La República asediada

Actualidad 19 de octubre de 2022
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Revelar lo obvio es una necesidad para evitar que lo obvio se vuelva costumbre, ya que como dijo Lennin, no hay fuerza más terrible que la de la costumbre. El engaño y las promesas falsas de un futuro mejor forman parte del ramillete de artificios utilizados para el embuste. El poder aspira al dominio de la totalidad, es rizomático pero pugna por sus férulas. La administración de un Estado en manos de la derecha neoliberal absolutiza el poder y cercena el espacio de los derechos sociales, siempre asediados en las estructuras productivistas del capitalismo demoliberal que vira a sociedades donde las derechas son desplazadas por las ultraderechas radicalizadas.

La democracia que no se ciñe a los preceptos económicos que John Williamson plasmó en los diez puntos que dieron sustancia al Consenso de Washington, es acusada de régimen populista o anti-republicano. La alusión peyorativa al populismo encierra esa demanda totalizadora al agrupar diferentes realidades económicas, políticas y culturales bajo el nombre del “monstruo” bárbaro. Así, procesos históricos disímiles como los experimentados hace más de una década en Brasil, Ecuador o Bolivia, son conceptualizados desde la economía liberal ortodoxa como degradaciones de la República. Esa construcción de un otro aglutinante despojado de sus particularidades es el rasgo del autoritarismo de las ultraderechas neoliberales que se han apropiado de los conceptos de República y republicanismo, de larga y heterogénea tradición histórica, mediante una ofensiva de construcción de sentido gracias a la cual la República es aquella que funciona dentro de los límites del capitalismo financiero mundial. Esa operación simbólico-semántica reduce la transformación histórica de conceptos fundantes a figuras envilecidas para uso mediático dentro del territorio técnico de las redes sociales, espacio desde el cual se convoca al sujeto individuado tanto a ejercer la ilusión libertaria de sus deseos como a la organización de marchas “espontáneas” a favor de la República en guerra contra el pensamiento crítico y la verdad. Nada bello puede salir de esa República expulsiva de la argumentación y la vocación por la verdad. Slavoj Žižek plantea que “la forma más notable de mentir hoy con el ropaje de la verdad es el cinismo”. El cinismo es la forma del ocultamiento ideológico.
 
Sin incurrir en el error de englobar los diversos procesos políticos que se dan en cada sociedad, se puede afirmar que vivimos un tiempo de retorno a las hegemonías del bloque dominante de derecha. También es pertinente decir que vivimos en sistemas democráticos liberales condicionados por las lógicas económico-financieras que hallan su canal de amplificación en las grandes empresas con negocios situados en el campo de la comunicación. Esto no implica decir que los gobiernos populares son batidos sólo por la acción de las tecnologías de la información pero sí podemos afirmar que la concordancia entre los intereses de los gobiernos de corte neoliberal y las redes tecnológicas tejen, hilo a hilo, una espesa manta de cobertura y blindaje.

La cultura política establecida por el neoliberalismo es autoritaria en tanto “un puñado de representantes del capital toma medidas que afectan a millones”. La fuerte campaña que se organizó en Argentina en torno a la amenaza a la división de poderes de la República, la corrupción, el asedio a la justicia y a la libertad de expresión, tuvo como objetivo central reencauzar las decisiones de política económica hacia el campo de la derecha y su ortodoxia del ajuste en el gasto público, el control del déficit fiscal vía endeudamiento y recesión económica, y la baja de la inflación a través de la destrucción productiva y del mercado interno y el consumo. En ese sentido, bajar la inflación es dirigirse hacia la paz de los cementerios, es decir, diseñar con escasa o nula producción local, importación indiscriminada, niveles de actividad paupérrimos y alto desempleo.

Se avecinan tiempos aún más complicados. Todo indica que el rencor y el odio son las marcas de una sociedad que ha entrado en una etapa de antagonismos violentos y violentados.

Quizás en el devenir del tiempo político y como conjuro contra la insensibilidad, lo que parece falso, el Estado presente como dique de contención al curso violento de las políticas antiestatales, sea lo verdadero; y lo que parece verdadero, el sueño de la construcción de un país civilizado, no sindicalizado y blanco, sea lo falso.

Por Conrado Yasenza

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