El peligro del arsénico: hay más de 14 millones de personas expuestas en América Latina

Actualidad 11 de diciembre de 2022
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El arsénico es un metaloide que está en la naturaleza. Se encuentra presente en cantidades abundantes en la corteza de la Tierra. Pero hoy también es una amenaza para la salud humana: 14 millones de personas hoy están expuestas en América Latina a la contaminación por arsénico al consumir agua o alimentos. La exposición a ese contaminante puede producir desde cáncer hasta infartos con el transcurso de los años.

Pero como la contaminación por arsénico no produce sus efectos en la salud súbitamente, aún no está visibilizada como un verdadero problema de salud pública.

Desde la química, la científica argentina Marta Litter ha dedicado su vida a descubrir cómo se produce esa contaminación en las aguas subterráneas y ha realizado contribuciones clave que ayudarían a solucionar el problema. Sin embargo, aún se necesita del compromiso de las autoridades políticas de los países para empezar a dar respuestas.

Litter es investigadora del Conicet, docente del Instituto de Investigación e Ingeniería Ambiental (3iA) y consultora en la Escuela de Hábitat y Sustentabilidad de la Universidad Nacional de General San Martín. Días atrás, en un acto con la presencia del Presidente Alberto Fernández, recibió el Premio Houssay Trayectoria en ciencias y tecnologías ambientales del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, a cargo de Daniel Filmus.

“El arsénico se libera en las aguas subterráneas como consecuencia de diferentes fenómenos geológicos, como la desintegración de rocas y los procesos volcánicos. Esas aguas suelen ser usadas como agua de bebida o empleada en la cocción de los alimentos por las poblaciones aisladas rurales y periurbanas, no conectadas a redes de agua potable segura”, explicó la doctora Litter.

En América Latina, el problema de la contaminación por arsénico afecta a 14 países: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Perú y Uruguay. Argentina es una de las áreas más críticas: hay 4 millones de personas expuestas.

La zona más afectada por la presencia de arsénico en la Argentina es la llanura Chaco-pampeana, una superficie de alrededor de 10 millones de kilómetros cuadrados. Es una de las regiones más densamente pobladas que incluye Córdoba, Santiago del Estero, Chaco, Salta, Tucumán, Santa Fe y La Pampa. Sin embargo, durante los últimos años se han ido identificando otras zonas del país donde también hay arsénico en las aguas subterráneas, como la Patagonia.

Los efectos sobre la salud por la toxicidad crónica del arsénico incluyen una serie de manifestaciones clínicas llamadas “arsenicosis”. En América Latina, se conoce como “hidroarsenicismo crónico regional endémico (HACRE)”, una patología que ha sido asociada con una variedad de efectos que comienzan con lesiones en la piel y pueden derivar en varios tipos de cáncer: piel, pulmón, vejiga, hígado, riñón y próstata.

También el trastorno puede estar asociado a otras enfermedades o efectos neurológicos, gastrointestinales, hematológicos, patologías perinatales y otras manifestaciones clínicas, inmunológicas, efectos vasculares, incluyendo infartos, hipertensión, diabetes, aborto, bajo peso al nacer, hiperqueratosis e hiperpigmentación.

El engrosamiento de las palmas de las manos y los pies, el aumento de la pigmentación de la piel y el desarrollo de cáncer de piel, pulmón y vejiga son los problemas de salud más frecuentemente reportados por la contaminación con arsénico en las aguas.

Aún falta mucho para que realmente se trabaje para que menos personas queden expuestas a ese tipo de problema ambiental. La Organización Mundial de la Salud recomienda un nivel máximo de 10 microgramos por litro de arsénico en agua de bebida. También la Agencia Ambiental de los Estados Unidos ha fijado esa cantidad.

“El nivel máximo de arsénico en agua de bebida fue incorporado al Código Alimentario Argentino, y debería ser respetado en las aguas para consumo humano. Sin embargo, ese límite aún no se cumple en distintas partes de Argentina. Tampoco se tiene en cuenta en algunos otros países de América Latina”, afirmó Litter, ex jefa de la División Química de la Remediación Ambiental de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).

La científica formó parte de una comisión dedicada al arsénico en agua de la Red de Seguridad Alimentaria del Conicet. A través de un informe se advirtió en 2018 que las aguas embotelladas minerales, de fuente y mineralizadas para consumo humano tenían un límite de 200 microgramos por litro establecido por el Código Alimentario Argentino. La comisión de expertos recomendó que todas las aguas de bebida tuvieran el mismo límite para arsénico.

Por la recomendación de las expertas y los expertos, las secretarías de Calidad en Salud y de Alimentos, Bioeconomía y Desarrollo Regional de la Nación bajaron el valor máximo de arsénico de las aguas minerales naturales a 50 microgramos por litro. La comisión de la Red de Seguridad Alimentaria también recomendó que debería ser obligatorio el informe de la concentración de arsénico en la composición de las aguas embotelladas, los refrescos y otras bebidas de consumo humano.

Litter es optimista y considera que sí se puede hacer mucho contra la contaminación por arsénico. Para empezar a afrontar el problema de la contaminación por arsénico, “se deberían establecer políticas públicas, tanto desde el gobierno nacional como el de las provincias y los municipios más afectados”, dijo.

Se debería crear un cuerpo gubernamental multidisciplinario que enfoque el problema del arsénico desde diferentes puntos de vista, incluyendo la vigilancia epidemiológica, y se debería fomentar la investigación científica y tecnológica específica con recursos suficientes.

“Las comunidades afectadas por la contaminación por arsénico deberían acceder a sistemas adecuados y sustentables para el saneamiento del agua con instalación, por ejemplo, de redes de agua potable segura”, comentó la investigadora.

También Litter ha trabajado en el desarrollo de tecnologías de remoción del arsénico. “En América Latina están disponibles varias plantas de remoción, pero es urgente que se desarrollen tecnologías y métodos con foco en las poblaciones rurales y periurbanas a pequeña escala”, señaló.

Para los asentamientos aislados, “se pueden aplicar a escala comunitaria y doméstica los principios básicos del tratamiento de aguas. Muchas de las tecnologías convencionales pueden ser llevadas a menor escala y convenientemente aplicadas en comunidades pequeñas y hogares individuales”.

Se necesita que los materiales que se empleen en la remoción del arsénico deberían estar disponibles naturalmente en la región, en el mercado o fácilmente preparados en el laboratorio. “Deben ser de bajo costo y baja toxicidad y mostrar buen rendimiento al pH de las aguas de bebida”, acotó.

Las tecnologías para remover el arsénico del agua dependen de procesos fisicoquímicos básicos que pueden aplicarse solos, de manera simultánea o en secuencia. No hay una regla para elegir las tecnologías de remoción, especialmente cuando el agua para consumo humano proviene de una fuente de agua subterránea, y pueden usarse diferentes enfoques para distintos casos.

Para el tratamiento de la contaminación por arsénico, el grupo de investigadores de la doctora Litter en la Comisión Nacional de Energía Atómica se especializó en tratamientos económicos para poblaciones con bajos recursos. Uno de ellos es una tecnología económica llamada “remoción de arsénico por oxidación solar” (SORAS).

El tratamiento consiste en usar botellas de agua mineral o refrescos a las que se le agregan gotas de jugo de limón y hierro en forma de alambre de enfardar. Las botellas se deben exponer a la luz solar por algunas horas. “Se forma un flóculo de hierro con arsénico que, al dejar las botellas en forma vertical durante la noche, puede decantarse o filtrarse, y así se obtiene agua libre de arsénico”, detalló.

Otra tecnología también probada en aguas de Santiago del Estero es la “fotocatálisis heterogénea con dióxido de titanio”, una sustancia que se impregna fácilmente en las paredes de las botellas. Se irradia bajo el sol y se agrega algún compuesto de hierro: permite eliminar el arsénico.

“Todo esto se realizó a escala de laboratorio y no fue comercializado ni adoptado en ningún lugar del país”, puntualizó. Aún falta un paso decisivo: que esa tecnología sea transferida para cuidar el derecho humano a la salud.

Nota:infobae.com

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