







Hay una pregunta que insiste: ¿La causa del ascenso de las ultraderechas es exclusivamente económica? La respuesta a esta cuestión merece ser analizada en otros términos para combatirla en su compleja realidad.


Las transformaciones y la aceleración del capitalismo contemporáneo ha provocado desmembramientos simbólicos de distinto orden, que han tenido consecuencias muy graves en los modos de producción de la subjetividad.
Como anticipó Marx, las relaciones familiares, religiosas y de pertenencia se desintegrarían en el devenir capitalista; a su vez, el pos marxismo reformuló la diferencia entre infraestructura y superestructura.
Tal como lo ha demostrado el Psicoanálisis, el sujeto, en su constitución, está atravesado por una división incurable que busca una estabilidad, siempre fallida, a través de un sistema de identificaciones. Si ese sistema queda severamente dañado por los efectos actuales del capitalismo --pauperización, falta de trabajo, ausencia de referencias simbólicas, bloqueo de los legados históricos, obstáculos en la transmisión de las experiencias-- los sujetos quedan a la deriva.
Esta deriva se nutre de las consignas ultraderechistas basadas en el racismo, las diversas lógicas de la segregación, el goce del odio y la exhibición de la crueldad. Estas consignas van colonizando el agujero simbólico y generando nuevas posibilidades de identificación que producen una estabilización imaginaria de los sujetos que en ellas se inscriben.
Esta estabilización imaginaria implica, muchas veces, que ellas/ellos mismos padezcan la destrucción con la que se han identificado, como un boomerang que retorna.
Asistimos entonces a un espectáculo contemporáneo que se expande por el mundo: solo quienes mantienen bases familiares sólidas y cierta estabilidad laborar se pueden permitir ser de izquierdas, mientras que un vasto sector de los más vulnerables, participan de un desclasamiento que las ultraderechas saben utilizar.
Por supuesto, todavía existen en los sectores populares --a pesar de su fragmentación-- una gran energía militante y de lucha que intenta frenar este fenómeno.
Por esta razón las ultraderechas no solo responden a una cuestión económica si no también subjetiva. Han logrado anudar la pauperización con la existencia de lo peor.
Por Jorge Alemán / P12







