Libertad para ser pobre
Frank Borge Wietzke es un economista británico docente de la London School of Economics and Political Science. Sus investigaciones se concentran en los orígenes históricos de la desigualdad social y en el impacto que tiene la pobreza en la consolidación de la democracia en el mundo en desarrollo. En Reducción de la pobreza y democratización: nueva evidencia entre países, Wietzke demostró, en base a la evidencia empírica de un centenar de casos de economías europeas, americanas, asiáticas y africanas, que la reducción de la pobreza puede lograr un efecto más específico sobre la estabilización de una democracia, que las variables que se utilizaban en la literatura clásica de las ciencias sociales para remarcar las ventajas de la transición hacia regímenes democráticos, como por ejemplo, las que se establecen a través del estudio del índice de Gini.
Wietzke concluyó que la reducción de la pobreza conduce a la democratización. “A medida que las personas salen de la pobreza, exigen democracia –sostiene el autor–. Esto, a su vez, lleva a la pregunta de si la democratización conduce a un mayor crecimiento económico o si es al revés, es decir, si el crecimiento económico crea las condiciones previas para la democratización”. La erradicación de la pobreza, por lo tanto, debe constituirse en el objetivo principal de una sociedad democrática. Porque eliminar la pobreza es, en definitiva, un pilar sobre el que se erige esa democracia: menos pobreza, más democracia. Una síntesis que según Wietzke debía ser articulada gracias al Estado.
Murray Rothbard no pensaba lo mismo. Rothbard no creía que el Estado debía asumir un rol de articulador social. Porque Rothbard despreciaba al Estado. El economista estadounidense, pionero de la filosofía libertaria y referente intelectual de Javier Milei, sostenía que no se debía implementar ninguna política pública para evitar la desigualdad y asistir a los más necesitados. En lo que se refiere al papel del Estado de Bienestar, por caso, Rothbard reclamaba su completa desaparición. Y proponía que los casos de extrema pobreza deberían ser subsanados solo a través de los recursos aportados por organizaciones sociales privadas y dedicadas a la caridad.
Si el Estado busca combatir la pobreza a través de estos mecanismos, lo único que logrará es crear más pobreza. Esa es la conclusión a la que arribaba este economista al que idolatra Milei. Quizá por seguir esos consejos, la lucha contra la pobreza que encabeza el Gobierno no está dando resultados en la Argentina libertaria.
Es importante releer los conceptos de Rotbhard en la misma semana en la que se supo que hay más de un millón de niñas, niños y adolescentes que dejó de comer alguna comida por falta de dinero en la Argentina, una situación que también afecta a más tres millones de adultos. Los datos surgen de un informe presentado en estas horas por Unicef, que también advierte que la insuficiencia en los ingresos generó una reducción del 67% en el consumo de carne y del 40% en la ingesta de frutas, verduras y lácteos. Pero viva la libertad. ¿Qué libertad?
Según este relevamiento, uno de cada tres hogares no puede cubrir sus gastos básicos y la mitad no puede solventar los gastos escolares, entre ellos la compra de libros escolares y útiles. Por lo que la educación se ve fuertemente comprometida para este sector. Y la falta de recursos condiciona, además, la salud: uno de cada cuatro hogares dejó de ir al médico o al odontólogo y casi un 20% suspendió la compra de medicamentos. Además, más de un 30% tuvo que recurrir a ahorros o al pedido de dinero a familiares para poder hacer frente a necesidades básicas. Ante la falta de recursos, el 20% de los hogares recurrió al endeudamiento, principalmente con la Anses, con un crédito bancario o apeló a prestamistas informales, situaciones que ocasionan presiones adicionales sobre los ingresos disponibles.
Para el pionero libertario, el Estado no debe asistir a los más necesitados.
Esta semana también se difundió un estudio realizado por la Universidad Católica Argentina (UCA) que reveló que el 62,9% de los niños y adolescentes vive en situación de pobreza y el 16,2% se encuentra en la indigencia en la Argentina. Estas son las cifras más altas registradas desde 2010, según el informe que desarrolla la UCA. Tomando en consideración los datos publicados en el último censo oficial de 2022, se deduce que hay 7,6 millones de niños y adolescentes en situación de pobreza y entre ellos, hay 1,9 millones que son indigentes.
Pero para Rothbard esta situación crítica no deberían ser un problema. Porque el fundador del Partido Libertario estadounidense, –que se ha convertido en una influencia obligada para el presidente argentino–, basaba su crítica a la distribución del ingreso impulsada desde el Estado, al denostar la figura de la propia justicia social. Rothbard sostenía que no hay tal cosa como un derecho social derivado de la naturaleza humana, sino que se trata de derechos que fueron creados artificialmente por la dirigencia política. Por esa razón, rechazaba la idea de que las personas que subsisten en la indigencia deban ser auxiliadas a través de la imposición de impuestos establecidos por medio de la coerción social contra el sector privado. Con la tuya, no contribuyente, diría Rothbard.
A esa crítica de orden político, Rothbard sumaba también un planteamiento filosófico: si el Estado financia la creación de políticas sociales, entonces creará un sistema que terminará reproduciendo la condición que, supuestamente, busca eliminar. Siguiendo esa línea argumentativa, si se subvenciona el desempleo o se invierte en planes de asistencia social, las personas que reciben esos estímulos económicos tendrán menos estímulos personales para cambiar su situación y salir de la pobreza. No trabaja el que no quiere, completaría Rothbard.
En una conferencia brindada hace unos meses en la Universidad de Stanford, que había sido organizada por un grupo de empresarios estadounidenses y que fue presentada como “Capitalismo, socialismo y la trampa neoclásica”, mismo título del libro que escribió/plagió Milei, el presidente argentino habló sobre la pobreza y sostuvo: “¿Ustedes se creen que la gente es tan idiota que no va a poder decidir? Va a llegar un momento donde la gente se va a morir de hambre y de alguna manera va a decidir hacer algo para no morirse. No necesito que alguien intervenga para resolverme la externalidad del consumo, porque alguien lo va a resolver. Si la gente no llegara a fin de mes se estaría muriendo en la calle. Y eso es falso”. Viva la libertad, carajo.
Porque viva la libertad para para ser pobres. Eso es lo que pensaba Rothbard. Es también lo que piensa Milei.
Por Rodrigo Lloret / Perfil
Pintura de portada: "Os Retirantes" - Cândido Portinari pintor brasileño (1903-1962)