Cómo es en realidad tener una buena noche de sueño: esto revelan 4 expertos sobre el concepto de "dormir bien"

Actualidad13 de octubre de 2024
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El concepto de "dormir bien" ha sido comúnmente asociado con la capacidad de dormir de manera continua durante toda la noche, sin interrupciones. Frases como "dormí toda la noche" o "me dormí de un tirón" suelen acompañar las conversaciones cuando se describe un descanso supuestamente reparador. Sin embargo, la ciencia del sueño sugiere que este entendimiento podría no ser del todo correcto. A pesar de que las recomendaciones actuales suelen enfocarse en la cantidad de horas de sueño necesarias para un descanso adecuado —generalmente entre siete y nueve horas por noche—, el concepto de dormir bien va más allá de simplemente dormir de corrido.

Diversas investigaciones han mostrado que el sueño saludable no es un proceso lineal o continuo, sino que se divide en ciclos. Según expertos del sueño, un ciclo completo dura aproximadamente 90 minutos y está compuesto por distintas fases, que van desde el sueño ligero hasta el sueño profundo, seguido por la etapa de movimientos oculares rápidos (REM). Durante una noche de descanso, una persona puede pasar por cinco o seis de estos ciclos. Al final de cada ciclo, es normal que la persona se despierte brevemente, aunque en muchos casos no se recuerden estos despertares. Esto significa que despertarse en medio de la noche no necesariamente implica que el sueño haya sido deficiente.

El patrón del sueño cambia a lo largo de la noche. En la primera mitad, predominan las fases de sueño profundo, mientras que el sueño REM, que es más liviano y en el que se suelen experimentar sueños vívidos, es más común en la segunda mitad de la noche. Esta distribución cíclica del sueño es parte del funcionamiento natural del cuerpo y, según los especialistas, es un indicador de un descanso saludable.

Despertarse durante la noche no solo es normal, sino que también es común. Los investigadores afirman que, en promedio, una persona se despierta alrededor de cinco veces durante la noche. Esta cantidad de despertares tiende a aumentar con la edad, lo que no significa necesariamente que el sueño sea menos reparador o que la salud esté comprometida. Simplemente, forma parte del proceso natural del sueño a lo largo de la vida.

En cuanto a la duración del sueño, la recomendación general sigue siendo dormir entre siete y nueve horas. No obstante, los especialistas subrayan que la calidad del sueño es tan importante como la cantidad. Para la mayoría de las personas, un sueño reparador incluye poder conciliar el sueño en un tiempo razonable —generalmente en unos 30 minutos—, dormir sin interrupciones prolongadas y despertarse con sensación de descanso. Si estos criterios se cumplen, el número exacto de horas puede variar.

Factores que pueden afectar la calidad del sueño
En algunos casos, sin embargo, cumplir con estas recomendaciones puede no ser suficiente. Algunas personas pueden seguir sintiéndose cansadas o experimentar somnolencia durante el día a pesar de haber dormido las horas necesarias. Esto podría ser indicativo de trastornos del sueño como el insomnio o la apnea del sueño. El insomnio se caracteriza por la dificultad para conciliar o mantener el sueño, mientras que la apnea se manifiesta en interrupciones recurrentes de la respiración durante la noche. Estos trastornos son relativamente comunes y afectan a un porcentaje significativo de la población adulta, especialmente a medida que envejecen.

El insomnio y la apnea no son los únicos factores que pueden afectar la calidad del sueño. Condiciones de salud crónicas, el uso de ciertos medicamentos y factores externos como el ruido o las interrupciones de niños o mascotas también pueden influir negativamente en el descanso. En estos casos, es fundamental buscar asesoría médica para identificar las causas subyacentes y desarrollar estrategias que permitan mejorar la calidad del sueño.

Los avances tecnológicos han facilitado la posibilidad de monitorear el sueño mediante dispositivos como los relojes inteligentes, que proporcionan una visión general de los patrones de descanso. Estos dispositivos miden aspectos como la duración del sueño y, en algunos casos, intentan identificar las diferentes etapas del ciclo. Sin embargo, los expertos advierten que estos dispositivos no siempre son precisos a la hora de medir aspectos complejos como las fases del sueño.

Para obtener una evaluación más precisa, los expertos recomiendan realizar una polisomnografía, una prueba de sueño que se realiza en un laboratorio especializado. Esta prueba mide variables clave como la respiración, la saturación de oxígeno y las ondas cerebrales, proporcionando una visión completa de la calidad del sueño.

Aunque los dispositivos de monitoreo pueden ofrecer una visión útil de los patrones de sueño, es importante no obsesionarse con los datos nocturnos. Los expertos sugieren que es más útil observar las tendencias del sueño a lo largo del tiempo para identificar posibles problemas o hábitos que puedan estar afectando el descanso. Si el monitoreo genera ansiedad, es recomendable consultar con un médico para recibir orientación adecuada.

Nota:iprofesional.com

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