


Giro militar: Milei refuerza su alianza estratégica con Washington y crece el costo político por Malvinas
Actualidad - Provincial10/10/2025


En medio de la turbulencia económica y política, Javier Milei profundizó su apuesta más audaz: un giro militar ajustado al alineamiento con Estados Unidos. Mientras Luis Caputo ultimaba la letra chica del salvataje financiero con su par estadounidense Scott Bessent, el gobierno libertario aceleraba la alineación militar y estratégica con Washington y sus aliados transatlánticos. Una serie de acciones -y omisiones- dejaron entrever el costo político de la alianza, que tensó los equilibrios históricos de soberanía que la diplomacia argentina sostuvo durante décadas, en función de la política de estado madre: la Cuestión Malvinas.
En las últimas semanas, la arquitectura bilateral diagramada de ambos lados del continente se cristalizó no solo en el terreno nuclear (con la firma del FIRST) sino de la defensa, lo que incluyó ejercicios conjuntos, intercambio de inteligencia y un renovado interés por el Atlántico Sur. Una apuesta que redefine la inserción internacional de la Argentina, pero también sus límites: entre el aval de Washington y la sombra de Londres.
De la suspensión del Consejo Nacional de Malvinas al escándalo en Defensa
El contraste se hizo evidente a medida que el Gobierno aceleraba las negociaciones con Washington a contrarreloj y en medio de los escándalos de corrupción que socavaron su legitimidad de ejercicio. En ese contexto, la suspensión, por segunda vez, del Consejo Nacional de Asuntos Relativos a Islas Malvinas — a solo diez horas de su inicio— fue apenas una señal de ese cambio de lineamiento que lidera la Cancillería pero que está articulado por las carteras de Economía y Defensa.
El encuentro, previsto en el Palacio San Martín el pasado 30 de septiembre, debía reunir a representantes del arco político para debatir políticas de estado sobre el Atlántico Sur. Pero, según confirmaron a PERFIL dos participantes del Consejo, la prioridad del Ejecutivo no estaba en Buenos Aires sino en Washington, donde se definían los términos del auxilio financiero que Milei necesita para llegar con aire al 26 de octubre. "De todos modos mientras no hagamos una propuesta razonable, no sirve el aporte. Lo llamativo es que de la otra parte (Londres) no lo pueden creer", sostuvo un veterano diplomático en relación al accionar del Gobierno en torno a la disputa bilateral por Malvinas.
En ese sentido, la controversia sobre el "giro militar" argentino también sapicó al ámbito académico y encontró su cauce en las redes sociales. Esta semana se filtró un mail interno del Ministerio de Defensa convocando a una jornada en la Universidad Nacional de la Defensa, con participación de académicos británicos y "en colaboración" con el propio Ministerio de Defensa del Reino Unido, socio histórico de EE.UU. en materia de "seguridad global". El encuentro se titula ‘Perspectivas y lecciones del conflicto en Ucrania’ y no fue difundido por canales oficiales.
El exsecretario de Malvinas de Cancillería, Guillermo Carmona, se quejó en X de la actividad de UNDEF con funcionarios británicos.
Según supo PERFIL, el evento terminó siendo cancelado.El fastidio en el círculo diplomático y castrense se acrecentó luego de que el Reino Unido reiniciara ejercicios militares en las Malvinas, contradiciendo, una vez más, la resolución 31/49 de la ONU. "Lanzar una conferencia en un momento en que están haciendo un ejercicio de gran despliegue es muy grotesco, desmesuradamente funcional a la posición de los británicos", sostuvo Guillermo Carmona, exsecretario de Malvinas del Ministerio de Relaciones Exteriores en la gestión de Alberto Fernández.
"Hay una línea muy clara bajada desde Cancillería, sobre todo en el área de Malvinas, de no decir nada y no hacer nada. Se desactivaron los grupos de apoyo de la Argentina por Malvinas que estaban establecidos en todas las embajadas. Hay una línea explícita de no hacer manifestaciones públicas sobre la temática ni insistir con ningún tipo de negociación", agregó, en diálogo con PERFIL.
A este escenario, que comenzó el pasado 6 de octubre, se sumó el lobby del otro lado del Atlántico a través del representante de la administración británica de las islas en Londres, Richard Hyslop, quien se reunió con varios parlamentarios británicos y se sacó fotos posando con un cartel que reza: "Yo apoyo el derecho de los habitantes de Malvinas a la autodeterminación", el argumento con el que Londres intenta sostener la ocupación del archipiélago. En mayo pasado, se había reunido con David Cairns, el entonces vicepresidente de Equinor, luego de que fuera nombrado nuevo embajador británico en Argentina.
Richard Hyslop, representante del gobierno británico de las Malvinas, se reunió con parlamentarios esta semana.
En paralelo, las protestas en Tierra del Fuego por la presión para activar el radar espacial en Tolhuin (operado por la empresa Leolabs de capitales irlandeses y británicos) aportaron lo suyo al clima hostil hacia la bajada de línea libertaria. También por la ‘Operación Tridente’, un despliegue de tropas estadounidenses que el Gobierno autorizó mediante el decreto 697/2025 sin aval del Congreso. Y el flamante "Centro Nacional Antiterrorista", uno de los ejes de la agenda del jefe del Comando Sur designado por Donald Trump, Alvin Holsey, en el Cono sur.
"No vamos a entregar nuestra soberanía", sostuvo Walter Vuoto, intendente de Ushuaia, luego de conocer el decreto por el cual se autoriza el ingreso de tropas estadounidenses a a capital fueguina.
El silencio "estratégico" de la Cancillería de Milei
Al cierre de este artículo, Cancillería no condenó el accionar de Londres en las Malvinas, que supuso la renovación de la militarización del Atlántico Sur. A diferencia de 2022, cuando la exembajadora Kristy Hayes fuera convocada para recibir una queja "injustificada demostración de fuerza". En aquel entonces, la queja fue contra la "introducción de nuevos actores militares" en las islas Malvinas, en referencia al envío de efectivos de las Fuerzas de Seguridad de Kosovo para integrarse al ejército de infantería británico con presencia permanente en las Islas.
Dos años después, Milei se mostró sonriente junto a la primera ministra de Kosovo, Vjosa Osmani, un gesto que descolocó al cuerpo diplomático argentino: Kosovo, aliado de Estados Unidos, es un Estado cuya independencia el país no reconoce, por el paralelismo con la causa Malvinas respecto al principio de integridad territorial.
El encuentro de Milei y Vjosa Osmani en la ONU generó malestar en el círculo diplomático.
Ocurrió en la misma Asamblea General de la ONU donde el G77 + China renovó el respaldo a la Causa Malvinas. El histórico foro del Sur Global, opacado por la preponderancia de los BRICS, volvió a reconocer el derecho "a la integridad territorial" de Argentina tras la usurpación de 1833, y en consecuencia, a emprender acciones legales por la explotación de los recursos del Atlántico Sur, entre ellas la cuenca León Marino operada actualmente por una empresa de capitales israelíes y británicos.
Giro militar: la Argentina como "socio global" de la OTAN
En paralelo a ese silencio diplomático, la Argentina avanza en una dirección completamente distinta: el acercamiento militar a la OTAN. En abril de 2024 el ministro de Defensa, Luis Petri, inició el proceso formal para convertir a la Argentina en ‘socio global’ de la alianza atlántica, un estatus que solo tiene Colombia a nivel regional. Esta categoría no implica defensa mutua (según el artículo V del tratado), pero sí "cooperación estratégica y técnica" con la organización militar liderada por Estados Unidos y -por extensión- el Reino Unido. En el caso argentino la directiva fue clara: evaluación de "capacidades cibernéticas" y "control marítimo". Dos áreas particularmente sensibles para Washington en su competencia con Beijing.
Desde el gobierno presentan este giro atlántico como un “salto cualitativo” en la modernización de las Fuerzas Armadas, una postura que se cristalizó con la compra de los aviones caza F16 después de años de puja con sus homólogos sino-pakistaníes, los JF Thunder. Pero el movimiento tiene consecuencias simbólicas y políticas, considerando que, en caso de que se concrete la membresía, el país cooperará militarmente con una estructura que respalda —de facto— la presencia británica en las Islas Malvinas.
A principios de 2024 Luis Petri se reunió en Ginebra con el secretario adjunto de la OTAN de ese momento, el rumano Mircea Geoana.
Detrás de ese acercamiento se esconde una redefinición estratégica. Milei busca reposicionar a la Argentina como un socio fiable de Occidente, en contraposición a la lógica multipolar que predominó durante los gobiernos anteriores. La alianza con Washington se presenta como un aval político y financiero, pero también como una forma de ingresar a las redes de cooperación militar que orbitan alrededor de la OTAN. Sin embargo, la apuesta tiene costos: el Reino Unido —uno de los principales actores de la alianza atlántica— mantiene una ocupación activa sobre las Islas Malvinas, y la decisión de Milei de priorizar la integración con el bloque occidental desdibuja la histórica reivindicación argentina de soberanía.
El giro atlántico no se limita al terreno militar. Forma parte de una reconfiguración más amplia que incluye la política económica —condicionada por el acuerdo con el Tesoro estadounidense y la expectativa de inversiones vinculadas al litio, la energía y el sistema financiero— y la diplomacia comercial, orientada a reforzar la relación con el hemisferio norte en detrimento de los vínculos con China y Brasil. En este marco, la política exterior se vuelve también una herramienta electoral: Milei apuesta a mostrar “orden” y respaldo internacional frente al caos interno y a los escándalos de corrupción que salpican a su entorno.
Por Cecilia Degl'Innocenti / Perfil





