Farsantes

Actualidad24 de octubre de 2024
locura

La primera vez que leí el Cruck Up, de Fitzgerald, sellé mi vínculo con él, el de los amores para siempre, por una frase, o mejor dicho, por la comprensión y transmisión –la comunicación – de una idea. Esta: “La prueba de una inteligencia de primera clase es la capacidad de retener dos ideas opuestas en la mente al mismo tiempo, y seguir conservando la capacidad de funcionar. Uno debería, por ejemplo, ser capaz de ver que las cosas son irremediables y, sin embargo, estar decidido a que sean de otro modo”.

Es increíble, la estoy copiando de una nota mía de 2018, pero podría hacerlo de una del 98 o del 89. Y sin embargo, hoy, retomo esa idea porque pertenece al abanico de estados mentales y emocionales que se corresponden con las grandes crisis políticas y económicas de todas las épocas – El Cruck Up de Fitzgerald fue hijo de la crisis del 30-. Y en esta época que nos toca, en la Argentina, tenemos al tecnofascismo en acción. Nunca asociamos el mal con lo ridículo. Hicimos mal. 

Fitzgerald fue quien puso en juego narrativo, en esos ensayos publicados en Esquire en los 40, la palabra grieta. Pero en él, grieta no es la estupidez k-antik, ni nada parecido al sentido que se le dio acá. La grieta en Fitzgerald es lo que nos marca, a cierta edad y después de ciertas experiencias, como a vajilla cuarteada, loza cachada, que ya no se puede usar cuando vienen visitas, pero sirven para llevarse galletas a la cama. Estamos agrietados cuando perdemos vitalidad, cuando escasea el deseo, cuando el mundo se deserotiza para nosotros, y seguir es un esfuerzo.

Estos eternos diez meses de Milei nos han envejecido, enfermado, roto por dentro. A ninguno nos resultó gratis, nadie sale indemne de una inmersión en el fascismo de cualquier tipo, y llamo fascismo aquí a cualquier régimen que se proponga eliminar o censurar o encarcelar a cualquiera que no adhiera a él. Y eso es Milei llamando delincuentes a los rectores universitarios, eso es Milei diciéndole rata o mogólico a alguien a modo de insulto, eso es Milei confundiendo a la militancia con la infiltración y el daño físico. 

Nos asombra Milei, esa es todavía su fascinación, porque la pulsión de muerte siempre está allí al acecho, y más cuando millones de personas tienen la mente alterada después de más de diez años de creer que son ciertas cosas que son mentira. La corrupción del periodismo es central en la guerra cognitiva. Pero es una fascinación declinante, y esos destellos fantásticos, cuando se apagan, lo hacen bruscamente y devuelven con creces la impiedad con la que los trató el embaucador.

Milei no para de dar números falsos. Bullrich no para de negar lo evidente ni de amenazar ni de decir sandeces que serían risibles si esta mujer inenarrable no tuviera el monopolio de las fuerzas federales. Cuando habló de molotovs todos pensamos que ya habría capuchas preparando unas cuantas. Porque a todo el mundo no se le puede mentir todo el tiempo, y eso está quedando en evidencia. A propósito, ¿qué fue de los capuchas que quemaron el auto de Cadena 3? 

Escuchamos todos los días cosas crueles, absurdas, soeces, perversas. Es enloquecedor ver a un desequilibrado destruir en Estado con el goce de un fanático como cualquiera de los miles de fanáticos enceguecidos que han aparecido en la historia para llevarse puestos a millones con ellos, para purgar complejos o para aplacar su megalomanía.

A esta altura es inentendible que esta gente se sienta superior a alguien. Que esta gente sea supremacista. Son tan ignorantes, tan primarios, tan ridículos, tan atroces que interpelan todos los días nuestra cordura.

Mientras tanto, el régimen deja ver su torpeza y su desenfreno tecnofascista con el impudor de ese tipo de desvarío que hace que vayan perdiendo absolutamente todas las inhibiciones. No tienen límites. Son capaces de todo. Imaginen lo peor. Son capaces. 

Son tan torpes, tan sobreideologizados, que sus errores tamaño cañón aceleran la ira generalizada. Pero por suerte, no solo la ira. También ellos mismos, con su obcecación psicopática, han despertado a un sujeto social transversal y argumentativo, han atacado, insultado y tratan de ajustar con torniquete precisamente a los que se dan cuenta de que es un bruto, a los que tienen todas las herramientas para verlo desnudo, absurdo, impotente.

Nuestras juventudes secundarias y universitarias están entrando en una etapa de politización acelerada y de una intensidad histórica. Lo que por arriba no se acomoda en momentos en los que la unidad opositora es el único bálsamo para soportar tanto sufrimiento, se acomoda por abajo y de manera imprevisible. La vida te da sorpresas, pero la historia también.

Hoy más que nunca tenemos que ser capaces de mantener dos ideas opuestas en la mente y seguir teniendo la capacidad de funcionar. Por ejemplo, ver que el crecimiento de las ultraderechas es el ariete diseñado por Estados Unidos para bloquear la entrada de China en la región, lo que implica un enemigo aplanadora, y al mismo tiempo estar decididos a luchar para que esta banda de farsantes termine su numerito de varieté soez y quede expuesta en todo su delirio y su corrupción. No está escrito en ninguna parte que un pueblo debe soportar su propia extinción protestando en la vereda. La Constitución, si mal no recuerdo, dice otra cosa.  

Por Sandra Russo / P12

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