Disyuntiva de hierro

Actualidad 12 de abril de 2023
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El vicepresidente y economista en jefe del Banco Mundial (BM), Indermit Gill, presento esta semana un informe sobre el estado de la economía global en el que señala que el deterioro de “casi todas las fuerzas que propulsaron el crecimiento en tiempos pasados… está gestando la posibilidad de una década perdida… con serias consecuencias para enfrentar los desafíos de nuestros tiempos: una pobreza recalcitrante, ingresos desiguales y cambio climático”. Según Gill, esta situación podría revertirse si se aplicaran políticas que no varían esencialmente del paquete de propuestas tradicionalmente impulsado por este organismo internacional. El informe desconoce el problema crucial de nuestro tiempo: el endeudamiento, sus causas y su relación con la caída del crecimiento económico tanto en el centro como en la periferia del mundo capitalista. La geopolítica, sin embargo, asoma tímidamente: “La época dorada del desarrollo está llegando a su fin debido a la fractura de la economía global”, pero “desarrollar una política colectiva capaz de restaurar el desarrollo de la próxima década al nivel promedio que tenía en la década anterior tomara un esfuerzo hercúleo”. La titular del FMI, Kristalina Georgieva, abundará un poco más: las perspectivas de la economía global para el año en curso y el mediano plazo no son buenas debido a una “incertidumbre excepcionalmente alta provocada en gran medida por los riesgos de fragmentación geoeconómica que puede significar la división del mundo en dos bloques económicos rivales. Una división peligrosa que podría dejar a todos más pobres y menos seguros”.

Estos diagnósticos no se dan en el vacío: ocurren luego de décadas de aplicación de una política monetaria en Estados Unidos y en Europa centrada en la inyección monetaria a tasas de interés cercanas a cero (QE). Impulsada por la Reserva para capear la crisis financiera del 2008, esta política incentivó la especulación financiera, la concentración del capital y el endeudamiento ilimitado.

Desde hace muchos siglos, la humanidad conoce los estragos individuales y sociales que produce el crecimiento exponencial de las deudas. Más allá de las diferencias culturales y del paso del tiempo, la esencia del fenómeno se mantiene incólume: un endeudamiento que crece al ritmo de las leyes de las matemáticas no puede ser contrarrestado por una capacidad de pago que depende de variables no económicas y derivadas de la naturaleza (lluvia, epidemias, etcétera) y de la sociedad (ingresos, impuestos, etcétera). Esta asincronía entre el crecimiento de las deudas y el de la economía real deriva en la constante toma de deuda nueva para saldar la deuda vieja, un endeudamiento sin límites que termina inevitablemente impactando a las estructuras sociales y a los regímenes políticos. Hoy este fenómeno destruye la capacidad de decisión autónoma de las naciones y lleva a la desintegración social en los países periféricos. También impacta la estructura social y la estabilidad política en los países desarrollados y erosiona la hegemonía que Estados Unidos ha ejercido sobre el mundo desde fines de la Segunda Guerra Mundial.

Los diagnósticos del BM y del FMI también ocurren en el contexto de una incipiente corrida bancaria en Estados Unidos y Europa. Este fenómeno empieza a descorrer el velo que ha ocultado durante mucho tiempo tanto la fragilidad del sistema financiero como la cara oculta de un capitalismo global monopólico que, maximizando ganancias en todos los aspectos de la vida social, se ha expandido globalmente gracias a su poderío militar y a la imposición del dólar como moneda internacional de reserva. El control militar de los Estados Unidos sobre las principales regiones productoras de recursos naturales no renovables aseguró a este país energía “barata” y contribuyó a potenciar la expansión global de los monopolios norteamericanos. Asimismo, la expansión militar implicó guerras localizadas e interminables y multiplicación de países inviables en las regiones con mayores recursos naturales no renovables. Esta cara oculta del imperio del dólar sale ahora a la luz: al tiempo que los Estados Unidos escalan su agresividad militar y utilizan al dólar para imponer su hegemonía mundial, el sistema financiero internacional muestra su fragilidad.

Hoy la hegemonía norteamericana se ve amenazada por la emergencia de un mundo multipolar que intenta independizarse del uso del dólar en las transacciones financieras y comerciales haciendo valer la importancia de los recursos estratégicos en el valor de sus monedas, en el desarrollo autónomo y en el comercio internacional. Así, más allá de las ideologías y de las diferencias políticas, lo que hoy está en juego en el escenario internacional es la importancia del control de recursos estratégicos para garantizar la soberanía nacional y el crecimiento integrado e inclusivo.

Totalitarismo y usura

Hay, sin embargo, algo más: en los últimos años el desarrollo de la fase digital del capitalismo global monopólico ha potenciado la importancia del desarrollo tecnológico para maximizar ganancias y controlar a las sociedades.

La creciente injerencia de los monopolios tecnológicos en la economía y en el control social agudiza la crisis de legitimidad de las instituciones democráticas e intensifica los conflictos entre elites políticas y fracciones empresarias por obtener un mayor control de los resortes de los Estados. Nuevas formas organizativas e institucionales buscan reproducir el status quo vaciando de contenido a los valores e instituciones democráticas e imponiendo relatos de odio y miedo hacia enemigos externos/internos con el objetivo de bloquear la reflexión y anular los cuestionamientos. En este nuevo mundo, las categorías de análisis usadas en tiempos pasados son vaciadas de contenido, y la confusión reina por doquier: el control autoritario se presenta como democracia, la libre expresión es censura, la libertad individual es ejercicio de la violencia. Así, distintas caras del totalitarismo impregnan a los partidos políticos tradicionales y aparecen nuevos partidos y grupos de extrema derecha disputando el control de las políticas de Estado. La esencia del fenómeno es sin embargo la misma y viene de lejos: la imposición de relaciones de poder en las que un polo de la relación extermina al otro. Son los tiempos del dominio de la usura en todos los ámbitos de la vida social. La usura, esa vieja relación nacida en el ámbito del endeudamiento ilimitado, donde un sector fagocita al otro, se desarrolla ahora en todos los ámbitos de la vida social y anuncia que han llegado los tiempos de la fragmentación social y la balcanización de las naciones.

Hoy la usura se naturaliza en la vida económica tras la “inocua” máscara de planes de estabilización y ajuste fiscal que siembran y legitiman el endeudamiento ilimitado de las sociedades, el saqueo de sus recursos, la pobreza creciente, la anomia y la tensión social. La usura también se encarna en los “acuerdos estratégicos” propugnados por la elite neocon que controla a la política exterior norteamericana. Esta no duda en escalar la guerra en Ucrania hasta destruir la vida del último ucraniano, una escalada que no admite negociación y lleva al callejón sin salida de un enfrentamiento nuclear. Ante el inminente fracaso de esta política, esta elite busca reforzar el control del “patio trasero” del gigante del norte.

Frente a esta situación, una disyuntiva de hierro se abre ante los países de América Latina: reafirmar su control sobre sus recursos y mercados y aunar esfuerzos para independizarse del dólar buscando un crecimiento económico de la región con mayor autonomía de las potencias mundiales, o doblegarse ante las presiones de la elite neocon norteamericana, una vía que profundizara la fragmentación y balcanización del continente.

Crisis financiera

El aumento sistemático de las tasas de interés por parte de la Reserva para capear la inflación ha afectado no solo a los bancos sino también a entidades financieras no bancarias, a otros actores no financieros y a la economía real. Hoy existe una enorme integración e interpenetración de activos financieros y entidades que operan en el ámbito de las finanzas, y el mundo financiero es un tembladeral cuya profundidad y fragilidad son imposibles de cuantificar.

El fin de semana pasado se inició otra ola de huida de depósitos, esta vez hacia los fondos comunes de inversión del gobierno federal. El domingo esta huida involucraba 286.000 millones (billions) de dólares de depósitos, hacia el jueves llegaba los 5,2 billones (trillons) de dólares  y el Banco Barclay advertía  sobre los peligros de una situación que excede la capacidad que la FDIC tiene de garantizar depósitos.

Esta fragilidad bancaria ocurre en una economía real que ya muestra signos de recesión. El spread entre los rendimientos de los bonos basura (junk) y los más cotizados por tener menor riesgo de default ha alcanzado el nivel que tradicionalmente preanuncia la recesión, situación que es confirmada desde hace 11 meses por los indicadores de actividad industrial de la Reserva Federal de Dallas. Este fenómeno, sumado a la inflación y al tembladeral financiero, amenaza al rol del dólar como moneda internacional de reserva. Si a lo largo del 2022 la demanda internacional de letras del Tesoro cayó un 6%, la inestabilidad bancaria contribuye ahora a aumentar el desprendimiento de estos activos contribuyendo a erosionar al dólar.

Desdolarización y riesgo existencial de los necons

Hace pocos días Rusia y China firmaron una serie de acuerdos de cooperación estratégica. Al anunciarlos, Vladimir Putin aclaró que su país apoyará la utilización del yuan en sus transacciones con otros países de Asia, África y América Latina. Poco después, el Presidente de Kenia anunciaba la eliminación del dólar en las transacciones de combustibles de su país y Brasil y China firmaban un acuerdo que elimina el uso del dólar en su comercio bilateral, que hoy llega a los 150.000 (billons) millones de dólares. En el futuro, las transacciones comerciales se harán utilizando las monedas propias y a través del sistema de pagos y transacciones chino que opera al margen del Swift, dominado por el dólar. A esto se suman recientes movimientos de Arabia Saudita marcando sus intentos de independencia de la política norteamericana. A su decisión de integrarse a la Organización de Cooperación de Shanghai y de estrechar relaciones con Irán y Siria se sumó el anuncio de cuantiosas inversiones de su empresa estatal en la construcción de un complejo petroquímico chino y en la compra de acciones de la principal refinería china. Estos anuncios empiezan a concretar el plan de inversiones conjuntas con utilización del yuan anunciado en diciembre pasado.

La compra del gobierno francés de 65.000 toneladas de gas natural licuado vendidos por una corporación china, pagaderos en yuanes e importados desde los Emiratos Árabes, expuso esta semana el fracaso de las sanciones contra Rusia: muestra la triangulación de las exportaciones de combustibles rusos para escapar a las sanciones, y el impulso que este fenómeno ha dado a las transacciones comerciales al margen del dólar. Hacia fines de esta semana la desdolarización y su significado para la economía norteamericana irrumpían en programas de noticias de la TV pública norteamericana.

La incoherencia e ineficiencia de la política exterior norteamericana no se limita a las sanciones económicas contra Rusia: aparece también en una escalada del conflicto en Ucrania. Pareciera que una derrota de Ucrania es inaceptable para los neocons del establishment de los partidos demócrata y republicano, porque con ello arriesgan décadas de control sobre los resortes del Estado. Su respuesta ante este peligro existencial es potenciar la apuesta, sin considerar una posible negociación o la posibilidad de un fracaso.

Esto ocurre en un contexto doméstico enrarecido por el avance del gobierno y de los organismos de inteligencia sobre el control de la información. Nuevos documentos muestran la injerencia gubernamental para controlar Facebook y WhatsApp, mientras avanza en el Congreso un proyecto de ley que, si bien tiene por objetivo impedir la injerencia de “enemigos extranjeros”, habilita la censura oficial sobre cualquier tipo de información considerada peligrosa. En este contexto, y a días de advertir sobre la inminente destrucción de Ucrania y la necesidad de negociaciones inmediatas, el ex Presidente Trump ha sido procesado criminalmente por un fiscal autodefinido demócrata en una causa judicial desechada previamente por falta de sustancia jurídica. Esto, que no tiene precedentes históricos, abre las puertas a mayores conflictos.

¿Hacia un “acuerdo estratégico” con Biden?

Esta semana Alberto Fernández se entrevistó con Biden en la Casa Blanca y le pidió “por favor que los Estados Unidos nos siga acompañando ante los organismos internacionales de crédito para construir ese puente que nos permita atravesar este año con más tranquilidad”. Biden instruyo a Janet Yellen, la secretaria del Tesoro, “para que se ocupe de resolver los problemas de los argentinos”.

En la entrevista, Fernández destacó la “necesidad de generar un vínculo estratégico entre la Argentina y Estados Unidos que permita aprovechar las ventajas que el país tiene en materia de minerales críticos, litio y alimentos”. Biden, a su vez, destacó que “nada está fuera de nuestro alcance si trabajamos juntos”, señalando el interés norteamericano por los recursos del país. Previamente a la visita, y a sugerencia del gobierno norteamericano, Fernández paralizó proyectos de inversión chinos y un nuevo financiamiento chino a la cuarta represa nuclear argentina.

La visita del Presidente y del ministro de Economía a Washington coincidió con reservas del Banco Central al borde de la extinción. Al miércoles de esta semana se habían evaporado 1.800 millones de dólares tratando de parar la corrida cambiaria. El gobierno espera que el directorio del FMI apruebe el ajuste realizado por la Argentina en el 2022 y habilite el giro de dólares, buena parte de las cuales entrarán por un instante al país y volverán rápidamente a las arcas del FMI, al ritmo que impone el endeudamiento ilimitado.

Esta subordinación a las decisiones del FMI, y la consiguiente falta de divisas, potencia las “expectativas” de dolarizar ganancias obtenidas en la formación de precios y en la especulación financiera. La brutal sequía y su incidencia en la obtención de divisas a futuro intensifican la puja entre los monopolios que controlan la economía argentina. Esto muestra la insostenibilidad del Acuerdo con el FMI y brinda la oportunidad para movilizar a la población y a la opinión pública internacional sobre la ilegitimidad de una deuda contraída violando los estatutos del FMI. En lugar de ello, y en una situación de debilidad creciente, el gobierno “pasa la gorra” para que Biden y Yellen “resuelvan los problemas de los argentinos”.

Las hordas macristas saben que el acuerdo con el FMI desestabiliza al gobierno y hacen lo posible para que el caos estalle antes de las elecciones porque “las perspectivas futuras de gobernabilidad para la oposición mejorarían si el actual gobierno no pudiera controlar la situación económica y en los próximos meses la inflación se desbocara totalmente, y la pobreza alcanzara récords nunca vistos”.

El plan está pues a la vista, y el gobierno no atina a enfrentar a los que lo impulsan.

En esta confusión y oscuridad resuena con fuerza la falta de propuestas claras para revertir una situación que ya ha sumido al 39,2% de la población en la pobreza, concentrándola en el Conurbano bonaerense y más precisamente en los bastiones electorales del Frente de Todos. La muerte de una beba en situación de calle a metros de la Casa Rosada expone la inmoralidad de este drama, permanentemente naturalizado. La huelga de hambre del padre Paco frente a la Corte Suprema ilumina a un bastión de esa inmoralidad: un Poder Judicial que subvierte las leyes del país, protege a los poderes económicos y proscribe a la principal líder política del peronismo. También convoca a impedir colectivamente, y de abajo hacia arriba, que el FMI, la corrida cambiaria y la inflación se lleven puestos al país.

Por Mónica Peralta Ramos

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