Periodismo Ponzi





Una de las múltiples esquirlas del esquema Ponzi que el presidente Javier Milei detonó desde sus cuentas en redes con la cripto $Libra le estalló al gobierno en la primera entrevista televisiva que preparó con aporte de la plana mayor oficial. Amén de su responsabilidad legal y ética, su reputación como economista embanderado con la especulación financiera quedó dañana y, en el fiasco que resultó ser lo que imaginó como respuesta, echó sal gruesa a la herida credibilidad del establishment periodístico, que es el más afín a su presidencia.
La crónica del desaguisado ubica al propio Milei, a su hermana Karina (Secretaria General de la Presidencia), al ministro de Economía, Luis Caputo, al vocero Manuel Adorni y al asesor estrella, mandamás de la SIDE y de varios Ministerios, Santiago Caputo, en el montaje de una escena con la apariencia de entrevista periodística, para la que requirieron los servicios de uno de los animadores mediáticos más partidarios del gobierno, Joni Viale, figura importada desde LN+ hace un año por la señal de noticias y opiniones del Grupo Clarín, TN.
La entrevista sería el alegato público de inocencia pergeñado por Milei y su entorno para despegarse de la estafa cripto que había promocionado 72 horas antes, el viernes 14 de febrero, y que resonó en todo el mundo como un fraude conducido por el jefe de Estado. Pero aun habiendo coescrito el argumento de la breve obra que le tocaba interpretar, Milei trastabilló al recitar su guion frente a las cámaras, Santiago Caputo irrumpió en la charla corrigiendo al mandatario para que no se autoincriminara todavía más en la trampa cripto, y Viale aceptó mansamente la manipulación del reportaje convalidando su subordinación a la Casa Rosada.
La versión editada a gusto de Caputo fue emitida en TN horas después, pero el crudo que demuestra la adulteración fue subido al canal de YouTube de TN, mostrando al público (no sólo nacional) el artificio perpetrado. Se supone que esa grabación sin manipular fue entregada por los funcionarios de Milei a los técnicos del Grupo Clarín sin la correspondiente revisión y que, en el apuro por amplificar el impacto de la entrevista, dado su interés público, falló la curaduría del material. Esa misma noche, el lunes 17, se viralizó la prueba del escándalo.
La difusión de la entrevista en crudo confirma la promiscuidad entre el poder político y los líderes de opinión aposentados en los grandes medios. Nada que desconozca la versión más cínica de un oficio que lleva altas dosis de cinismo en sangre, como el periodismo, pero que desmantela los sedimentos de una ideología que los medios de comunicación cultivaron laboriosamente durante los últimos ciento cincuenta años: independencia, objetividad, profesionalismo, neutralidad valorativa, escepticismo frente a los relatos del poder.
Involuntariamente, Milei y Viale –Caputo mediante– pusieron en evidencia la putrefacción de la sala de máquinas desde donde se conduce –y lo hacía con bastante eficacia hasta el lunes pasado– la agenda cotidiana de información y encuadres opinativos en Argentina.
La credibilidad rota
La escasa legitimidad social de los medios periodísticos sufrió un nuevo perjuicio con la malograda entrevista. La desconfianza en los medios y periodistas del establishment local no es nueva: en 2018, una encuesta global conducida por el Pew Research Center (1) arrojaba números rojos para el ecosistema de información y opinión de la Argentina en relación a otros países. Una década antes la consultora de opinión pública Mora y Araujo difundía un estudio (2) que mostraba que la imagen negativa de los principales medios (Clarín, La Nación, Página 12, Radio Mitre, Radio 10 y Radio Continental) superaba con creces su imagen positiva.
Pero el efecto Milei (una de cuyas causas como fenómeno es el desapego de la sociedad con las instituciones, incluida la institucionalidad mediática) es un acelerador de esa tendencia. La industria periodística acusa el golpe del mayor ajuste de la historia ejecutado por Milei, en el contexto de una crisis de ingresos y ventas que padece desde hace una década debido a la evolución digital de las comunicaciones. Esa crisis económica se traduce en la precarización de los procesos de organización del trabajo de producción de información y opinión, lo que erosiona la edición de los contenidos elaborados y difundidos por los medios. Los errores por falta de corrección son cotidianos, tema de conversación pública y usina de memes en las redes.
La escasa legitimidad social de los medios periodísticos sufrió un nuevo perjuicio con la malograda entrevista.
La encuesta que realiza anualmente el Instituto Reuters de la Universidad de Oxford corrobora que el interés en las noticias digitales de los encuestados argentinos cayó del 77% en 2017 al 45% en 2024. Además, la confianza en medios informativos bajó del 41% en 2018 al 30% en 2024.
La retracción de los mercados noticiosos generalistas fruto de la polarización social y política, la migración de las audiencias –sobre todo, juveniles– a contenidos breves y accesibles a través de dispositivos móviles con formatos personalizados y ubicuos (Instagram, TikTok, YouTube) y el acecho de las plataformas digitales, que con su programación algorítmica se erigen en grandes editores, a la vez que intermedian en el negocio publicitario y afectan la economía de los medios tradicionales, le agregan incertidumbre a un contexto en el que la precarización daña la calidad y el empleo en las redacciones.
El gobierno de Milei agudiza la debilidad del sector informativo y opera en su metamorfosis. El redireccionamiento de la publicidad oficial a través de cuentas institucionales de empresas públicas como YPF que organiza actividades de propaganda oficial con animadores de radio y televisión de los principales grupos mediáticos (lo mismo hace el Banco Nación, travestido en sociedad anónima por decreto presidencial), el ataque constante del presidente a periodistas y dueños de medios de todo el arco ideológico (incluso oficialistas), el vaciamiento de medios estatales como la Agencia de Noticias Télam, Radio Nacional, los canales Televisión Pública (Canal 7), Encuentro y PakaPaka, el recorte de la Ley de Acceso a la Información Pública, también por decreto, y la represión en la cobertura de protestas ciudadanas, sacuden un escenario que ya era crítico antes de diciembre de 2023.
Pero la filtración del crudo de la entrevista de Milei con Viale amplía con creces la conciencia pública sobre el ocaso de un sistema informativo mayormente disciplinado por el gobierno y altera sus rebusques económicos, obligando a algunos actores a recalcular su posición. Ello explica la discusión a cielo abierto entre el propio Viale y algunos de sus colegas. Expuesto en su práctica profesional a ojos de todos, y sometido al escarnio de animadores con los que se detesta, Viale intentó salpicar a otros famosos conductores que protagonizaron hace un par de años con él la pantalla rabiosa de LN+, acusándolos de coimeros. Eduardo Feinmann se puso el sayo, se burló de la obsecuencia de Viale y anunció que iniciará acciones judiciales por daños y perjuicios contra su colega.
Milei aprovechó esta derivación del escándalo para intentar distraer la atención sobre su intervención en la estafa de la cripto $Libra. El presidente recreó su reiterada diatriba contra los “periodistas ensobrados”, se subió a las acusaciones de Viale y pidió investigar judicialmente la relación entre el ex jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y conductores televisivos que habrían cobrado del presupuesto municipal por las opiniones favorables a ese dirigente (aunque la señal que protagonizaban, LN+, hacía campaña en realidad por la candidatura PRO de Patricia Bullrich, actual ministra de Seguridad de Milei). Como reza el tango, en un mismo lodo, todos manoseaos.
Ironías del destino: Milei conquistó la fama como panelista de televisión, y es la televisión la que lo golpea, apaleando también a uno de los animadores de prosapia en la industria del entretenimiento, hijo de Mauro Viale y conductor de ciclos de radio y televisión en algunos de los medios comerciales más importantes de Buenos Aires.
Los últimos quince años de presencia continua de Milei en televisión (sobre todo) y radio, donde le festejaban su extravagancia estética y lo entronizaban como voz autorizada para analizar la decadente coyuntura económica, fueron la condición de posibilidad para que cosechara conocimiento masivo y relaciones políticas. Ahora, como presidente, él y su entorno son artífices de su tropezón.
Tiempo de tv de economistas en 2018. Fuente: Consultora Ejes de Comunicación
A pesar del esfuerzo de Milei por no comprometer a los socios de $Libra, su maniobra agrega descrédito al mundo cripto asimilado a esquemas Ponzi. De igual modo, la entrevista con su amigo Viale resulta fatídica para la credibilidad de uno de los animadores mediáticos dedicados full time a ensalzar su figura, tanto como a embestir contra sus críticos. En lugar de ayudar a quienes lo ayudan y lo escoltan en las tertulias que organiza en la Quinta de Olivos, Milei pulveriza su reputación y los expone al ridículo.
Una lectura complementaria que surge del contubernio entre Milei, Caputo y Viale al quedar al descubierto por el error o la conspiración, es que los errores no forzados son inherentes a la praxis política, incluso en la cúpula de la pirámide del poder. Los tiros en el pie no son patrimonio exclusivo de formaciones políticas del campo democrático. Es algo sistémico: la dirigencia (política, empresarial, mediática) se muestra grotesca y sin filtros en su incapacidad de planificación, en su carencia de sentido común.
Ensayo sobre la filtración
En Argentina, la falta de credibilidad en todas las instituciones, incluidos los medios de comunicación, es combustible de rumores y teorías conspirativas. La filtración del crudo de la entrevista televisiva programada y emitida en TN desató hipótesis variopintas que incluyen desde la inquina que tendría el Grupo Clarín con Milei porque éste no autorizaría a Telecom (cuya mayoría accionaria detentan Héctor Magnetto y sus socios) a comprar la filial local de Telefónica, pasando por una trampa que le habrían tendido a Viale algunos colegas enojados por su conocido maltrato (la venenosa frase que le dedicó a propósito de este episodio el diputado Miguel Ángel Pichetto, “no hay nadie que te quiera, pibe”, describe la valoración del animador en su medio).
Aunque las teorías conspirativas pueden ser atractivas, lo cierto es que para su ejecución requieren precisión maquiavélica de numerosos engranajes de artefactos tan complejos como imperfectos. En este caso, es una maquinaria destartalada con electrones libres que dificultan su coordinación. Este episodio se parece mucho más a una sucesión de errores lubricados por la precarización del ambiente periodístico y por la ansiedad por monetizar el contenido de la televisión en YouTube. La desesperación por capitalizar la subida de contenido a YouTube tiene lógica: la plataforma de videos de Google es, con diferencia, el mayor contribuyente al crecimiento del streaming en Estados Unidos (y su consumo vía televisión le gana al móvil, además).
Como en un esquema Ponzi, los canales de YouTube deben agregar nuevo contenido producido en base a la precarización de los niveles más bajos de la pirámide productiva, para que la extracción del beneficio, Google mediante, quede en el nicho superior.
Hay cada vez mayor distancia entre la inmensa mayoría de periodistas, quienes deben rebuscárselas entre varios trabajos para llegar a fin de mes, porque con un sueldo no alcanzan a equiparar el salario mínimo, y la cúpula de la pirámide integrada por hombres notorios que animan los espacios centrales de los principales medios, viven en la zona norte de Buenos Aires, y se codean con la élite económica y política más conservadora.
Por debajo de la figuración de los animadores más reconocidos, quienes suben material a las redes digitales, lo publican en sitios web, ponen el contenido al aire en radio y televisión, redactan e imprimen textos, son trabajadores mucho más anónimos y mal pagos. El esquema Ponzi del periodismo le debe sus aciertos y errores al estado rudimentario de su organización productiva antes que a la mente pérfida de un prestidigitador omnipotente en la conducción de algún conglomerado mediático.
1.https://martinbecerra.wordpress.com/2018/09/16/los-argentinos-desconfian-de-sus-medios/
2.https://martinbecerra.wordpress.com/2012/02/27/periodismo-credibilidad-e-imagen-negativa/
Por Martín Becerra * Doctor en Comunicación. Investigador del CONICET y de la Universidad Nacional de Quilmes. En Twitter: @aracalacana / Le Monde diplomatique, edición Cono Sur