
El peronismo, los indignados y los datos del rechazo al sistema político
Actualidad - Nacional18/06/2025




La condena a prisión que la Corte Suprema decidió para Cristina Fernández de Kirchner tiene un efecto indescifrable en el mediano plazo. Así como le ofrece al peronismo un repentino motivo de unidad, refuerza antiguas diferencias, entre los que plantean endurecer la oposición al gobierno o llamar a la abstención y los que piden no desviarse del rumbo y el tono previo a la condena. Entre los seguidores de la ex presidenta y una porción del peronismo, la prohibición de presentarse a elecciones de por vida para CFK representa una afrenta del sistema judicial que restringe como nunca la expresión política.


Después de cumplir dos mandatos como presidenta, Cristina funcionó durante muchos años como el dique de contención que mantuvo a distintas capas de la población dentro de los marcos del sistema político. Sin embargo, esa función perdió efectividad ante el fiasco de la unidad peronista en el período 2019-2023 y terminó con Javier Milei como presidente. Un marginal del sistema político que aprovechó la furia del electorado con el gobierno y la oposición.
Si en el corto plazo no aparece un líder que encauce la insatisfacción general, la condena a prisión domiciliaria y la inhabilitación para ejercer cargos públicos a perpetuidad para CFK pueden profundizar el fenómeno que aparece como la gran novedad del año electoral, los bajísimos niveles de participación en las elecciones legislativas.
A un año y medio del inicio del mandato de la extrema derecha, los comicios provinciales mostraron un récord de ausentismo inédito y dieron cuenta de un nuevo fenómeno: con Milei asimilado como parte de la dirigencia convencional, cada vez son más las personas que abandonan la esperanza que tuvieron en el outsider y eligen otra forma de expresar su disgusto con el sistema político y deciden no ir a votar. Santa Fe, Chaco, San Luis, Salta, Jujuy y la ciudad de Buenos Aires confirmaron que una porción decisiva del electorado se desligó de los comicios. El candidato que se vendía como antisistema y disruptivo dio paso a un político tradicional de la derecha con un plan de ajuste sobre ingresos y jubilaciones.
Un trabajo reciente de la consultora Equipo Mide indaga sobre razones de la desafección que expresa la ciudadanía con la política entre los que reconocen que no van a votar en el año electoral. Lo primero que aclara el informe es que el fenómeno del abstencionismo está subrepresentado en todas las encuestas: ningún sondeo había registrado el grado de disconformidad o indiferencia que los votantes podían exhibir ante las elecciones de medio término. Titulado “Indignados made in Argentina”, el estudio se realizó en base a 1761 casos entre el 9 y el 12 de junio, dos días después de que se conociera la condena a la ex presidenta.
Ante la pregunta sobre por qué decidió no participar de las elecciones, el 56% mostró que se trató de una decisión de lo más consciente y no dudó en responder que lo hizo por “rechazo al sistema político”. El resto de las respuestas pueden leerse en la misma clave: el 33% eligió otras variantes para marcar su distancia con el sistema político en general. El 21% dijo que decidió no ir a votar por “falta de representación”, es decir, que no le conformaban o interesaban ni las propuestas del gobierno ni las de la oposición. Y el 11% aseguró que lo hizo “por escepticismo electoral”. Por último, el 12 % expresó una insatisfacción más direccionada hacia el gobierno de Milei y afirmó que se abstuvo de emitir su voto “por pesimismo y cuestionamiento al gobierno”. Aunque se trata de un sondeo que el Equipo Mide realiza en forma sistemática cada dos meses a nivel nacional, es la primera vez que indagan sobre el abstencionismo entre los que reconocen su no participación en las elecciones.
“Uno de cada dos encuestados manifiesta una postura de rechazo al sistema político concebido de manera genérica. Ello implica desde una falta de credibilidad, atendiendo a la baja performance registrada a lo largo de los sucesivos gobiernos, y que se traduce en una mirada devaluada de la dirigencia para dar respuesta a la agenda pendiente, hasta el cuestionamiento a los niveles de corrupción rampantes que aquejan a nuestro país. Ello se evidencia mediante una actitud de fuerte enojo con la política: “me tienen podrido”, “ya estoy harto”, dice el trabajo realizado por el politólogo Pedro Antenucci.y el sociólogo y analista de opinión pública Sebastian Halperin
El vacío de representación y el escepticismo sobre la política como vehículo de transformación, afirman los autores, se expresa en respuestas del tipo “no me siento representado”, “no me gusta ningún candidato”, “no sé ni quiénes son los candidatos”, “es una pérdida de tiempo”, “no sirve de nada ir a votar”, “me da igual” y “no me interesa”. A eso se suma la presencia de un sector que asume una posición crítica frente al gobierno nacional y no visualiza una alternativa de cambio consistente: “no hay proyecto de país”, “a nadie le importa el pueblo”.
Solo un grupo minoritario se excusa en motivos personales (9%) y la no obligatoriedad de concurrir a votar por razones de edad o por encontrarse de viaje (4%) por ejemplo. Cuatro décadas después, la democracia está en una situación inédita y su legitimidad es cuestionada en forma creciente. El desafío para la dirigencia es enorme: la mediación política y el sistema representativo están a prueba otra vez.
Por Diego Genoud / El Destape







