¿Por qué no hay desfiles de ropa de entrecasa? ¿Eh?

Actualidad 21 de octubre de 2023
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La tecnología en ropa militar avanza: hoy en día los ejércitos tienen trajes para el calor o el frío, telas resistentes, inteligentes: un gasto de dinero absolutamente innecesario porque como dijo Da Vinci, ya inventé todo. Y hay un producto superador: La ropa de entrecasa.

No hay nada más resistente a todo: no le hacen mella las manchas, los agujeros, los líquidos, si engordás se estira, si adelgazás cuelga… Es más: tiene una ventaja militar estratégica: los enemigos ven a un regimiento de gente vestida de entrecasa y se confían: “mirá si vamos a perder contra estos zaparrastrosos”. Y caen en la trampa como quien cree que un contrafrente en planta baja puede ser “muy luminoso”. 

Obsérvese que no hay negocios que vendan ropa de entrecasa. ¿Por qué? Porque la remera más cara puede convertirse en “de entrecasa” después de tener que cambiar una goma pinchada un día de lluvia en la banquina de tierra de ruta clandestina de camiones exportadores de soja. 

Y aquí entra el componente sicológico: ¿por qué los seres humanos insistimos en usar esa remera en la que apenas se puede leer la inscripción “Egresados 75”, o ese remerón con una imagen que podría haber sido en su tiempo Alf, Garfield o el Che Guevara? 

La ropa de entre casa, según un artículo de The Lancet -ahora todos leemos The Lancet- puede dividirse en distintos tipos: 

La ropa vieja que nos ponemos para tareas como limpiar, cocinar o teñirnos el pelo. Es ropa que no importa manchar, porque ya está manchada por limpiar, cocinar o teñirse el pelo. 

La ropa para tareas más sucias, como pintar, lijar, serruchar, que es una ropa dura, no por la dureza del material con que está confeccionada, sino porque se endureció a base de las mismas actividades previas con enduido, pintura, thiner, antióxido, reboque fino, grasa de carter y choripán extremadamente jugoso. 

Está la ropa de entre casa “clase A”, útil para recibir a extraños, como el técnico de la heladera, el técnico del cable o de internet, o incluso a la vecina del segundo Jota. Que es una ropa de entrecasa con alguna falla imperceptible, como la ostensible decoloración y la mancha de lavandina alrededor del ombligo. 

Está la ropa de entre casa “clase B”, útil para recibir a algún amigo de íntimo para arriba que pasa a tomar un café. 

Y está la ropa de entre casa “clase C”, muy útil para vivir en soledad hasta el fin de tus días: Medias agujereadas que se usan como calzado. Vaqueros y pantalones que no cierran, o con el cierre roto, camisas de vestir -ahora de manga corta-, el pantaloncito bicolor desteñido de Boca 77, jardineros, poleras de nylon, buzos de plush, restos de jeans devenidos en mini shorts, joggings sanforizados con los que nunca se corrió otra maratón que no fuera la de deglutir picadas con cerveza, restos de mini shorts devenidos en trapos de piso, son algunas de las prendas más representativas de la ropa de entrecasa, todo un decálogo de la impresentabilidad. 

“La uso porque me queda cómoda”, solemos decir de una remera con el cuello tan estirado que llega hasta el ombligo. “Nunca más volvieron a hacer las Pampero Tenis”, decimos para justificar el uso de unas zapatillas de lona achancletadas y ya sin cordones. 

Nos aferramos a ese calzoncillo que hizo las delicias de nuestros compañeros y compañeras de campamento allá en 1976 como quien no puede desprenderse de una joya de la abuela. Nos sostenemos los calzones y bombachas sin elástico y hacemos malabares con la cadera para que no rueden cuesta abajo por nuestras piernas. 

Y ahora los tengo que dejar, porque acabo de descubrir que las polillas han dejado agujereado un Fiorucci, o un Jordache…o un Lee… que me iba bárbaro… pero bue… están de moda los jeans con agujeros, ¿no? 

Adrian Stoppelman * Telam

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