Del estancamiento a la caída

Economía23/12/2025
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La economía volvió a caer en octubre tras cuatro meses de estancamiento. Según informó el INDEC, el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) se contrajo 0,4 por ciento respecto de septiembre en términos desestacionalizados, en un contexto marcado por la incertidumbre electoral, el endurecimiento monetario aplicado en agosto y una recuperación que nunca logró consolidarse.

El retroceso mensual contrasta con la variación interanual positiva, que alcanzó el 3,2 por ciento, pero ese dato refleja principalmente una base de comparación baja y no una dinámica expansiva sostenida. De hecho, el propio informe oficial muestra que el componente tendencia-ciclo se mantuvo sin cambios frente al mes previo, lo que refuerza la lectura de una economía que dejó atrás el rebote inicial y entró en una fase de amesetamiento, con señales cada vez más claras de fatiga.

El freno de octubre se explica en buena medida por el impacto diferido del apretón monetario que el Gobierno decidió aplicar en agosto, cuando elevó con fuerza las tasas de interés para contener presiones cambiarias y anclar expectativas inflacionarias en la antesala del proceso electoral. Ese endurecimiento tuvo un efecto contractivo sobre el nivel de actividad, al encarecer el crédito, desalentar el consumo y frenar decisiones de inversión en sectores sensibles al financiamiento.

Si bien después de las elecciones el Ejecutivo intentó desandar parcialmente ese camino, la corrección fue limitada. La persistente amenaza de una devaluación y la dificultad para consolidar una desaceleración inflacionaria obligaron a mantener un esquema de tasas reales elevadas, especialmente en el segmento de préstamos, que sigue ubicándose muy por encima de la inflación. El resultado fue una economía atrapada entre el freno monetario y la imposibilidad de reactivar con fuerza.

Ganadores y perdedores

El desglose sectorial del EMAE muestra con claridad ese comportamiento desigual. En octubre, doce de los sectores que integran el indicador registraron subas interanuales, pero el crecimiento estuvo fuertemente concentrado en actividades financieras y en servicios asociados a la intermediación y los activos. La intermediación financiera creció 22,8 por ciento interanual y fue el sector de mayor incidencia positiva sobre el nivel general, impulsada principalmente por la mayor actividad de agentes y sociedades de bolsa. A eso se sumaron las actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler, que avanzaron 3,9 por ciento.

Sin embargo, ese dinamismo no logró compensar la debilidad de sectores clave para el empleo y la producción. La industria manufacturera volvió a mostrar una caída interanual, con una baja del 2,7 por ciento, y fue el rubro de mayor incidencia negativa en el EMAE. También se registraron retrocesos en la administración pública y defensa, y en hoteles y restaurantes, lo que da cuenta de un enfriamiento más amplio que trasciende a un solo sector.

La foto que deja el informe es la de una economía que crece de manera desbalanceada, apoyada en actividades financieras y de servicios, pero con dificultades persistentes en la industria, el consumo y los sectores intensivos en trabajo. Ese perfil refuerza las dudas sobre la sostenibilidad del esquema actual y su capacidad para generar una recuperación con impacto real sobre el empleo y los ingresos.

En términos acumulados, el EMAE mostró un crecimiento del 5 por ciento en los primeros diez meses del año frente al mismo período del año anterior. No obstante, esa cifra esconde una dinámica cada vez más débil en la segunda mitad del año, con variaciones mensuales que se alternan entre avances marginales y caídas, y con una tendencia que dejó de mejorar. Desde mayo, el nivel de actividad prácticamente no se movió.

En este escenario, el Gobierno enfrenta un dilema. Por un lado, la continuidad del sesgo contractivo evita un rebrote inflacionario y contiene las expectativas de devaluación, en un contexto en el que la inflación mensual no logra perforar el piso del 2 por ciento y, según la secuencia reciente, muestra una leve aceleración mes a mes. Por el otro, sostener un esquema de tasas altas y restricción monetaria prolonga el enfriamiento de la economía y profundiza el estancamiento productivo.

La alternativa de apostar por un mayor dinamismo de la actividad implica asumir riesgos. Una relajación más decidida de la política monetaria podría reactivar el consumo y la producción, pero también reabrir tensiones cambiarias y poner en peligro el principal logro económico que el Gobierno exhibe ante la sociedad: la desaceleración inflacionaria.

Con estos números, la economía llega al último tramo del año sin señales claras de recuperación y con un horizonte cargado de incertidumbre. El dato de octubre no solo marca una caída puntual, sino que expone las limitaciones de una estrategia que logró contener algunos desequilibrios, pero al precio de enfriar la economía.

Por Juan Garriga / P12

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