Además de dólares, Milei busca exilio

Actualidad24/09/2025
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Mañana, nuestro presidente Javier Milei se reunirá con su par estadounidense, Donald Trump, para negociar un préstamo bilateral del Tesoro de los Estados Unidos. Milei necesita de esos dólares para sostener su gobierno, acechado por la falta de confianza de los mercados, las derrotas políticas y los casos de corrupción. Trump sabe que un nuevo préstamo condicionaría totalmente los gobiernos futuros, para que no puedan romper el alineamiento absoluto con los intereses norteamericanos que inició la gestión libertaria.

A este ritmo, cuando termine su mandato, Milei viviría un martirio en su país e incluso podría correr la misma suerte que su vecino y amigo, Jair Bolsonaro, y hasta peor que el de su adversaria, Cristina Kirchner, quien, más allá de su condena, mantiene un porcentaje de adherentes.

Es un fenómeno tan conocido como estudiado: la Justicia a los políticos les cae cuando pierden el poder. Probablemente su pago por condicionar la soberanía nacional al punto de la dependencia sea un derecho de exilio en Estados Unidos, donde podría tener garantizada su libertad y una vida apacible. 
 
Como todos recuerdan, no sería la primera vez que Trump ayuda con un préstamo a un gobierno que le es afín. Lo hizo con el de Mauricio Macri, en aquella oportunidad, a través del Fondo Monetario Internacional (FMI). Quienes confirmaron esto no fuimos los periodistas, sino que fue el economista Carlos Melconian, integrante en su momento del equipo de Macri. “Es absolutamente cierto que el presidente Macri logró un acceso excepcional de la mano del presidente Donald Trump. Macri me dijo que le dieron el préstamo para ganar las elecciones”, confirmó en 2022.

Este fragmento de Melconian es clarísimo. Un préstamo del FMI solo sirve para imponer un programa económico. Pero desde que Melconian dijo que si el programa económico lo imponen entidades extranjeras el papel del ministro de Economía es el de "tomar mate", pasaron tres años. Nuevamente, el FMI le dio 20 mil millones más, 14 mil de los cuales ya desembolsó, y ahora el Gobierno quiere recibir otro préstamo del Tesoro norteamericano.

Hay controversias respecto de si ese nuevo crédito se producirá y cuál es su monto. Analistas norteamericanos serios, en todos los casos, sostienen que se sobreestiman las cantidades que podría obtener Milei. Y Brad Setser, el ex subsecretario del Tesoro estadounidense y director del Consejo Económico Nacional del Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, este domingo tuiteó: “Algunos números locos están flotando ahora, especialmente en Argentina; el monto de todo el Fondo de Estabilización de Estados Unidos tiene en total solo 22 mil millones en dinero líquido”.

brad-setser-2103682X (@Brad_Setser)

Pero más allá de concederse el préstamo, es interesante comprender que, más allá de que Argentina ya no tiene capacidad de pago para devolver los casi 50 mil millones que tomó Macri, los 20 mil millones agregados del FMI menos aún pueden responder a su capacidad de pago, y si se agregara otro del Tesoro, no podríamos no considerar que el interés de Estados Unidos trasciende a recobrar el dinero, sino a condicionar a los futuros gobiernos para que no puedan tomar medidas de orientación muy distinta a las que ya toma Milei.

Cuando el titular del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, viajó hacia Argentina en abril de este año, manifestó que le preocupaba la estrecha relación comercial que nuestro país tenía con China. ¿Las condiciones de un préstamo serían que disminuyamos nuestro intercambio con el gigante asiático? En ese caso, hay una primera víctima de esto: el campo argentino. Las exportaciones de soja son a China en primer lugar. Como pueden ver, un préstamo de Estados Unidos multiplicaría los problemas que tenemos, en vez de resolverlos, más allá de que pueda ser ventajoso en el presente.

Por otro lado, un préstamo del Tesoro no es inmediato. Al Gobierno le serviría para darle estabilidad a los mercados con el solo anuncio de que recibirá dólares en el futuro para pagar los vencimientos de deuda de 2026, pero en lo inmediato no los tiene. Por eso, elaboró una jugada de último minuto antes de las elecciones que se anunció esta mañana: retenciones cero para la soja. Con el regreso de las retenciones cero, el Gobierno busca acelerar el ingreso de divisas del agro al Banco Central y calmar la tensión cambiaria en la previa de las elecciones. Sin embargo, esto limita la recaudación. Es, como todo lo que hace el Gobierno últimamente, una medida cortoplacista. Se soluciona ahora pero se agranda a futuro.

El Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, más allá de su papel interno, ha sido una de las principales herramientas de la política exterior norteamericana. A diferencia de los préstamos canalizados a través del FMI o el Banco Mundial, los préstamos bilaterales del Tesoro llevan la marca directa de Washington y suelen venir acompañados de exigencias políticas y económicas que trascienden lo financiero.

Uno de los antecedentes más conocidos es el préstamo a México en 1995, tras la llamada “crisis del tequila”. El Tesoro, junto con la Reserva Federal, movilizó un paquete de alrededor de 20.000 millones de dólares, que de hace tres décadas serían 40 mil millones, en líneas de crédito. La condicionalidad no se limitó a medidas económicas: se impuso un estricto control sobre las cuentas públicas, compromisos de transparencia fiscal y la creación de mecanismos automáticos de pago en caso de default. A cambio, el gobierno de Ernesto Zedillo debió aceptar una supervisión que rayaba en la tutela y que consolidó el viraje hacia políticas de disciplina fiscal y apertura de mercados.

Otro episodio clave se dio en Corea del Sur en 1997, durante la crisis asiática. Aunque la ayuda central vino del FMI, el Tesoro norteamericano complementó con líneas de liquidez bilaterales. La condicionalidad fue clara: reformas profundas en el sector financiero, liberalización del sistema bancario y apertura a la inversión extranjera, especialmente de bancos y fondos estadounidenses. El costo social fue alto: quiebras masivas, desempleo y una reestructuración drástica de los conglomerados industriales.

En Turquía, a comienzos de los 2000, Washington intervino con apoyo financiero directo, en coordinación con el FMI. Las condicionalidades incluyeron privatizaciones aceleradas, eliminación de subsidios y una política monetaria alineada con las recomendaciones ortodoxas de Washington. Ese modelo pavimentó la estabilidad inicial que luego capitalizaría Recep Tayyip Erdoğan, pero, pasado 20 años, Turquía continúa teniendo inflación alta e inestabilidad macroeconómica muy similar a Argentina.

También se registran casos en Europa del Este, tras la caída del Muro de Berlín. Países como Polonia y Hungría recibieron asistencia bilateral directa del Tesoro para estabilizar sus monedas y afrontar la transición post-comunista. La condicionalidad fue explícita: privatización de empresas estatales, flexibilización laboral y apertura total a las inversiones de capital occidental. Fue el laboratorio del “Consenso de Washington” aplicado con la urgencia de la Guerra Fría.

Más recientemente, en el marco de la “guerra contra el terrorismo”, Pakistán recibió asistencia financiera directa en forma de créditos blandos y alivio de deuda. La contrapartida fue política más que económica: alineamiento con la estrategia militar norteamericana en Afganistán, cooperación en inteligencia y concesiones estratégicas. En este caso, la condicionalidad mostró su rostro más geopolítico: el dinero como llave de acceso a la obediencia diplomática.

La lista sigue: Jordania y Egipto son ejemplos recurrentes, receptores de ayuda financiera bilateral condicionada al mantenimiento del tratado de paz con Israel y a la cooperación militar. En ambos casos, la estabilidad de regímenes aliados fue considerada más importante que las reformas económicas, y la condicionalidad se centró en política exterior.

Una explicación de las condiciones que implica endeudarse, más divertida y clara, paradójicamente la hizo un banco. Una publicidad del Banco Santander contaba las dificultades a las que se enfrenta quien se endeuda y el padrinazgo que ejerce el acreedor. "Servicio HD premium. Champagne francés. Viaje a Punta del Este. ¡Y con mi biyuya!", exclama un señor mientras revisa las pertenencias de un familiar. Cuando su pariente se acerca para decirle que pronto le empezará a devolver la plata que le presto, contesta: "¿Sabés que me había olvidado? Tranquilo pibe, para algo somos familia".

BC-equipo-de-trump-busca-recortes-arancelarios-en-nuevas-conversaciones-con-china-1MEl titular del Tesoro de EE.UU., Scott Bessent, y el presidente norteamericano Donald Trump.

Volviendo a nuestro país, en relación al futuro del Gobierno, el préstamo tampoco resolvería nada políticamente. Es decir, el oficialismo nacional perdió por 13 puntos en la provincia de Buenos Aires y obtuvo resultados pobres en las elecciones locales de Salta, Jujuy, Santa Fe, San Luis y La Pampa; en Capital Federal, donde sí ganó, no pasó de los 30 puntos. Es difícil que se encamine a un buen resultado y el hecho de recibir un préstamo de Trump no aumentará la cantidad de votos, sino que probablemente haga que lo voten menos inclusive.

No olvidemos que Milei ganó las elecciones diciendo que “endeudarse era inmoral”. El préstamo solo sirve de manera defensiva para que los mercados no aspiren todos los dólares y hagan entrar al país rápidamente en default. Durante la semana pasada, en tan solo tres días, se vendieron más de 1.100 millones de dólares.

Milei en campaña tenía razón: este nivel de endeudamiento es inmoral. Con su gobierno y el de Macri, se montó una verdadera mamushka de deuda y bicicleta financiera que el gobierno peronista de Alberto Fernández no pudo o no quiso desarmar. Recordemos que el primer préstamo del FMI era para pagarle a los bonistas que hicieron negocios millonarios con las altas tasas de Macri, el famoso carry-trade.

Luego, durante el gobierno peronista, se utilizó dinero del Fondo para pagarle al Fondo y se emitió para pagarle a los bonistas. Luego, con el nuevo préstamo del FMI para Milei, se está utilizando para pagarle a los bonistas y para sostener el dólar barato. Sobre esta base, se quiere pedir un nuevo préstamo bilateral a Estados Unidos. Dicho sea de paso, el primer préstamo, el del FMI, todavía no empezamos a pagarlo. Solamente comenzamos con los intereses.

Existe una diferencia entre endeudarse con privados y con el FMI o el Tesoro. Con el FMI no se puede hacer default, porque estaría defaulteando a todos los países que lo integran, mientras que con los privados se puede reestructurar la deuda. Uno cambia de acreedores normales a privilegiados. Es decir, con el FMI no se puede no pagar.

Estos préstamos de Trump son una jugada de win-win. Si Macri, en su momento, hubiese ganado la elección, o Milei la ganaría ahora, se garantizan un gobierno afín en la Casa Rosada. Si no, condicionan a gobiernos futuros. Cuando esto no les sale, como en Brasil, tratan de condicionar la política interna con los peores métodos. Trump amenaza a Brasil con subir los aranceles comerciales si no se libera al expresidente Bolsonaro.

En Argentina, el aluminio y el acero también están con retenciones del 50% en sus exportaciones a Estados Unidos, y en el resto de productos argentinos, el alineamiento con Trump no les trajo beneficios especiales, porque el arancel general del 10% es igual al de Colombia, del presidente Gustavo Petro, que es de izquierda.

El exilio en Estados Unidos se transformó en un clásico latinoamericano. Desde hace décadas, mandatarios caídos en desgracia encontraron en Miami o Washington un refugio donde el poder se pierde, pero la seguridad se recupera.

Un caso que Milei debe mirar con especial detenimiento es el de Bolsonaro, que por meses no pudo exiliarse, porque cuando perdió el poder en 2022, Estados Unidos estaba gobernado por la administración demócrata de Joe Biden. No obstante, fue el lugar que eligió para viajar ni bien perdió las elecciones y se produjo el intento de golpe que intentó impedir la asunción de Lula, pensando que quizás los republicanos podrían hacer lobby a su favor, si bien no estaban en el Gobierno. Recordemos que, para Biden, era inaceptable que Bolsonaro se quedara en Estados Unidos, dado que él había sido víctima de un ataque similar por parte de los trumpistas en enero de 2021.

Bolsonaro tuvo que volver a Brasil cuando se agotó su visa de turista y terminó impedido de salir de Brasil, para luego ser detenido y condenado, sin poder aprovechar que Trump volvió a ser electo presidente de Estados Unidos. No sería esa la situación de Milei, quien terminaría su mandato en diciembre de 2027 y Trump continuaría un año más, el 20 de enero de 2029.

Volviéndose a la lista de exmandatarios exiliados en Estados Unidos, uno de los ejemplos más recordados es el de Gonzalo Sánchez de Lozada, presidente boliviano entre 1993 y 1997 y luego entre 2002 y 2003. Tras la represión que dejó más de 60 muertos durante la “Guerra del Gas”, huyó a Estados Unidos, donde permanece protegido del pedido de extradición que reclama la justicia boliviana. Algo parecido ocurrió con el panameño Ricardo Martinelli, que en 2015 se instaló en Miami mientras enfrentaba cargos por espionaje político y corrupción. Recién en 2018 fue extraditado a su país, en medio de un clima de escándalo.

En Ecuador, el exmilitar Lucio Gutiérrez, derrocado en 2005, también eligió a Estados Unidos como primer destino de exilio. Antes lo había hecho su compatriota Abdalá Bucaram, destituido en 1997 bajo acusaciones de corrupción y de “incapacidad mental”. Bucaram se movió entre Panamá y Miami, manteniendo su vida política a la distancia.

El caso peruano también suma capítulos. Tras su renuncia en medio de la crisis de 2000, Alberto Fujimori se marchó a Japón, su país de origen, pero varios de sus colaboradores y exfuncionarios se refugiaron en Miami para esquivar los tribunales de Lima. Otro expresidente, Alejandro Toledo, pasó buena parte de los últimos años en California, hasta que en 2023 fue finalmente extraditado por el caso Odebrecht.

La lista se amplía con figuras como Carlos Salinas de Gortari, exmandatario mexicano, que, tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio y los escándalos de los noventa, se instaló en Estados Unidos, desde donde reconstruyó vínculos académicos y empresariales.

Saliendo de Latinoamérica, hay varios líderes que escaparon a tierras estadounidenses. El caso más emblemático es el del sha de Irán, Mohammad Reza Pahlevi, que en 1979 huyó tras la Revolución Islámica. Su estadía en Nueva York encendió la crisis de los rehenes en Teherán y marcó un hito en la política mundial.

En África, el dictador liberiano Samuel Doe buscó durante los años ochenta un vínculo estrecho con Washington, y varios de sus sucesores o rivales terminaron instalándose allí tras ser depuestos. Más reciente fue el caso de Ashraf Ghani, presidente de Afganistán, que en 2021 abandonó Kabul cuando los talibanes tomaron el poder y se instaló en Estados Unidos después de una breve escala en Emiratos Árabes.

También hubo líderes asiáticos que encontraron refugio en suelo estadounidense. Ferdinand Marcos, dictador de Filipinas, huyó en 1986 a Hawái tras la revolución popular que lo expulsó del poder. Décadas antes, tras la Segunda Guerra Mundial, algunos dirigentes colaboracionistas o caídos en desgracia también se replegaron en Washington, protegidos por la lógica de la Guerra Fría.

Probablemente Javier Milei siempre haya querido vivir en Estados Unidos, siendo un influencer mundial de la extrema derecha, porque, como él mismo había declarado siendo candidato, después de ser presidente pensaba retirarse de la política. Probablemente lo que ahora esté sucediendo sea abonar el camino, no ya para una decisión voluntaria, sino para tener garantizada una salida obligatoria si la eventualidad así lo requiriera.

También exjefes de Gobierno asilados en embajadas norteamericanas, como el caso de Sylvestre Ntibantunganya, de Burundi. El designado embajador norteamericano, Peter Lamelas, también tiene mandato para continuar al frente de la embajada de su país hasta 2029.

Por último, vale mencionar otro servicio de Milei a la extrema derecha mundial: haber llevado a la práctica un experimento. La palabra experimento es muy indicativa porque fue repetida por muchos analistas internacionales. Como todo experimento, se aprende aun cuando sale mal, para corregir en el próximo intento. Chile de los setenta fue el otro experimento económico mundial, que luego se exportó a Inglaterra y EE.UU. en los 80, con sus correcciones, por ejemplo, que nunca el desempleo creciera a niveles del 30%, como fue en Chile al comienzo.

En el caso de este experimento en Argentina, pudo verse hasta cuánto aguanta el cuerpo de una sociedad más politizada y, en la época de las redes sociales, comprobándose que la sociedad argentina lo repudia tan solo 20 meses después de implantarse.

La diferencia clave es que el exilio es la separación de una persona de su país natal, a menudo de forma voluntaria o involuntaria, mientras que el asilo es la protección que un Estado ofrece a una persona perseguida para garantizar su seguridad y evitar su extradición por delitos políticos, de acuerdo con el Derecho Internacional. El asilo es un derecho de protección que se solicita en otro país, mientras que el exilio es un estado de expatriación o de no poder regresar a la patria.

En el caso de Estados Unidos, Trump tendría que solucionarle a su amigo Milei el problema del caso Libra, que también se tramita en la justicia norteamericana. Es posible que eso suceda con la cantidad de miembros a favor que tiene el mandatario norteamericano en la Corte.

En resumidas cuentas, con este préstamo, Milei se volvería un total empleado de los intereses de Estados Unidos en nuestro país. Tal es así que, una vez terminado su trabajo, podría ir a disfrutar de su jubilación en los lugares disponibles que tiene su casa matriz.

Producción de texto e imágenes: Matías Rodríguez Ghrimoldi / Perfil

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