





Esta semana, el Poder Legislativo nos recordó que el sistema democrático está tajeado, pero sigue funcionando a tracción política, que es la única que lo mueve. Malas nuevas para Milei, que sigue creyendo que hacer política es afanar los afanos y tener cien años de perdón. Su obsesividad, su megalomanía y sus desequilibrio están expuestos. Es lo contrario de un animal político. Es cruel pero es impotente. Berardi lo advirtió.
A estos fascistas, dijo, los votan los rotos, los impotentes. Por eso son fascismos circenses y despiadados. Pero su público empezó a abuchear y terminó cantando alta coimera. El voto de Milei vuelve a ser el voto antiperonista que ya no tiene a Macri.
Pero esta semana, nauseosos de tanta mierda, los conceptos políticos necesariamente encarnaron, y ahí se pasa a otra dimensión. La política está hecha por seres humanos, no por máquinas. Podrán insistir con la fusión con la máquina, pero sin cuerpos no hay política.
La multitud está hecha de cuerpos sudorosos y exaltados o rabiosos y abrazadores. Nosotros hacemos la multitud, que si es como la del miércoles, es pueblo. Es muy fácil hacerse compañero en la calle. Cuando hay pueblo y la marcha es como la del miércoles, hay comunión, tan parienta de la compasión.
La defensa de la educación superior y de la emergencia pediátrica nos devolvió a la argentinidad del Diego, de Favaloro, de Pugliese, de Norma Plá. En sus épocas hubiese sido increíble estar luchando para que los chicos con cáncer tengan un hospital, que ya existe, ya es prestigioso, y recauda fondos propios que, caramba, parece que fueron desviados a un fondo de inversión. Como a los discapacitados, Milei no solo los injuria. Les roba. Hay 40.000 millones de pesos de recaudación de obras sociales y prepagas que fueron desviados, se investiga si a un fondo de inversión.
Estamos peleando contra el mal. No es otra cosa. Qué mierda nos importa si dentro de cincuenta años podemos ser como Alemania, si nos están pidiendo que seamos cómplices del genocidio por goteo que estos lúmpenes culturales y financieros se proponen. Nos están proponiendo que vivamos como esclavos y que vendamos riñones para sobrevivir. Está en su mente. Y quiere que no chillemos. Qué locura.
Es mucho más importante lo que pasó entre esos miles de cuerpos celebrando el resultado, que la mayoría enorme y circunstancial que se logró y que seguramente se repetió en el Senado. Porque la política que necesitamos recuperar imperiosamente es la que estos fascistas nunca entendieron y millones de pibas y pibas, hoy, sí.
Apareció una nueva generación que llevará tatuado en su memoria este infierno, como nosotros recordamos la dictadura.
Esa generación que lleva casi dos años viendo cómo impunemente y por placer las fuerzas comandadas por Bullrich han violado todos los protocolos y se han ensañado con “viejos meados” que demostraron un coraje del que el resto de la sociedad carecía.
Muchas veces escuchamos, en esos meses, en los testimonios, la desesperación de los que ya no tenían nada que perder. Octogenarios con memoria de los 70. Con el ADN de la lucha callejera como activismo legítimo. Con el coraje de ser solo veinte muchas veces, y miles y miles otras.
Eso es un ejemplo. Dieron el ejemplo. Curiosamente, la política los castigó también. Fue el veto que no se dio vuelta.
Pero los pibes y las pibas los vieron. Vieron la película. Vieron que es cuestión de ir. Que es cuestión de no desistir. Que es cuestión de demostrarles que miedo, no. Decencia. Fuerza. Coraje. Corazón.
Los jubilados podrán no haber ganado su lucha, aunque todas las luchas siguen en peligro. Es bueno dimensionar para no relajar. Pero también se entretejen, y es ese entretejido lo que se puso en marcha y anuncia algo imparable, tan imparable como el dólar.
También lo que pase de ahora en adelante puede considerarse algo que se nos ocurre para no morir de hambre, para que nuestros cadáveres no lleguen rodando a los pies de Milei, que sufriría un colapso o quizá una epifanía.
Se nos ocurrió darnos cuenta. Activar. Entender que el jubilado luchó por el Garrahan y el Garrahan luchó por la universidad. Y así debe seguir siendo si un pueblo decide reclamar un juicio político previsto en la Constitución cuando un presidente le declara la guerra. Sé claro Milei: al final del túnel no hay luz. Está tu sombra, que es tan oscura.
Por Sandra Russo / P12





