Carta abierta e íntima al Presidente

Actualidad13 de marzo de 2025
20240528122050_image-123650291-1 (1)

Ante todo y como usted observará, no lo llamo Javier, ni Javo, porque no soy su amigo. Soy sí, y en cambio, un ciudadano raso al que usted tampoco llamará por su nombre propio. Igualación inicial que me permito para pedirle –con el debido respeto a la investidura que hoy usted ostenta– que por favor renuncie a ese cargo que le fue democráticamente encomendado por una mayoría de votantes hace ya 16 meses. Pero la cual hoy sin ninguna duda se ha adelgazado para pasar a ser una simple minoría que de ninguna manera responde a los anhelos populares ni mucho menos a las promesas con las que usted engañó al pueblo argentino.

Resulta chocante cuando usted en sus discursos grita o la va de macho cruel, irónico sin elegancia, violento y burlón, o cuando ordena que los esbirros de su empleada Bullrich apaleen a los viejos, los estudiantes y los trabajadores, todos los cuales tienen, como tenemos, todo el derecho a protestar por la vida de mierda que su gobierno le viene imponiendo desde hace 14 meses al pueblo argentino. Ese machismo de menor cuantía es falso como moneda de cuatro pesos, y es tan repudiable como cualquier machismo lo es, sólo que además y para colmo en el caso de usted es de mal gusto. 
 
El problema que plantean estas líneas, presidente, es, por si no lo entiende, personal con usted. Porque igual que cualquier otro ciudadano, quien esto escribe ignora sus gustos o elecciones personales, que pueden ser taras que también a la inmensa mayoría del pueblo argentino le importen poco y nada. Por eso esta columna sostiene, entonces, que si es un asunto personal suyo lo que está mal es que eso perturbe a un pueblo que es bueno, trabajador, tranquilo y solidario.

Cierto que también protestón y que la pifia cada dos por tres cuando vota, pero bueno, es un pueblo mucho más decente que chorro, y paciente como buey en campo. No somos malas personas, entiéndalo, Milei. Somos casi 50 millones de laburantes familieros, futboleros, musicantes, artistas y sensibles, por lo tanto cualidades matan maldades. De donde uno se pregunta, con calma y sinceridad, ¿porqué tanta maldad hacia ellos? ¿Porqué hacerle pagar al pueblo argentino el resentimiento que usted tiene? Y digo más: ¿porqué odia al pueblo argentino? Eso es lo verdaderamente inexplicable, presidente. 

Porque usted bien podría ser chorizo y jefe de banda, como algunas veces parece, y está visto que es capaz de hacer cochinadas grosas que le rompen la vida a más de medio país. Como hizo ahora con el afano de las criptomonedas, donde parece obvio que se le fue la mano, sí, señor, se le fue. Y tan se le fue que ahora usted mismo no sabe cómo salir del bolonqui. Y no va a salir, Javier. Porque ésta que se mandó es de las inocultables e inolvidables.

Por eso a mí me parece, dicho sea con todo respeto hacia su investidura, que acaso tiene usted problemas que no importan en absoluto, desde ya, eso es cosa suya; pero si son causa de efectos horrorosos como vienen siendo, entonces la cosa cambia. Uno –que viene a ser este redactor– todo lo que quiere, nuevamente, entender por qué tanta maldad. Y sobre todo por qué si a usted ya le debe sobrar la guita. Esa guita que parece que algunos le pagan para que usted los atienda, según dicen los gringos. No son maledicencias locales. Y si se suma la cantidad de peajes que se dice que usted le cobra a cipayos y chupamedias, esas porquerías de gente que usted parece que atrae como moscas a la leche, bueno, Javier, usted ya ha de estar sobrado de guita. ¿Por qué no se calma un poco, entonces? No hay mucha gente en el mundo que pida cientos o miles de dólares para charlar un ratito. No hay chupamedias como para tanto. 

Y además estoy respetuosamente enojado, sí, le confieso. Como tantos que me atrevo a decir que están cabreros y recontracalientes. Millones de argentinos y argentinas que lo putean porque creyeron en usted y sus promesas. Y no digo sólo la enorme gilada que le creyó el cuento de las cosifai ésas que llaman criptomonedas y con el que se mandaron un choreo fenomenal.

Los que laburamos toda la vida no simpatizamos con los especuladores, ¿sabe? Nuestro idioma es la decencia y el amor a la familia, a los hijos e hijas, a la Patria y al prójimo que labura y no se corrompe.

Yo no sé si usted entiende este idioma, pero le explico: el decente es el que no se corrompe, o sea el que vive de su laburo y cuida la salud moral y espiritual de su familia. Y ama a la Patria y hasta daría la vida por ella. El decente verdadero, digo, ése que no se rompe ni se dobla. 

Y gran parte de los cuales le creyeron a usted, Javier. Le creyeron. ¿Sabe lo que es eso? Y hoy se sienten estafados, porque de buena fe participaron de la timba que usted inventó con bandidos afines.

Fulero todo eso, presidente, mejor váyase. No termine de arruinar la vida de casi 50 millones de personas. Renuncie y váyase a los Estados Unidos, o a Inglaterra, o a alguna isla maravillosa al pedo. O sea, no joda más a nuestro pueblo. Que está cansado, adolorido y sufriente porque no acaba de entender por qué ni cómo llegó a este punto. Y gran parte del cual, seguramente la mayoría, lo votó a usted. Que quizá ya está bien forrado de guita mala. Porque nadie le va a creer que con los criptochoreos usted salió perdiendo plata.

Guarda que tanto veneno no lo infecte, Javier, Presidente. Mejor váyase y disfrute afuera de lo que seguramente ya embolsó, y no joda más, no siga perturbando la vida de un pueblo trabajador, mayoritariamente honesto y futbolero pero ahora contrariado, atemorizado y desesperado cuando no hay puchero ni buenas perspectivas para hijos e hijas. No joda con la vida de 47 millones de compatriotas, Milei, de veras, amaine el odio y mejor rejunte lo choreado y rájese y deje laburar aquí a los patriotas que sólo quieren paz, pan, educación y trabajo decentes, y ver cómo recuperamos salud y alegría de vivir. No hace falta, no es necesario, es estúpidamente maligno seguir haciendo daño. Córtela, Javier, de onda se lo pido, lo digo y escribo. El pueblo argentino ya empezó a odiarlo. Imposible que lo quiera, ni ahora ni jamás, pero no provoque más. A ver si un día de estos algún colifa de uniforme se levanta y empeora todo. 

De manera que córtela, viejo. Que el mundo es ancho y ajeno, y en una de ésas usted ya amarrocó millones en algún banco mundial.

Se lo pido por favor y de buena onda, como simple provinciano sin prontuario, como escritor y periodista decente y laburante. Cuelgue los botines, Javier, y váyase bien lejos y que Dios lo perdone. Si puede y quiere, aunque yo creería que no va a querer.

Por Mempo Giardinelli / P12

Te puede interesar