La disuasión integrada

Actualidad13 de octubre de 2022
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En el último mes de julio se llevó a cabo en Brasilia la XV Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas (CMDA). En la misma, los EEUU introdujeron la construcción verbal “Disuasión integrada”, que remite, una vez más, a la idea clásica del ´panamericanismo´. Es decir, que ´las Américas´ deberíamos formar parte de un todo homogéneo de valores compartidos, para, desde esa visión neocolonial, alinear al continente detrás de su propia estrategia de seguridad. 

En su intervención, el delegado estadounidense expresó párrafos como “Las naciones del Hemisferio Occidental enfrentan un panorama de seguridad complejo…” y “…todos los países de las Américas deben perseguir las principales prioridades de defensa…”, “las alianzas son una fuerza perdurable para los EEUU” y “todas nuestras naciones socias son esenciales para cumplir estas prioridades”, “defender nuestros intereses mutuos y valores compartidos requiere una visión del siglo XXI para lograr la meta de la seguridad hemisférica”.

Para el secretario de defensa Lloyd Austin, la disuasión integrada “requiere combinar nuestras fortalezas para lograr el máximo efecto con otros instrumentos del poder nacional”, “utilizar la combinación de recursos y conceptos operativos entretejidos y en cooperación con otras naciones, específicamente las de este hemisferio”. “Nuestros ministerios, fuerzas armadas y de seguridad deben tener la capacidad de enfrentar amenazas… en particular limitar las ventajas y ganancias estratégicas o militares de un rival… resistir, contraatacar y recuperarse rápidamente de las perturbaciones causadas por adversarios”. “La disuasión integrada depende de una variedad de herramientas estatales como la diplomacia, la información y la economía”. 

“La disuasión integrada requiere… una red única de alianzas para lograr objetivos comunes entre naciones afines… contra las amenazas mutuas”. “Un llamado a la acción más amplio. En ningún momento de nuestra historia colectiva este imperativo estratégico para la cooperación hemisférica ha sido más necesario que ahora. Los rivales, tanto actores estatales como grupos ilícitos, prosperan gracias a la corrupción y la erosión de las instituciones democráticas regionales. Las amenazas a nuestras instituciones y valores democráticos compartidos emanan en todas las formas y dominios: militares, económicos, informativos, ciberamenazas y otros medios. Las acciones de nuestros rivales que caen en una ´zona gris´ son proactivas, continuas y adaptables, y van desde actividades de financiamiento ilícito hasta pesca ilegal, coerción económica y ataques cibernéticos contra infraestructura crítica.”

“Estos grupos llevan a cabo actividades dañinas que conducen a promover sigilosamente sus objetivos coercitivos, corruptos y autoritarios”, como ““la grave amenaza que representa Rusia a través de su invasión brutal y no provocada”, “afectando la capacidad colectiva de los socios hemisféricos para promover objetivos democráticos compartidos”. Luego llama “a la acción para neutralizar las influencias autoritarias contra un sistema internacional estable…”, para que las Américas puedan permanecer estables y seguras… y neutralizar la coerción de los rivales”.

“La cooperación en seguridad es para contrarrestar los avances de aquellos que buscan desestabilizar el hemisferio”, “profundicemos las formas en que trabajamos juntos para enfrentar los desafíos del Hemisferio, alianzas hemisféricas que esta sesión CDMA fortalecerá y promoverá”.

De las palabras a los hechos

Hasta aquí la enunciación de la idea. A ella le siguió, entre otros hechos, la presencia del Ejército de los EEUU para realizar obras de navegabilidad en el tramo paraguayo de la ruta troncal Río Paraguay-Paraná. Y las palabras de la Jefa del Comando Sur, Laura Richardson en Quito, el 14 de septiembre, ante la presencia de autoridades de defensa de varios países de la región, entre quienes se contaba el Jefe del Estado Mayor Conjunto de la Argentina: “El avance de China es un problema de seguridad nacional”, …”potenciando el autoritarismo y socavando los principios democráticos”, “…debemos trabajar juntos como un equipo, jugando en nuestras respectivas posiciones de manera armoniosa y altamente efectiva”. 

“Esta región es muy rica en recursos, el triángulo del litio está en esta región. China está en esta región, está para socavar a los Estados Unidos. Con toda la desinformación de Rusia Today y Sputnik mundo, es muy preocupante. Hay muchas elecciones que acaban de pasar, y tenemos que seguir preocupados con esta región”.

Asimismo, se planteó fortalecer el concepto de disuasión integrada en uno de los documentos de la Asamblea General de OEA en Lima.  

La doctrina Monroe

En mi opinión, que en este artículo no representa institucionalmente al Estado, esta nueva elaboración retórica se encuadra en la Doctrina Monroe, expuesta en 1823 y actualizada en diversos tramos del siglo XX, por la cual aquel país se consideraba dueño de toda América y representante de sus intereses ante el mundo. 

La versión remozada de la misma contiene la pretensión de que lo que unifica a ´las Américas´ es el sistema político demo-liberal. Sistema sobre el cual no voy a renegar ni polemizar en este artículo, sino simplemente decir que se trata de la fase procedimental y no sustantiva de la democracia. Invoco una prueba muy simple: la Argentina, para no hablar de otros países, viene siguiendo las reglas institucionales y respetando su sistema electoral ininterrumpidamente desde 1983, y eso no trae aparejada de por sí la mejora de sus indicadores sociales y económicos fundamentales –desigualdad, pobreza, desocupación, endeudamiento- que son los aspectos democráticos de fondo. Desde lo más profundo de mis convicciones, creo que un pueblo no se alimenta mejor cuanto más seguido vota, sino que demandará y construirá instituciones electorales y políticas de mayor calidad y trasparencia en la medida que se alimente mejor. 

Lo que quiero decir es que los conceptos “hemisferio” y “las Américas” son de orden geográfico, pero no político. Políticamente, los países desarrollados de América, EEUU y Canadá, pertenecen al G-7 y a la OTAN, y necesitan sostener el consumo dispendioso de casi un tercio de la energía mundial contando con una población menor al 5%. Las impresiones en papel, las luminarias, el parque automotor privado y el híper-consumo en general, son parte de la identidad del anglo-americano medio, la población tradicional que, mediante el “sueño americano” sostiene la idea de grandeza de esa zona del continente.    

En cambio, el desafío de los demás países de América es erradicar el hambre y la desigualdad, salir definitivamente de la presión del endeudamiento crónico (precisamente con el Norte) y administrar soberanamente la renta de nuestros propios recursos estratégicos. Y vemos que cada vez que un Estado se propone esto último, ingresa casi automáticamente a la categoría de autoritario, corrupto, narcotraficante, etc.

Esto pone en disputa cientos de miles de millones de dólares de ganancia empresaria, no sólo por la renta directa de la energía, sino además por la cotización financiera de las empresas y sus derivados.

Por lo tanto, la verdadera comunidad de intereses o valores compartidos no se corresponde con la integración vertical del hemisferio, sino con el corte horizontal entre desarrollo y subdesarrollo. La pandemia en general, y la administración de las vacunas en particular, no hicieron más que acentuar y visibilizar aún más dicha contradicción.

Finalmente, es imposible que la preservación de tal volumen de recursos no desplace las estrategias de seguridad de los estados del Norte –aún cuando estén en América- al plano militar, para poder garantizar su acceso a los mismos. Es decir, los problemas de seguridad son absolutamente diferentes para los Estados del Norte desarrollado y los Estados del Sur global, aunque todos pertenezcan, geográficamente, al mismo hemisferio. En nuestro caso se trata de incrementar nuestra soberanía, en el caso del Norte se trata de acotárnosla.

Más argumentos 

Cuando desde la idea de la disuasión integrada se plantea “combinar nuestras fortalezas con otros instrumentos del poder para lograr el máximo efecto”, ¿a cuáles fortalezas se refiere? ¿A las más de 850 bases militares desplegadas a lo ancho del planeta? ¿A la DEA, que acaba de ser descripta por toda Latinoamerica en la ONU como un estrepitoso fracaso? ¿A los organismos financieros, tanto multilaterales como fondos de inversión privada? ¿A los fondos buitre? ¿Al bloqueo económico y la confiscación de recursos para generar malestar social, esgrimir la existencia de una crisis humanitaria y con ello justificar la intervención externa? ¿Esos son nuestros valores compartidos?

Cuando se resalta la necesidad de “contraatacar a nuestros rivales para neutralizar sus influencias autoritarias contra un sistema internacional estable”, ¿a qué se refiere?, ¿a que Rusia y China, miembros de los BRICS, son nuestros rivales?, ¿o son “sus” rivales, no los nuestros? Para neutralizar sus influencias contra un sistema internacional ¿estable?

Tan “estable” como la incesante migración, la violencia, las protestas sociales, la conflictividad permanente en Medio Oriente, la extrema pobreza africana, la concentración de la riqueza, el cataclismo sanitario y ambiental, la necesidad de expandir la OTAN al Atlántico Sur y al Pacífico, y el riesgo de una contienda nuclear. 

“La disuasión integrada depende de una variedad de herramientas como la diplomacia, la información y la economía”. La diplomacia ha escalado los conflictos, en lugar de des-escalarlos, ha excluído y sancionado en los foros internacionales en lugar de tender puentes de diálogo. No ha respetado decisiones ampliamente mayoritarias de los organismos multilaterales, como el acceso democrático a las vacunas Covid, el levantamiento del bloqueo a Cuba o la descolonización del Atlántico Sur por parte de la OTAN. La información hegemónica no se cansa de mentir y des-informarnos. Y la economía nos ha llevado al grado máximo de concentración de la riqueza y desastre ambiental. 

Por su parte, el doble hackeo de la central eléctrica nacional de Venezuela fue mucho más allá de una ´ciberamenaza´. 

Corolario

Los desafíos no son los mismos para todo el hemisferio, ni en seguridad ni en casi ningún orden. 

Si en lo que procura centrar la noción de valores compartidos o comunidad de intereses es en un sistema electoral que se pretende mostrar como modelo de democracia ante el mundo, digamos que ese modelo de aplicación universal no existe, sino que cada Estado lo construye a partir de su propia experiencia histórica, sus propias tradiciones y sus propias luchas.

En América conviven sistemas que se subordinan a la Corona británica y donde la figura del primer ministro designa la mitad de sus parlamentos, sistemas que apelaron a la categoría de senadores vitalicios, sistemas donde la presidencia no fue ejercida por quien obtuvo la mayoría de los votos y donde hacen falta cientos de millones de dólares para encarar una campaña. Y sin embargo, nadie dice que no se trata de Estados soberanos que van diseñando su propio modelo de representación popular.

No hay derecho a que un Estado por sobre otros decida cuál es una buena o una mala democracia, ni a imponer que el rival contra la seguridad de un Estado tenga que serlo también de los demás.

La intrusión digital de Cambridge Analitica en más de una campaña electoral no provino precisamente de ningún ´rival´ de la región, sino más bien de un conglomerado alineado con el bloque atlantista que está en retirada. 

Ha sido precisamente a partir de la llamada “globalización” –concepto forjado en occidente- que nos hemos acercado a culturas y realidades históricas que desalojan a “las instituciones y valores del hemisferio occidental” de su pretendido pedestal de la verdad para concebir la democracia.

Con todo el valor que indudablemente acredita la tradición electoral de nuestra América, hay ejemplos diferentes de democracia. Como aquellas naciones de oriente que han apartado de la pobreza a millones y millones de seres humanos, elevaron su nivel de vida y los situaron en un lugar más relevante de la escala tecnológica. Ese es también un factor de legitimidad democrática.

Nuestra comunidad de intereses está de la mano de aquellos Estados con quienes compartimos una misma problemática y una mirada común para afrontar la agenda regional y global.

Por Carlos Raimundi

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