China y EEUU se disputan el mundo de la posguerra ucraniana

Actualidad - Internacional 23 de julio de 2022
vietnam

En un mundo agobiado por la inflación, la crisis energética y alimentaria, ¿qué interés conseguirá posicionarse para conducir el rumbo de la crisis? El vertiginoso ascenso chino se constituye hoy en una amenaza manifiesta para las potencias occidentales. Joe Biden, presidente de Estados Unidos, culminó recientemente su primera gira oficial por Medio Oriente, volviendo a poner en escena a quien considera su “amenaza estratégica”: "No nos alejaremos ni dejaremos un vacío para que lo llenen China, Rusia o Irán", declaró desde Arabia Saudita.

La respuesta de China no se hizo esperar.  De la mano de su ministro de Relaciones Exteriores,  Wang Wenbin, Pekín respondió que “los pueblos de Medio Oriente son dueños de Medio Oriente. Medio Oriente no es el “patio trasero” de nadie y mucho menos existe en la región el supuesto “vacío”.

Desde Gran Bretaña y mirando a China, el ex primer ministro Tony Blair advirtió a Estados Unidos y sus aliados que el mundo cambió y que deben actuar para contrarrestar nuevos poderes que, por primera vez en esta era, ponen en cuestión la supremacía de Occidente. "Estamos llegando al final del dominio político y económico de Occidente. El mundo va a ser al menos bipolar y posiblemente multipolar. El mayor cambio geopolítico de este siglo vendrá de China, no de Rusia". 

La advertencia de Blair, viejo líder del Partido Laborista de Reino Unido, fue realizada la semana pasada, en una conferencia organizada por la Fundación Ditchley. Este tanque de pensamiento fue creado para el abordaje de los vínculos transatlánticos entre Estados Unidos y Gran Bretaña y convoca a dirigentes del sector empresarial, financiero, político y militar, de los países que integran la organización. El ex primer ministro advirtió también que no debe descuidarse Taiwán, y declara que Occidente "debería aumentar los gastos de defensa y mantener la superioridad militar" y que, al igual que vienen haciendo los países orientales, será necesario continuar utilizando el “poder blando” para recuperar lo perdido, en términos de influencia a nivel mundial.

Un ascenso “Made in China”

En 1981, China tenía cerca del 90% de su población por debajo de la línea de la pobreza; en 2019 esta cifra se había reducido a 1%, según los parámetros que fija el Banco Mundial. El llamado “milagro chino” implicó sacar alrededor de 800 millones de personas de la pobreza, a partir de una política basada en la inclusión de grandes masas campesinas al sistema productivo, en el marco de un modelo que propició el desarrollo industrial y el consumo.

El programa de gobierno del presidente Xi Jinping planteó fortalecer la gobernanza global y el desarrollo impulsado por la innovación. El 11 de marzo de  2021 se aprobaba en la Asamblea Nacional popular el  XIV Plan Quinquenal (2021-2025), que propone mayor autosuficiencia en ciencia y tecnología; que China se afiance como potencia mundial mediante un modelo de crecimiento sostenible e innovador y que conduzca a la “modernización de la economía socialista” en 2035.  

Para ello buscan desarrollar la producción doméstica en 10 sectores claves desde robótica hasta biofarmacéutica. Pone a la ciencia y la tecnología en el centro del modelo y prevé un desarrollo de la economía digital que debería pasar del 7,8% del PBI en 2020 al 10% en 2025. Además, el plan establece el desarrollo de campañas antimonopolio como las que el gobierno ha llevado adelante contra Didi, Alibaba o Tencent y que ha derivado en al menos 9 multas contra Tencent y dos contra Alibaba, quien recibió en 2021 la mayor sanción antimonopolio de la historia China por alrededor de US$ 2.800 millones, según informó la BBC.

El conjunto de programas que apuntaron al desarrollo productivo y el comercio internacional con casi todos los países alrededor del globo permitieron al gigante asiático convertirse en lo que Blair nombró en su conferencia como “la segunda superpotencia del mundo”. Y es que China se concibe a sí misma como un centro comercial mundial que mantiene incluso, entre sus primeros socios comerciales, según datos anuales de 2021, a países como Estados Unidos, Hong Kong, Japón, Corea del Sur o la Unión Europea. La República Popular China viene desarrollando, desde su constitución en 1949, una concepción que busca superar el llamado Siglo de la Humillación, comprendido, entre 1839 y 1949 y signado por “el atraso” y la pobreza. Ahora, el siglo del “retorno a la normalidad histórica” busca ubicar nuevamente al país como “el Reino del Centro” para 2050.

En la nueva dinámica imperialista-tecnológica, la fracción más avanzada con asiento en China lleva adelante la iniciativa que consiste en el desarrollo de infraestructura terrestre y marítima, destinada a aumentar la influencia económica y política hacia Asia Central, Rusia, Europa, el Mediterráneo, pasando por el Golfo Pérsico, el sur de Asia, el Océano índico y África. La visión estratégica comprende una mentalidad: la conectividad global y el ecosistema digital son conceptos mucho más amplios que solo la construcción de infraestructuras tradicionales.

A nivel regional, podemos observar su influencia creciente en Latinoamérica. Según un informe de Cadena Latam, publicado a principios de julio de este año, desde 1994 el intercambio comercial entre Latinoamérica y China creció del 1,7% al 14,4%, y ahora se estima en unos 450.000 millones de dólares. De acuerdo con el informe, China sería hoy un socio comercial más importante para Latinoamérica que Estados Unidos. Si bien Estados Unidos sigue siendo el principal inversionista en la región, con un 22% de todas las fuentes extranjeras que Latinoamérica recibe, la “amenaza china”, ya ha hecho considerables avances sobre su histórico “patio trasero”.

Los proyectos en disputa: el mundo del G2

El ascenso chino es parte de una situación general que trae aparejado un cambio de época, en la cual dos grandes proyectos estratégicos disputan por dirimir quién impone las reglas del juego global. Y esto es así porque nos encontramos transitando un cambio de fase en el sistema de producción (y apropiación) de valor que rige la economía del mundo. El salto de escala se ha producido desde la financiarización hacia la digitalización de la economía. En ese contexto, un escaso grupo, que llamamos Aristocracia Financiera Tecnológica y Global sobrepasa las disputas entre Estados, pero se sirve de ella. 

Las estructuras político institucionales, según quién las gobierne, asumen un rol en medio de un dilema: servir de instrumento coercitivo, de trampolín económico, administrar recursos, instalar infraestructuras al servicio del mercado, o administrar tensiones, arbitrar y contener a las grandes masas excluidas de la carrera vertiginosa en la que se concentra el capital. El caso chino, se convierte en emblemático, tal como lo señaló Cristina Fernández, al trazar largos, disciplinados y meticulosos caminos hacia el desarrollo con inclusión y redistribución. 

La discusión mundial es por quién conducirá esta nueva fase, algo difícil de identificar en la compleja trama que se teje a nivel internacional. La interpenetración de capitales de origen angloamericano en China es también un indicador de que los dos proyectos estratégicos financiarizados y digitales (expresados en las GAFAM -Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft- de un lado y las BAT -Baidú, Alibaba y Tencent- por el otro) superan a los estados nación, y construyen su poder en una compleja red económica y financiera global.

El diario chino Global Times insiste con orgullo desde sus editoriales en aquello que Occidente mira con recelo: el ascenso “meteórico” del mercado de la economía digital de China. En febrero de este año, el influyente medio asiático destacaba en la organización y el desarrollo de los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing 2022 los pagos digitales en yuanes como “ una muestra vívida” de que el futuro llegó primero a China, de la mano del proceso de digitalización. En ese marco la supremacía occidental, se encuentra amenazada. Los avances de los capitales asociados al estado chino, en esta materia, han puesto al menos en cuestión su poderío, regido por Estados Unidos, hoy ocupado de un proceso inflacionario inédito en su historia, escasez de alimentos y combustibles. 

Mientras el bloque de poder occidental está ocupado en responder a los impactos del conflicto entre Rusia y Ucrania, que alimenta desde lejos, el mundo se reorganiza, con la economía como eje rector. En este contexto han sucedido inesperados, pero obvios acercamientos entre  Europa con Irán,  Venezuela y Estados Unidos, en busca de fuentes alternativas de recursos. 

La principal disputa mundial, que hemos caracterizado como del “G2”, representada por el poderío de Estados Unidos y China más como redes financieras y tecnológicas que cómo meros entramados institucionales, se profundiza en una guerra por todos los medios, en la carrera por conducir la reestructuración global que parece exigir la salida de la crisis. El centro de gravedad se ha trasladado a Asia Pacífico y la estrategia del proyecto personificado en capitales y un Estado fuerte del gigante asiático ha logrado poner en cuestión la hegemonía occidental.

Por Paula Gimenez para El Destape

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