¿Del Frente de Todos a la Coalición de Todos?

Actualidad - Nacional 31 de mayo de 2022
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Algunos indicios parecen indicar que al interior del FdT se vive otra etapa. Eso, un momento distinto, lo cual no implica que estén solucionadas las tensiones que emergieron en agosto del año pasado. Esa nueva instancia se alimenta y retroalimenta desde dos realidades: por una parte, el lento pero decidido acercamiento de la instancia electoral de 2023 y eso a la vez probablemente afecte el sentir de diversos sectores internos de cara a definir y no solo a imaginar, la oferta electoral para las elecciones presidenciales.

Los encuentros del espacio en Mendoza, en Chaco o en Buenos Aires enfatizaron en la necesidad de preservar la unidad, ante la posibilidad de un nuevo gobierno macrista y sus implicancias y en la importancia de atender las demandas de una sociedad castigada, que, y menos preocupados en las diferencias internas, las cuales persisten, pero comienzan a ocupar un segundo plano. Todos los actores repiten una y otra vez “nadie se va”, esto es, la intención y la expectativa de lograr un acuerdo interno, parece mas firme que cinco meses atrás cuando todo estaba en duda.

Probablemente los discursos emanados desde la oposición tanto en su versión macrista como en la libertaria, anunciando sus expectativas gubernamentales ya sin los ocultamientos de 2015, prometiendo sin mas el cierre de los ministerios de educación, salud y de las mujeres y diversidades, la represión como única mediación ante los conflictos, reformas laborales para facilitar despidos y el estímulo a la portación de armas entre otros sueños de la derecha; todo eso que se escucha cotidianamente decía, desanime a quienes componen el FdT a opciones de ruptura fortaleciendo en definitiva a la derecha en marcha. Ahora bien, todo ello no alcanza para resolver esa conflictividad que en efecto existe y que solo parece suspendida.

Propios y analistas sostienen que, en un mejor contexto económico, esas diferencias tenderían a desaparecer; pero, aunque esa situación suceda, y no es claro que en este contexto mundial sea esperable una mejora económica de proporciones, la tensión política parece no resolverse sólo por esa cuestión. Semanas atrás se expresó en esta columna: el problema del peronismo hoy es esencialmente político y no solo debido a los resultados económicos esquivos. Si esta hipótesis es correcta, o al menos la presunción de que existen problemas de tipo político al interior del FdT que amenazan el proceso de toma de decisiones porque no existe ninguna institucionalidad ni mecanismo que prevea como resolver eso, es razonable que además del debate propio de candidaturas de cara al 2023, se piense y diseñe alguna ingeniería que atienda esa cuestión que estará mas o menos manifiesta o latente según las circunstancia pero que puede convertirse en una amenaza a su propia estabilidad. En ese marco, aunque solo parezca una cuestión semántica quizás ayude al peronismo y sus aliados, pensarse en términos de coalición más que de frente.

En término históricos, la Guerra Civil Española y otros procesos con emergencia de fascismos de diverso tipo, estimuló la creación de un Frente Popular que reuniera a diversos espacios de la centro izquierda hacia la izquierda, en contra del fascismo en asenso; los frentes se erigían como una política de alianzas entre sectores con diferencias pero que veían a un enemigo común, defendiendo una posición popular (por esa cuestión probablemente en 1946 conocimos una Unión Democrática y no un Frente Democrático). Es decir, la denominación dio cuenta en sus orígenes de cierta concepción política; en la Argentina el FREJULI (Frente Justicialista de Liberación) en las elecciones de 1973 puede tomarse como la expresión mas clara en esos términos.

El término coalición, en cambio, parece más vinculado a una estrategia o a una herramienta electoral de un grupo de partidos, con menos énfasis en la dimensión ideológica, constitutiva en el caso de los frentes. La coalición da cuenta de un acuerdo entre partidos o espacios políticos para encarar juntos un proceso electoral y un futuro gobierno. En ocasiones, como es el caso mas común de los regímenes parlamentarios, la coalición puede concretarse en el Parlamento para la formación de gobiernos cuando un partido sólo no logra reunir la suficiente cantidad de votos; la resultante de ese acuerdo en el Congreso, logra que se consagre a una mujer o a un hombre para el cargo de Primer/a Ministro/a; y eso no siempre refleja con exactitud los resultados electorales. Sobran los casos históricos donde el que mas votos obtuvo no ocupa la primera magistratura; y si los casos no entusiasman se puede ver la interesante serie Borgen.

La coalición es la manifestación de la necesidad de la alianza entre diversos; es asumir que un espacio solo no logra contener la suficiente cantidad de votos para alcanzar la victoria. Es, si se quiere, una dimensión mucho más pragmática y realista, diferenciándose de las prescripciones políticas que la noción de frente, puede acarrear.

El peronismo es hoy un espacio con varias particularidades que lo diferencia de sí mismo décadas atrás. Por una parte, la última vez que hubo una sola formula presidencial peronista fue en las elecciones 1989; 2019 fue lo mas cercano a la unidad total, pero no fue absoluta. Treinta años es un tiempo prudencial para asumir que esta fragmentación o división del espacio ya es constitutiva. Pero al mismo tiempo, el peronismo ha logrado que varios espacios políticos graviten en torno de si y se sumen a sus estrategias electorales y a sus gobiernos. Y ese apoyo no es uno que deba descartarse. Porque esos acercamientos también confirman que el peronismo continúa siendo la representación de ese amplio espacio de los intereses populares y que la otra coalición representa de modo cada vez más transparente los intereses y el universo de la derecha. Aun con importantes diferencias internas, como la actual discusión sobre políticas económicas, quienes participan de la coalición pueden estar tranquilos que ella representa ese universo común que implica el campo popular. La coalición de todos, no como título sino como espíritu, puede ser un camino a transitar. 

Por Sergio De Piero - El Destape

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