





Pasan los días y el campo nacional y popular sigue movilizado en defensa de Cristina Fernández de Kirchner. Tras el fallo de la Corte Suprema de Justicia que la proscribe, las manifestaciones se diseminaron por todo el país, hubo cortes de rutas y autopistas y en la ciudad de Buenos Aires arrancó un acampe frente al Palacio de Tribunales para denunciar que “la democracia está en riesgo”. Además, parte de la militancia mantiene la vigilia frente a la casa de la expresidenta para demostrarle su apoyo.


Mientras ayer por la tarde algunas organizaciones sociales y sindicatos frenaron el tránsito en la autopista Buenos Aires-La Plata, en Panamericana y 197 y en el Acceso Oeste –donde se vivieron momentos tensos con la Gendarmería– al atardecer miles de manifestantes llegaron hasta Plaza Lavalle para iniciar una concentración y acampe que durará hasta hoy al mediodía. Ni el frío ni los efectivos de la Policía de la Ciudad impidieron que la militancia colme la zona frente al Palacio de Justicia. También fueron muchas familias y personas que no pertenecen a agrupaciones políticas, que llegaron en grupos o solos, conmovidos por la situación que atraviesa la presidenta del Partido Justicialista. Estas medidas forman parte del estado de alerta y movilización que declararon gremios, partidos políticos, organizaciones y centros de estudiantes.
“Quiero vivir mis últimos días en un país digno, por eso estoy acá”, dijo envalentonado Eduardo Barnech, de 79 años, un jubilado que cobra la mínima. Una bufanda de tonos marrones le protegía el cuello, de donde colgaba un cartel que decía: “Si no hay justicia, no habrá paz”. Y, además, sostenía una pancarta: “Rosatti, Rosenkrantz, Lorenzetti: delicuentes judiciales”. Eduardo no quiso quedarse en su casa mirando cómo la historia pasaba a través de la televisión: “no queda otra que estar en la calle y seguir protestando y demostrar que lo que se ha cometido acá no es una injusticia solamente contra Cristina, sino también contra el pueblo argentino porque ya no es un gobierno democrático”.
Eduardo insistió con una idea: “no puedo esperar mucho tiempo más para vivir en un país digno. Tuve oportunidades, en algunos lapsos de tiempo, de vivir razonablemente bien, y quiero que mis últimos días sean en un país justo”. Con 60 años menos, Elena Lipovich también llegó hasta las puertas de los tribunales para cumplir con el pedido de CFK de seguir militando. “Estoy acá porque no solo se invalidaron todos los procesos judiciales, sino porque también es un fallo que intenta ser disciplinador con quienes hacemos política en el campo nacional y popular. Están en contra de la politización de las mayorías”. Para Elena hay un sector bien delimitado detrás de la decisión de la CSJN: los grupos económicos concentrados “que no es que perdieron con Cristina, sino que no ganaron tanto como siempre, por ejemplo el Grupo Clarín, que siempre tuvo privilegios desde la dictadura”.
Augusto Di Cesare también cree que el fallo del máximo tribunal está atravesado por los intereses económicos. “La República está desapareciendo, hemos comprobado que está realmente perdida, que la ficción democrática era una farsa hasta ahora bien manejada por el señor Héctor Magnetto”, dijo. Y criticó al tridente supremo: “estos jueces no representan a la república, se supone que deberían ser imparciales y hacer respetar la Constitución Nacional, pero no lo hacen. Por eso estamos luchando como ciudadanos, porque cuando fallan los poderes, el poder vuelve al pueblo”.
Alrededor de las siete de la tarde, el agite de los bombos hizo entrar en movimiento a los cuerpos tensos por el frío y las canciones fueron un buen antídoto para la vigilia que recién empezaba. Los estudiantes de varias facultades de la UBA llegaron con carpas y bolsas de dormir. “Las palabras de Cristina nos dan fuerza y el mensaje de que nos organicemos es muy importante porque no es momento de quedarnos en casa. No es momento de ser indiferentes, esto no es una causa más. Hoy lo que está en juego es la democracia y lo último que podemos hacer es no defenderla”, dijo Renata Weber, presidenta del centro de estudiantes de Filosofía y Letras.
Con una extensa bandera ubicada debajo de los árboles estaba la Juventud Universitaria Peronista, que a lo largo del día hizo pintadas y colocó pasacalles en distintos barrios. “El futuro se desmorona”, dijo Gianluca Estola, uno de los integrantes de la organización. Por eso, llamó a seguir movilizados incansablemente: “El futuro es de lucha, de movernos hasta que la proscripción se levante”. Y pidió sostener la organización porque “creemos que estamos en el lugar correcto de la historia, que es defendiendo a nuestro pueblo y a su democracia”.
“Nos quieren extinguir. A nosotros que somos cartoneros y que somos el último orejón del tarro nos quieren borrar, por eso estoy acá porque ´la chorra´nos escuchaba y nos daba soluciones”, dijo Paola Godoy, presidenta de la cooperativa Jóvenes en Progreso de Lomas de Zamora, donde trabajan más de 200 personas. Paola siente este tiempo como un desamparo, como un baldío que no tiene resguardo del viento que se lleva sus derechos, sin un Estado que preste atención a sus reclamos. “Vamos a seguir acá porque ahora no se mira a los que Cristina miró”, cerró.
Al cierre de esta edición, columnas de vecinos y vecinas marchaban por las calles de la ciudad hacia la casa de CFK en Constitución avivadas por un sentimiento de lealtad.
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Imagen: Sandra Cartasso







