El otro populismo
El prime time de la televisión no contó este domingo con el regreso de Susana Giménez, pero tuvo su serie de héroes y villanos. Con su banda y su bastón, el presidente Javier Milei hizo un acting en cadena nacional con un relato épico y pocos números para presentar el presupuesto: construyó un territorio plagado de males heredados, con un líder carismático que sabe torcer ese rumbo y un futuro promisorio que se podrá ver en los próximos episodios.
Fue una puesta en escena típicamente populista, pero asentada en un acérrimo antipopulismo. Tuvo todos los ingredientes: un fuerte carácter fundacional - entró al Congreso diciendo “hoy empezamos a escribir la nueva historia argentina” - con un líder que viene desde afuera de ese pasado oprobioso dispuesto a enfrentarse con los malos de la película - atacó y señaló varias veces al líder de la bancada opositora, Germán Martínez - unos culpables, unas víctimas y un final feliz.
Milei es un populista que no se autopercibe como tal. Populistas son los otros,: los gobiernos que ampliaron la participación del Estado en la economía y expandieron derechos políticos y sociales. Es el populismo económico que llevaron adelante gobiernos que gastaron más de lo que tenían sin pensar en el futuro, fueron clientelares, agigantaron el papel del Estado, despilfarraron recursos y generaron deudas.
Pero la puesta en escena ayer propone una refundación con una estrategia típicamente populista en sus formas. La solución ante ese monstruo del pasado es un “blindaje del equilibrio fiscal”, una cadena nacional que no permita escapatoria. Con un discurso que alternó las metáforas polémicas con el lenguaje tecnocrático, con referencias a Friedman, citas (apócrifas) de Cicerón y con el aliento de sus seguidores desde las barras, el presidente Milei consolidó un juego hasta ahora poco nítido. Trazó una frontera entre aquellos a los que le tiende la mano y los que quedan en la vereda de enfrente, con quienes necesita confrontar.
Con el rating más bajo del año para el prime time del domingo, Milei se definió economista pero inauguró su estrategia política. El tema de fondo, los números, estuvieron prácticamente ausentes en el discurso. Los detalles tendrán más visibilidad cuando se discutan en el debate en el Congreso, donde se intentará buscar consenso para aprobarlo.
La fundación
Nueve meses después de llegar al poder, casi como un parto, la presencia de Milei en el Congreso es un gesto cuya excepcionalidad él mismo remarcó. Es que“el ajuste más grande en la historia de la Humanidad” lo ameritaba: está naciendo una nueva era que trasciende fronteras. “Es la ley de leyes, la hoja de ruta, la piedra basal, una nueva página en nuestra historia”, dijo confiado en que alguna de estas metáforas llegara a sus destinatarios.
El día de su asunción el presidente había optado por darle la espalda al Congreso, en una señal inequívoca de su opinión sobre sus integrantes y sobre las instituciones republicanas. En marzo, cuando abrieron las sesiones parlamentarias, fue la primera vez que se dirigió a ese cuerpo, cuando se encontraba en plenas negociaciones para que prosperara su “Ley Bases”. Ahora, dice, llegó el punto de inflexión de su gobierno: esa “bisagra” en la historia que, gracias a la bandera del “déficit cero”, conducirá al país por el camino del éxito.
Atrás deben quedar, según sus palabras, 120 años de malos gobiernos que estropearon a “la Argentina grande que alguna vez fuimos”. ¿Qué hicieron mal todos los anteriores? No entender la base de la economía por la cual no se puede gastar más de lo que se tiene. Los políticos de todos esos años no atendieron la “restricción presupuestaria” y solo gastaron “compulsivamente”, pidieron plata prestada, imprimieron billetes, no hicieron ajustes, endeudaron al país y lo hicieron caer en default. Esta fue la “metodología histórica de la clase dirigente”.
Entre todos esos años hubo algunas crisis emblemáticas, que el presidente destacó por sus nombres populares: el Rodrigazo, la Tablita Cambiaria, la hiperinflación del ’89, la crisis de 2001. Y a partir de ese año, comenzó el “ciclo populista que ha destruido al Estado”. Imágenes que han quedado en la memoria colectiva y que funcionan de manera poderosa para ilustrar el pasado al que no hay que volver.
El líder
Frente a ese pasado desastroso y a los “políticos” que solo piensan en su propio provecho y que buscan expandir al Estado para beneficiarse, llega un outsider que encarna “la verdad” y que tiene las condiciones “morales” de conducir al país por el rumbo debido. Sus cualidades son exaltadas por él mismo: es “el primer presidente economista” de la historia argentina.
Mientras que el resto de los políticos “no entienden”, él se ubica desde un lugar de superioridad por la autoridad que le confiere su profesión. Durante su discurso, hizo alarde de sus conocimientos técnicos, con largas explicaciones basadas en teorías y en la jerga económica, con una enunciación del proceso causal que concatenó los acontecimientos y que le dieron al presidente un ethos profesoral.
El discurso tecnocrático históricamente estuvo basado en datos, cifras y evidencia empírica, se oponen a los discursos populistas que descalifican, insultan, simplifican y construyen mentiras deliberadamente. Milei combinó ambos estilos en la misma alocución, en un vaivén entre cifras de endeudamiento, datos dudosos y descalificaciones a los opositores en el recinto, en un juego que buscó reforzar sus diferencias con la “casta”.
La tecnocracia caracterizó a los llamados “neopopulismos de la década del ‘90”, con el “admirado” Carlos Menem y con el recientemente fallecido Alberto Fujimori como principales exponentes. Ambos combinaron estilos personalistas potenciados por televisión, escaso respeto por las instituciones y la separación de poderes (Fujimori llegó a cometer un “autogolpe”) y políticas económicas neoliberales.
Las alusiones de Milei al rol que debería cumplir el Estado remiten a aquella década. Luego de la expansión que sufrió en los últimos años, debería achicarse a su mínima expresión y ocuparse únicamente de preservar la “estabilidad macroeconómica” y del “imperio de la ley”. Todo el resto, debería resolverse en el sector privado, con Milton Friedman como máximo gurú.
La referencia temporal sobre cuándo fue aquella gran Argentina a la que hay que volver no queda explicitada del todo en el discurso presidencial. Pero la
invocación al pasado mítico se corporizó con la acompañante de Milei al Congreso, su pareja noventista. Por si las nuevas generaciones necesitan de literalidades, acostumbradas al mundo de Tik Tok.
Los enemigos y los amigos
El discurso populista divide amigos y enemigos. El contradestinatario claro que eligió Milei es el kirchnerismo. Trazó la frontera entre los que están a favor y en contra de la participación del Estado en la economía y con tono polemizador dijo, en clara alusión a Cristina Kirchner como su enemiga central, que “la inflación es siempre y en todo momento un fenómeno monetario, le moleste a quien le moleste”.
Desde la perspectiva antipopulista de Milei, el kirchnerismo es el culpable de popularizar la noción de que “donde hay una necesidad nace un derecho”. Este principio, para el presidente, no reconoce que las necesidades son infinitas y los recursos escasos, por eso le saca a unos para darle a otros y, de esta manera, “la justicia social no es justa sino violenta”.
Durante su intervención en el Congreso, Milei se apartó del libreto en muy pocas ocasiones, en especial para referirse a la bancada kirchnerista, a la que insultó de manera directa. La divisoria de aguas será muy clara en el futuro: quienes apoyen al presupuesto tendrán el honor de que la ciudadanía los coloque “en la avenida de los justos”, mientras que los que se mantengan en la oposición quedarán “en la esquina de las ratas miserables que apostaron contra el país y su gente”.
Los amigos son entonces aquellos que apoyan sus medidas, no importa demasiado de dónde vengan, pero sí a dónde quieran ir. “Son 87 héroes”, había dicho Milei sobre los diputados que el último miércoles rechazaron el intento de insistir con la actualización de las jubilaciones luego del veto presidencial. De la metáfora de María Esperanza Casullo sobre que los líderes populistas entienden al mundo como una guerra entre “héroes y villanos”, se pasó, una vez más, a la literalidad.
Ocupar el Congreso una noche de domingo en la que no hay sesiones, para dar un discurso aplaudido por las barras colmadas de adeptos ante unos pocos legisladores, bien se parece a aquello que se desprecia. Si algo denostan los antipopulistas es el apego de los líderes populistas por el control de la comunicación y por acallar las voces disidentes. Contradicciones del populismo antipopulista, por cadena nacional.
Por Lucía Vincent y Arte María Elizagaray Estrada / Revista Anfibia