñada en el año 2007. Recordemos que el vicepresidente Cleto Cobos dejó de lado su posición de integrante del Poder Ejecutivo y pasó a la oposición con aires presidenciales, renunció el jefe de gabinete Alberto Ángel Fernández y Sergio Tomás Massa integrante incluso de la lista testimonial bonaerense en el año 2009, también dejó el gobierno y comenzó a diseñar el Frente Renovador, dispositivo político-electoral con el que ganaría holgadamente las elecciones de Provincia de Buenos Aires en el año 2013.

Pasó siempre en el peronismo: el tipo de unidad que planteó Juan Perón en los comienzos a mediados del siglo pasado, no fue el mismo que el de los años setenta, y ese tipo de unidad estalló en el año 1974 a niveles hoy inimaginables, se buscó un discreto revival con la fórmula Luder - Bittel en el año 1983 y no funcionó, electoralmente fue un desastre y políticamente un imposible.

Ese tipo de unidad ya no fue el mismo que se materializó con Carlos Menem en la primera etapa 1989-1995, y se transformó aún más a partir del año 1995, incorporando a la coalición peronista en fase menemista a la UCDE, formación neoliberal que venía de una elección nacional de 7 puntos con la fórmula Alsogaray-Natale, llenaba estadios y recitaba toda la catilinaria del neoliberalismo heavy que haría hoy palidecer al propio Javier Milei.

Esta mutación trastocó el tipo de unidad política y social del año 1989, haciendo del peronismo en su fase menemista, el partido del ajuste neoliberal dominante en el país. Hubo que esperar la llegada de Néstor Kirchner que puso fin a 25 años de hegemonía neoliberal –inaugurada, recordemos, a sangre y fuego en el año 1976 por Videla y sus esbirros– y tras la crisis del año 2001, reconcilió al peronismo con su tradición popular-democrática.

Para ese fin inicialmente construyó un nuevo tipo de unidad histórica en el año 2003 mediante la llamada “transversalidad”, que estalló por los aires en el año 2009 tras la crisis de la 125, se optó entonces por un repliegue sobre el PJ y ese tipo de unidad, con cambios menores, es la que domina nuestros días.

Cuando hablamos de unidad histórica nos referimos al tipo de unidad social y política que acompaña un proceso político le da sostén, anclaje. En esta perspectiva es muy probable que el tipo de unidad social y política coaligada que planteó Cristina Kirchner para el lapso comprendido entre los años 2019-2023 comience a mutar y cambie en otra perspectiva, tras esta etapa de oficialismo nominada Frente de Todos, que ha dado resultados mediocres respecto al contrato electoral suscripto en el año 2019. 

Persistir en ella, lo que no se descarta, sería encaminarse a la esterilidad histórica. En el fondo, la discusión que persiste y está hoy agigantada en los medios opositores, es si el peronismo es algo más que el kirchnerismo.

Habría, para algunos políticos y teóricos, una propiedad que el peronismo tiene por sobre el kirchnerismo, y esa es una discusión debe darse, porque tiene consecuencias políticas muy importantes. Si se considera que el kirchnerismo es una etapa acotada del peronismo, que en definitiva es un despliegue histórico, político y social mayor y que lo supera, se toma una determinada política coyuntural y estratégica que comienza siempre por acotar, suspender, encapsular el liderazgo de Cristina.

Si se observa que el kirchnerismo expresa plenamente lo que inauguralmente expresaron Perón y Evita, que el kirchnerismo es hasta hoy al menos, la modalidad histórica concreta que asume el peronismo en el siglo XXI, surge otra determinación, estratégica y coyuntural que comienza siempre por reconocer el liderazgo de Cristina Kirchner, sin limitaciones.

Por otra parte, en lo electoral, nunca pudo ser sustentable la idea de que hay un plus electoralmente potente del peronismo no kirchnerista por fuera del kirchnerismo “duro”. Por el contrario, en las últimas elecciones de medio mandato, donde por la crisis de ingresos se perdieron más de cuatro millones de votos que acompañaron al oficialismo en las elecciones del año 2019, la “Unidad” del Frente de Todos se rompió en noviembre de 2021 cuando más de cuatro millones de electores que lo acompañaron en el 2019, ya no lo hicieron en las elecciones de medio mandato. Reconstruirla es el objetivo. Nos referimos a la unidad de representación ya que en el año 2021 la unidad de cúpulas se mantuvo sin fisuras.

En el año 2021 permanecieron mayoritariamente sosteniendo al oficialismo los votos kirchneristas “duros” y se mostró que la hipótesis de la potencia electoral del peronismo no kirchnerista es falsa y en rigor, cuando – ya en los años 2015 y 2017 – el “peronismo” despojado de kirchnerismo apareció en la escena electoral, fue un fiasco. 

Dos fueron los errores conceptuales que signaron esta etapa que en rigor fue la proscripción conceptual de la actual Vicepresidenta condensada en la consigna “Con Cristina no alcanza, sin Cristina no se puede” y su correlato programático “Volver mejores”

Ambas visiones suponían un demérito evidente del liderazgo de Cristina Kirchner y los 12 años de Kirchnerismo inaugural y una concesión a los sectores dominantes respecto al período que, afectando intereses, propiciara los mejores años en materia de mejoras de las condiciones materiales de existencia para un extendido grupo poblacional grabadas en la memoria de muchos, a las que se debió la potencia electoral del año 2019. No se puede comparar esta etapa de ascenso social y desendeudamiento, a lo acontecido desde el año 2019 hasta hoy.

Finalmente, asumir las transformaciones inexorables en el tipo de unidad histórica, política y social que se construyó para el lapso comprendido entre los años 2019-2023 sin perder la vocación de mayorías, es el gran desafío de la etapa actual para el peronismo kirchnerista, tarea compleja, sin duda, pero inevitable e históricamente recurrente. 

Las demandas a este nuevo tipo de unidad no serán para nada desentendidas de la compleja coyuntura por la que transitamos. Al respecto el BB Cooke fue anticipatorio cuando en Apuntes para la militancia en 1964 advertía:

“Se les pide que nos encaminemos al poder, que no nos encaminemos a la disgregación, que no nos encaminemos a la esterilidad histórica. Lógicamente como yo hago estas críticas, comprendo que puedan hacer otras, pero siempre desde la lucha. La primera condición para criticar el combate, es estar en el combate. Estamos en un equilibrio: el régimen que no tiene fuerza para institucionalizarse, pero sí para mantenerse mientras el peronismo y la masa popular y otras fuerzas tiene suficiente potencia para no dejarse institucionalizar, pero no para cambiarlo. ¿Quién tiene que romper ese equilibrio? Nosotros; a la burguesía con durar le basta.”

¿Quién puede conducirnos a romper este equilibrio y enfrentar con éxito a la coalición neoliberal en sus dos formatos de ultraderecha Juntos y libertarios?  Sin duda Cristina Kirchner, todos los estudios de opinión lo indican y más allá de las siempre limitadas encuestas, la vicepresidenta y el tipo de liderazgo histórico que encarna, permite responder esa pregunta sin dificultades.

¿Candidaturas? Esperaremos alguna pista concreta, pero más allá del instrumento que se elija para determinarlas, consenso o PASO, seguramente, tras la experiencia vivida, la estrategia conceptual apartará las consignas restrictivas - tanto la conceptual como la programática- que dieron base al tipo de unidad del año 2019 y pasará a ser fiel al enunciado de Néstor Carlos Kirchner en 2008: “Unidad sí, para bajar banderas, no”.

Por Artemio Lopez * El Destape

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