







En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra.
Fragmento del poema «He andado muchos caminos», de Antonio Machado.
I
En el arte de la representación existen actores buenos, regulares y malos, pero nada es peor que la sobreactuación, la exégesis repentina o la anulación de biografías y matices. La acentuación de la firmeza y la reiteración de un linaje político sustentado en lo “previsible”, “confiable”, “normal”, que pueden ser efectivas para alcanzar una calma relativa, también pueden tener un efecto contraproducente si se intuye en ellas la “representación” fallida de un acto. Los resultados pueden ayudarnos a interpretar esas fallas. Es sesgado hacer afirmaciones predictivas con el diario del lunes en la mano. Pero los hechos arrasan con los bastidores de la escena.
El votante peronista no suele rechazar el candidato único, pero —y también— por conservar los logros alcanzados y sostener “el proyecto”, ha acatado decisiones de conducción (metáforas del lenguaje transformadas en acción política) que sobreactuaron la confianza en torno a la idea de los logros y los derechos conquistados. Hay una pared en la que se lee el olvido de una memoria acechada por la melancolía.
II
La decisión “Scioli” o la opción “Fernández” fueron la consecuencia de una falla interna. Sería saludable que cuadros militantes y espacios de decisión/conducción intercambiaran reflexiones sobre – al menos – dos fracturas que explican el deterioro de la parte superior del manto peronista. Por un lado, si no existe una reivindicación cabal del espíritu de gobierno pasado — y, en consecuencia, se lo sostiene como una certeza política inmutable—, proponer un candidato de síntesis indefectiblemente conduce a un desatino (la validez formal no garantiza la verdad material si las premisas son falsas) Por el otro, el intento de volver perdurable la idea de sucesión elaborada, cuando está encarnado por quien demanda el derecho a la conducción y transmisión del legado, confunde las necesidades políticas de conservar el poder – ante las propuestas regresivas del macrismo, en su momento, y del mileísmo en el presente – con el hecho de que gobernar también es ceder el paso, o favorecer el proceso de transición. Ningún proceso es extrapolable, pero mirar hacia México puede ayudar.
III
Los modos de hacer política en la argentina generaron nuevos lenguajes que entroncaron las tradiciones históricas con la “reforma moral e intelectual” gramsciana – en términos de plantear lo intelectual como problema –. Votar al elegido que de antemano conoce – y consiente – su falta de poder, implica una instancia dramática del pragmatismo político dominante. Entendido así, el campo del pensamiento nacional y popular debería pensar las acciones políticas y las realidades regionales y mundiales, como una problematización del momento asfixiante del capitalismo financiero, tecnológico, cultural y lingüístico.
Inmersos —como estamos— en la disputa por un sentido existencial político y afectivo, plantear “actualizaciones doctrinarias” es como pretender apagar un incendio con un vaso de agua. Frente a operaciones políticas internas y externas, a operaciones de prensa de toda naturaleza, es necesario una búsqueda enérgica en la intelectualización del problema político, acción que se realiza cotidianamente para acercarse a la resolución de un conflicto. Demasiado ruido para pocas nueces.
IV
Existe una afirmación perjudicial: el “kirchnerismo es el peronismo de hoy”. Y lo es porque el peronismo no ha dejado de ser tal y porque el kirchnerismo debiera poner en blanco sobre negro qué piensa ser hoy. Al incorporar novedades, transgresiones y anomalías, demostró que se podían sumar al tronco originario todas las memorias progresistas como también las luchas de distintos sectores populares. No fue la primera vez: en sus inicios, y con tensiones, Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, John William Cooke y tantos otros, introdujeron en la narrativa del peronismo nuevas intenciones para un lenguaje establecido y concurrente. Por ello, hay que distinguir pensamiento de consigna. Si el pensamiento no es reflexión crítica, compleja y argumentada sobre el poder y la historia social, troca en consigna diseñada para ser repetida o recordada. Establecer un lenguaje que afirme ese dictum, y que se reitere como un trompo continuo y a punto de ser frenado por el choque contra la pared, es pernicioso. El momento exige ideas acertadas, claras, aunque sean pocas. Demasiadas veces hemos escuchado “es lo que hay”, naturalización igualmente errónea.
Las tradiciones y las luchas sociales (como la de los derechos humanos), y el rescate del Estado, de la política, de la militancia, de los entusiasmos y deseos, hicieron del kirchnerismo una experiencia transformadora. Este tiempo exige una renovación política en la interpretación acerca de cómo puede reorganizarse el sector emancipatorio del pensamiento colectivo. Un peronismo desgarrado y sin motivación, solo oye lo que su sombra le susurra al oído, desprovisto de formulaciones que se aproximen a un programa y extraviado en reuniones en las que se anuncian disposiciones ajenas.
V
El mileísmo es una expresión más del avance de las ultraderechas en el mundo. Sim embargo, es fundamental entender que las derechas contienen diferencias. Georgia Meloni y Víktor Orbán no ostentan tal grado de entreguismo y genuflexión: ambos son más nacionalistas que de derecha. A la receta reaccionaria y nostálgica se enfrenta un futuro ante el que existe la necesidad perentoria de definirnos en materia de concentración económica, de desigualdad social, de actividades extractivistas como la minería a cielo abierto, la reindustrialización y la sustitución de importaciones (lo que pueda sustituirse, está claro), la contaminación, la interminable expansión de la frontera sojera, las armadurías y las autopartes, la recuperación de confiabilidad en los índices de inflación y desempleo o trabajo no registrado. Es indispensable formar nuevos cuadros político-técnicos capaces de ilusionar y de establecer conexiones con la voluntad de mayorías sobre las cuáles, en el mejor de los casos pesa la desatención, o francamente el desdén, que huele a ignorancia.
VI
En el futuro no importan los oráculos. Hay otros riesgos: el asedio del cerco persistente, la falla en la pared y la sordera de la militancia maquinal. Si fallara el cerco y se desmembrara la pared, o la militancia acentuara su ahogo, las viejas derivas retornarán como ropajes novedosos.
En política y en la vida, las opciones llegan siempre cargadas de enigmas que nos enfrentan a dilemas. Pensar estos dilemas como problemas intelectuales puede ayudarnos a interrogarnos por el origen del dilema a resolver; en esa pregunta palpita la oportunidad de reformular – o, quizás, restablecer – la identidad peronista, que hoy respondería a una pregunta: ¿qué tipo de organización política es capaz de comprender las complejidades del mundo actual? Lo institucionalizado -el Estado – es una vía, pero los movimientos que surgen desde la periferia de esa institucionalización muestran una conexión más vital con las angustias de un pueblo que es una rizomática expresión de la incerteza de deseos y necesidades en encendida multiplicación, más que ese espejo indestructible del universo.
VII
La derecha neoliberal ha instaurado la denostación, la impugnación, la inspección y el recorte injurioso sobre personas, historias, biografías y trayectorias – desde una suerte de mónada perfecta – para desarticular los debates políticos. Si triunfan esos dispositivos comunicacionales, se profundiza el sentido inverso a la averiguación del verdadero dilema con el que rivalizar. Los últimos escándalos protagonizados – por ejemplo, el protagonizado por la intendenta de Quilmes – dan una idea de la degradación política que provoca el internismo sin fin, y la réplica de los modos en que la ultraderecha filtra sus cuitas internas. Los medios de comunicación fisgonean el escándalo para consolidar la confusión social e incrementar la abulia-anomia política: el escándalo.
VIII
Para Gramsci, las metáforas constituyen una forma de la acción por lo cual la política deriva del lenguaje, campo en el que se dirimen los conflictos y luchas sociales. Estas luchas expresan, además de una ontología colectiva, una materialidad en el sentido de la identificación o la clasificación de lo esencial y lo aleatorio, como también las sinuosidades hacia el interior del lenguaje y sus manifestaciones: la literatura, los autos de fe, el periodismo y todas las expresiones que se disputan el sentido en lo colectivo. Esto es, la lucha por la hegemonía en la organización político-simbólica de una sociedad. Es decir, el eslogan de la “batalla cultural” no es potestad del peronismo, del progresismo y de la izquierda; tanto en el macrismo como en el mileísmo, esa disputa por la transformación profunda de la cultura es parte de las aspiraciones de conformación de un bloque hegemónico, o de una hegemonía lisa y llana.
IX
Usando libremente los versos del poeta Antonio Machado, el mileísmo, bajo la mascarada de lo novedoso, es ese hombre provinciano de tez mustia y pelo cano, una fruta vana; pero la oposición – especialmente lo que se denomina panperonismo – no es ese sujeto político que “quiere vivir y a vivir empieza” entre un país que muere y otro que bosteza; en todo caso es el prisionero en la Arcadia del presente.
Por Conrado Yasenza * Periodista. Docente en la Universidad Nacional de Avellaneda. / La Tecl@ Eñe























