







A menos de dos meses de las elecciones nacionales de octubre y en vísperas del testeo fundamental en la Provincia de Buenos Aires, casi todo el país muestra, con algunas pocas excepciones, un mismo patrón: el peronismo se presenta unido, mientras que La Libertad Avanza acordó con el PRO, que debió ceder protagonismo, colores y candidatos. Como en espejo, la ruptura de uno de los polos garantizaba la derrota electoral. A continuación, siete claves para entender el proceso electoral que se avecina.


1. La unidad no vale lo mismo
El peronismo sigue sin resolver el meollo de su cuestión. La unidad es un método que puede hacerlo competitivo y eventualmente permitirle ganar una elección, pero no constituye un rumbo común ni una propuesta superadora al modelo de Javier Milei. En cierta forma, el peronismo sigue en modo 2019 y 2023. La elección de Jorge Taiana como figura más relevante en el distrito electoral más populoso del país no hace más que poner en evidencia que lo que primó no fue la construcción de un proyecto sino una mirada defensiva, teñida de desconfianza entre las diversas tribus del espacio. Se eligió a un candidato cuya principal cualidad es que no genera problemas, en el presente y en el futuro. La unidad, como recordaba Giovanni Sartori, puede ser un método eficaz para alcanzar el poder, pero no necesariamente constituye un principio de organización interna (1).
El oficialismo, por el contrario, profundizó la estrategia de alto riesgo que había comenzado en la Ciudad de Buenos Aires: desplazar al PRO e imponer nombres propios con identidad exclusivamente violeta. Con menos peso político, menos dependencia amarilla, pero más pureza ideológica (al menos en los papeles, veremos en el devenir legislativo). Así, el oficialismo avanza en la consolidación de un proyecto con sello propio y características particulares. Una Libertad Avanza que ya está delineando su modelo 2027.
2. Los tiempos verbales
La pelea por definir qué se discutirá en las elecciones, tanto en la provincial como en la nacional, puede ser la variable que más precisión nos brinde para entender quién puede ganar. A diferencia de las elecciones ejecutivas, donde la definición de ganadores y perdedores es más nítida, las legislativas siempre abren espacio para las interpretaciones.
El nivel de hartazgo, cansancio y deterioro al que llegó nuestro país hizo posible que un discurso tan rupturista como el de Milei consiguiera apoyo popular.
El gobierno se siente cómodo con dos tiempos verbales: pasado y futuro. “Kirchnerismo nunca más” es una cabal representación del pasado. La pregunta sobre el kirchnerismo encuentra una respuesta casi homogénea entre sus votantes, sean estos duros, blandos e incluso sólo posibles. No hay, a la hora de evaluar al kirchnerismo, lugar para dobles interpretaciones. Pero el apoyo al gobierno también está anclado en emociones de futuro: expectativa y esperanza explican gran parte de su sustento electoral, que alcanza récords históricos.
El tiempo verbal presente, en cambio, es más hostil al oficialismo. Y es allí donde el peronismo busca su mandato electoral. Garrahan, jubilaciones, universidades: esas banderas modelan su discurso. El foco peronista está puesto en los problemas del hoy. En términos de issue ownership, el concepto desarrollado por John Petrocik, el peronismo intenta adueñarse de los “temas sociales”, frente a un gobierno que se refugia en la macroeconomía (2).
3. ¿La Argentina desde arriba o desde abajo?
El gobierno necesita maquetar el país. Narrarlo y entenderlo desde arriba, proponer un modelo que le dé sentido y tiempo. Defender el orden macroeconómico, el superávit fiscal y las cuentas públicas saneadas es mucho más sencillo (y más susceptible de despertar apoyo popular) que el recorte de los fondos al Hospital Garrahan o el ajuste que sufrió la jubilación de Irma, que gana la mínima y protesta los miércoles, o las malas condiciones de la Escuela Primaria Nº 128 Florentino Ameghino, donde asisten Clara y Tomás, que viven frente al arroyo Las Víboras, en González Catán.
Tiene sentido, entonces, que el peronismo enfoque su narrativa desde abajo. Es un recurso electoralmente poderoso, que le permite posicionarse sin ofrecer demasiadas precisiones sobre posibles soluciones a futuro. Así como la expectativa y la esperanza son los motores del votante oficialista, la angustia (y en menor medida el miedo, la tristeza y el enojo) son las emociones que guían a los opositores.
En este choque de encuadres se juega la disputa por la legitimidad de la palabra. Si la narrativa se organiza “desde abajo”, es el gobierno quien debe justificar la falta de recursos. En cambio, si el relato se articula “desde arriba”, es el peronismo el que carga con la responsabilidad de explicar los desajustes fiscales y la herencia de desequilibrios estructurales que en su momento no pudo resolver.
La mirada de buena parte de los argentinos confirma esta dualidad analítica. En la última encuesta de Isonomía, el 40% considera que Milei está resolviendo los problemas del país, mientras que sólo el 31% cree que está resolviendo sus problemas. Asimismo, casi un 10% dice no llegar a fin de mes, pero de todos modos tiene una opinión positiva del gobierno. Se trata de un grupo de votantes que le da al presidente el tiempo que no tienen para sí mismos. Ese “tiempo prestado” amplía la base electoral de La Libertad Avanza del 30% al 40%.
4. Va a haber cambio, con o sin Milei
A mediados de 2015, meses antes de la victoria de Mauricio Macri, el 60% de los argentinos consideraba que hacía falta un cambio. En 2023, ese número ascendía al 89%. En pocas palabras: en la Argentina actual no hay espacio para el statu quo. El nivel de hartazgo, cansancio y deterioro al que llegó nuestro país hizo posible que un discurso tan rupturista como el de Milei consiguiera apoyo popular para convertirse en la sorpresa electoral en la Ciudad de Buenos Aires en 2021, se consolidara en el resto del país en las primarias de agosto de 2023, le ganara en segunda vuelta al peronismo unificado en noviembre y lleve dos años de gestión con niveles de adhesión y paz social más altos de lo esperado.
En términos generales, el gobierno ha sido particularmente eficaz dominando la agenda pública aún desde antes de ganar las elecciones: dolarización, batalla cultural, venta de órganos y armas, ajuste fiscal, reformas estructurales. Múltiples temas, con éxito dispar. Algunos centrales, otros simples fuegos artificiales. En el plano económico, en cambio, puede exhibir más logros que en materia social. Hasta el momento, sólo dos kryptonitas lo afectaron: el caso $Libra y el escándalo destapado en la Agencia Nacional de Discapacidad. En ambos episodios, el gobierno perdió el control narrativo, aunque, por el momento, logró evitar la interpelación en el Congreso.
Existen muchos ciudadanos fuera de la grieta, pero son justamente los más apáticos y abúlicos, los que sienten que la elección no es de su interés.
Ese dominio de la agenda pone el foco nuevamente en la oposición peronista, que por inercia se vuelve statusquoista. El rechazo a Milei le da sentido, la unifica, pero la posición defensiva resulta insuficiente. La famosa apelación “Milei viene por tus derechos”, puede ser respondida por cualquier trabajador: “¿Qué derechos?”. Ese rumbo, esa propuesta, esa cristalización del cambio demandado es lo que aún está pendiente.
5. Nitidez, divino tesoro
La vibrante actualidad mundial muestra que los líderes nítidos son también los más exitosos. Giorgia Meloni, Nayib Bukele, Donald Trump, Javier Milei, entre otros, procuran no desperfilarse. Claridad identitaria, lenguaje directo, rechazo a la ambigüedad estratégica y una marca personal fuerte y emocional son sus principales características.
En este nuevo contexto, los tradicionales políticos catch-all -o atrapatodo, según la definición de Otto Kirchheimer (3)- resultan menos atractivos. En 2015, cuando competían Mauricio Macri, Daniel Scioli y Sergio Massa, todos buscaban ir al centro, expandirse, convencer. Había una demanda de cambio que Macri intentaba capitalizar, pero sin ser percibido como rupturista. “La Asignación Universal por Hijo, YPF, Fútbol para Todos y Aerolíneas Argentinas no se tocan”, repetía el mismo Macri, del mismo modo que “Scioli para la Victoria” avanzaba con una estudiada ambigüedad en la idea de que “se iba a cambiar todo lo que haya que cambiar”.
Es cierto que Cristina Kirchner también puede ser identificada como una líder nítida. Pero en casi todas sus decisiones electorales se inclinó por candidatos catch-all, como Daniel Scioli (en 2015), Alberto Fernández (en 2019) y Sergio Massa (en 2023). El radical Julio Cobos y el economista Amado Boudou, por su parte, la acompañaron en sus dos mandatos como presidenta. En la provincia de Buenos Aires eligió a Martín Insaurralde, en ese entonces un “mini-Massa”, y ahora a Jorge Taiana.
Se abre aquí un interrogante, muy anclado en el exceso de AMBA-centrismo del análisis político. No pareciera que Taiana fuera el mejor candidato en tiempos de hiperaceleración comunicacional, inmediatez y espectacularidad. Por eso resulta interesante seguir la estrategia elegida por el peronismo al ubicar a Juan Grabois como tercer candidato en la lista de Provincia de Buenos Aires y a Itai Hagman a la cabeza de la boleta en la Ciudad. ¿Pueden ser las caras visibles de la campaña? ¿Es un intento de ganar nitidez hacia el 2027? ¿Una forma de setear el tono de la conversación pública con dos dirigentes que no son kirchneristas, pero tampoco responden al estilo de Scioli o Massa?
6. El “problema” de cumplir con el mandato
Durante más de una década, el principal problema de los argentinos fue la inflación. Milei asumió con un mono mandato: resolverla. En diciembre de 2023, cuando llegó a la Casa Rosada, más del 40% de los consultados en nuestras investigaciones identificaba la inflación como su prioridad. En nuestra última medición, la preocupación bajó al 8%, ubicándose quinta en el ranking de preocupaciones ciudadanas, por debajo de otras demandas vinculadas al crecimiento personal y del país: poder de compra, estabilidad, empleo. Son los reclamos que lentamente empiezan a aparecer en nuestras investigaciones cualitativas. Como señalaba Claus Offe, la satisfacción de una demanda central genera inmediatamente otras nuevas, que complejizan la legitimidad gubernamental (4).
En estas condiciones, todo indicaría que lo que le permite al gobierno enfrentar con buenas chances las elecciones de este año no será suficiente para las siguientes. Se impone, después de este proceso electoral, un cambio de prioridades. Más que una elección de medio término, los comicios de octubre, en un contexto de aceleración de los procesos sociales, tienen ribetes de reelección. Cumplir con su mono mandato obliga al gobierno a dar más respuestas en los próximos dos años.
7. La apatía
La crisis de representación, es decir la distancia entre representantes y representados, es uno de los temas más analizados de la ciencia política. Las elecciones celebradas hasta ahora muestran que cada vez son menos los electores que votan. La participación electoral cae, elección tras elección, un rasgo común a otras democracias occidentales en las que la insatisfacción se traduce en apatía y abstención (5).
Esto modifica la forma de hacer campaña, dado que la capacidad de movilización y de convencimiento se vuelven más relevantes (sobre todo en elecciones como las de la Provincia de Buenos Aires, donde se elige con la tradicional boleta partidaria de papel en lugar de la boleta única). La suspensión de las PASO también altera los incentivos y preferencias de los partidos. Las primarias permitían, además de definir candidaturas, generar una mirada quirúrgica del territorio, identificar mesa por mesa a los votantes y no votantes, y hacer ajustes tácticos de cara a las generales.
Pero también modifica el perfil general de los votantes, entre aquellos más politizados, que participan, y los más lejanos, que suelen quedarse en sus casas (un fenómeno novedoso, que en Isonomía denominamos “homo streamer”, describe a electores que eligen activamente no consumir información). Estamos ante un sector de la sociedad que se conecta a lo sumo al final de la campaña, y mientras tanto no conversa ni escucha: ciudadanos a quienes los políticos, los encuestadores y los dirigentes territoriales buscan, pero que no quieren ser encontrados.
En Isonomía elaboramos un Índice de Participación Política, basado en modelos de Estados Unidos, donde el voto no es obligatorio, entendiendo que precisar la participación electoral es un paso ineludible para poder realizar predicciones precisas. Los datos brindan conclusiones robustas: a menor probabilidad de voto, más independientes se autoperciben los electores. Los más politizados (kirchneristas y mileístas) son quienes más ganas tienen de ir a votar. En otras palabras, existen muchos ciudadanos fuera de la grieta, pero son justamente los más apáticos y abúlicos, los que sienten que la elección no es de su interés.
Conclusión: de cara al 2027
Las elecciones serán tanto un examen de gestión para el oficialismo como un test para el peronismo, que pone a prueba si la unidad sigue siendo una brújula suficiente. En definitiva, los comicios operarán como una radiografía del sistema político, en el marco de un claro cambio de época. Las elecciones en la Provincia de Buenos Aires cristalizarán la dinámica territorial de ambos espacios y la posibilidad de que una sorpresa –positiva o negativa para el gobierno– pueda influir en las generales. Milei enfrenta estos dos desafíos electorales con un mandato cumplido (la baja de la inflación) y con un capital de expectativa que todavía lo sostiene, aunque cada vez más golpeado. La oposición, por su lado, parece atrapada entre la unidad defensiva y la dificultad de ofrecer un horizonte superador. En este escenario, la nitidez y la capacidad de conectar con un electorado cada vez más apático pueden ser las llaves que definan no solo la elección de 2025, sino también el rumbo hacia 2027.
1. G. Sartori, Partidos y sistemas de partidos. Alianza, 1980.
2. J, Petrocik, “Issue Ownership in Presidential Elections”. American Journal of Political Science, 1996.
3. O. Kirchheimer, “The Transformation of the Western European Party Systems”. 1966.
4. C. Offe, Contradicciones en el Estado de Bienestar. Alianza, 1990.
5. P. Norris, Democratic Deficit. Cambridge University Press, 2011.
* Politólogo. Fundador y socio de Isonomía. / Le Monde diplomatique, edición Cono Sur







