47 millones de hectáreas menos por el fuego y un futuro que alarma a expertos

Actualidad - Nacional04 de febrero de 2025
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El fuego no es una casualidad que se repite año tras año. La mano humana es la responsable de la mayoría de estos desastres, según revelan expertos: quemas para abrir paso a cultivos, cables eléctricos mal mantenidos, basura ardiendo en basurales clandestinos y brasas que escapan de una fogata son algunas de las cuasas. Casos recientes como los incendios de El Bolsón y el Parque Nacional Nahuel Huapí exponen a qué se enfrenta nuestro país a diario, con el cambio climático como eje central en el presente y el futuro: se estima que hacia mediados de siglo, la proporción quemada anual podría duplicarse, y hacia fines del siglo, incrementarse entre 8 y 30 veces.

Días abrasadores, vientos que soplan como huracanes y grandes sequías son algunos de los efectos del calentamiento global. Todo colabora para que una chispa se convierta en un incendio descontrolado. Este patrón no es azaroso; responde a un cóctel peligroso de cambio climático, expansión agropecuaria y prácticas negligentes.

El problema es tan diverso como las geografías argentinas. En zonas subtropicales, los incendios están vinculados al avance agrícola, donde la quema de vegetación nativa abre paso a cultivos de soja y caña de azúcar.

En regiones semiáridas, como el monte, los fuegos degradan bosques hacia pastizales, mientras que en el delta del Paraná, la combinación de biomasa abundante y prácticas ganaderas descontroladas ha transformado la región en un punto crítico. En cada caso, el fuego actúa como síntoma de un modelo de producción que prioriza la explotación sobre la conservación.

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Un análisis reciente del CONICET revela que entre 2000 y 2019 se quemaron más de 47 millones de hectáreas en Argentina, un área equivalente al 17% del territorio nacional. La mayor concentración de incendios se encuentra en el “arco de fuego” del centro-norte del país, que abarca provincias como Córdoba, La Pampa y Santiago del Estero. En esas zonas, el fuego no solo es consecuencia de las condiciones climáticas extremas, sino también del uso intensivo de la tierra para la agricultura y la ganadería.

Los motivos para este tipo de quemas son muchos, ya sea por una motivación intencional vinculada a la agricultura y ganadería, por la negligencia en basurales y cables eléctricos, o el uso del fuego como herramienta para despejar tierras. Las prácticas agrícolas de alta intensidad, como los cultivos de soja en Santiago del Estero y caña de azúcar en Tucumán, explican buena parte de estos eventos, mientras que en zonas como La Pampa los incendios están más asociados al uso ganadero. Del total de los incendios, solo el 5% se deben a causas naturales, como rayos en zonas montañosas o áreas de vegetación más densa, como el delta del Paraná. Estos datos reflejan no solo la escala del problema, sino también su estrecha relación con las actividades humanas y la urgencia de políticas públicas efectivas.

Fuego en la patagonia: causas múltiples y un futuro comprometido

"En la Patagonia Andina, más del 90% de los incendios son causados por personas, principalmente por negligencia e incendios intencionales. También ocurren incendios por rayos, menos frecuentes pero responsables de hasta un 45% del área quemada debido a su difícil detección y control en lugares remotos” sostiene Ivan Barberá, biólogo especialista en ecología becario del CONICET.
Barberá sostiene que hacia mediados de siglo, la proporción quemada anual podría duplicarse, y hacia fines del siglo, incrementarse entre 8 y 30 veces, dependiendo del escenario climático. Bajo estas condiciones, sostiene el especialista, los incendios serán más extensos y severos, con llamas altas y rápida propagación.

"El cambio climático fomenta incendios por tres vías: mayor sequedad de la vegetación, aumento en la incidencia de rayos durante tormentas convectivas en verano y la transformación de bosques en matorrales más inflamables debido a la sequía y a los incendios recurrentes”, explica el experto.  A su vez, Juan Paritsis, biólogo y geógrafo investigador del CONICET sostiene que “en el norte de la Patagonia, la ganadería tiene un impacto relativamente bajo, aunque puede dificultar la regeneración de bosques tras incendios si el ganado accede demasiado pronto. Las plantaciones de coníferas exóticas, como los pinos, son un factor más significativo, ya que son altamente inflamables y contribuyen a la propagación del fuego".

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Además, las condiciones extremas de clima contribuyen al problema. “Los días con temperaturas superiores a 30 °C, vientos de más de 30 km/h y menos del 30% de humedad crean un escenario perfecto para la generación de incendios. Lo único que falta es una chispa, que puede ser intencional o accidental, como un caño de escape caliente en un día seco”, detalla Melisa Giorgis, doctora en biología e investigadora CONICET.

El daño que dejan los incendios depende del tipo de vegetación afectada y de la frecuencia del fuego. “No es lo mismo que se queme un pastizal en Entre Ríos, un bosque en Bariloche o la selva misionera”, explica Giorgis. Ecosistemas adaptados históricamente al fuego, como los pastizales o bosques de Córdoba, tienden a recuperarse más rápido, mientras que aquellos que no están acostumbrados al fuego, como los bosques andino-patagónicos, sufren daños más severos. 

Sin embargo, la recurrencia de los incendios cambia la dinámica ecológica. “Un ecosistema que se quema cada tres años no se recupera igual que uno que lo hace cada 25 años. Las consecuencias pueden ser devastadoras para la biodiversidad local y para los servicios ecosistémicos, como la calidad del suelo y el agua”, advierte.

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Por su parte, Barberá sostiene que el principal impacto ecológico en los bosques andino-patagónicos es el reemplazo de los mismos por matorrales y pastizales. En el corto plazo, los incendios eliminan la vegetación y otros organismos, pero en el largo plazo, el problema radica en la alta frecuencia de incendios, que impide la recuperación de los ecosistemas. Si los incendios se vuelven demasiado frecuentes, los bosques no pueden regenerarse, promoviendo comunidades más inflamables que aumentan el riesgo de nuevos incendios, creando un ciclo perjudicial.

Políticas públicas y gestión del fuego

En un país tan vasto y diverso como Argentina, las políticas de manejo del fuego deben adaptarse a las realidades locales. “La Constitución asigna a las provincias la responsabilidad de gestionar el fuego, lo que genera estrategias muy diferentes. Algunas cuentan con brigadas forestales especializadas, mientras que otras tienen políticas más laxas”, afirma Giorgis.

La coordinación nacional es limitada, pero fundamental. Giorgis destaca la importancia de bases de datos integrales que permitan entender no solo qué se quema y cuándo, sino también por qué ocurre. Estas herramientas serían clave para mejorar la prevención y la restauración post-incendio.

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La sociedad también tiene un papel importante en la gestión de los incendios forestales. Giorgis, Barberá y Paritsis enfatizan la necesidad de aumentar el acceso a la información: “Es fundamental que la población entienda las causas de los incendios y las consecuencias de actividades negligentes, como tirar colillas o no mantener adecuadamente los tendidos eléctricos”.

Evitar los basurales a cielo abierto y regular el uso del fuego en zonas rurales también son pasos clave. Pero la investigadora deja claro que debemos aceptar que los incendios no desaparecerán por completo. “Es utópico pensar que no habrá incendios en Argentina. Lo importante es gestionarlos de manera integral, con prevención, manejo y restauración adecuados para minimizar los impactos sociales, económicos y ambientales”, concluyen los especialistas consultados.
 
 
 
Por Fidel Fourcade / El Destape

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