Por qué la pérdida de un familiar puede acelerar el envejecimiento biológico

Actualidad04 de agosto de 2024
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La pérdida de un ser querido, ya sea familiar, amigo o conocido es una situación devastadora y de las más tristes en la vida. De hecho, es común afirmar cuántos años uno envejece al transitar una situación tan dolorosa como esa.

Ahora la ciencia se ha encargado de verificar el dicho popular y comprobar que perder a alguien cercano puede hacer que envejezcamos más rápido. Según la ciencia, el envejecimiento biológico es el deterioro gradual del funcionamiento de las células, los tejidos y los órganos, lo que conlleva un mayor riesgo de padecer enfermedades crónicas.

Un grupo de científicos, que miden este tipo de envejecimiento mediante marcadores de ADN conocidos como relojes epigenéticos, decidió realizar una investigación científica para desentrañar por qué las personas que perdieron a un padre, pareja, hermano o hijo mostraban signos de una edad biológica mayor en comparación con quienes no habían experimentado tales pérdidas.

El trabajo fue realizado por investigadores de la Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia y el Centro de Envejecimiento Butler Columbia, basados en el análisis de datos casi 4000 participantes del Estudio Longitudinal Nacional sobre la Salud de Adolescentes a Adultos de EEUU.

“Pocos estudios han analizado cómo la pérdida de un ser querido en diferentes etapas de la vida afecta a estos marcadores de ADN, especialmente en muestras de estudio que representan a la población estadounidense. Nuestro estudio muestra fuertes vínculos entre la pérdida de seres queridos a lo largo de la vida, desde la infancia hasta la edad adulta, y un envejecimiento biológico más rápido en los EEUU”, explicó la científica Allison Aiello, profesora de longevidad saludable en la Escuela de Epidemiología James S. Jackson y autora principal del estudio.

Este estudio, iniciado entre 1994 y 1995 cuando los participantes cursaban los grados de 7 a 12, ha ofrecido una ventana sin precedentes para saber cómo la pérdida de seres queridos puede influir en el envejecimiento biológico.

Para medir la pérdida familiar durante la infancia o la adolescencia a partir del estudio longitudinal, Aiello y sus colegas siguieron a los participantes a través de varias oleadas y períodos de envejecimiento. La oleada 1 encuestó a 20.745 adolescentes de 7.º a 12.º grado, la mayoría de los cuales tenían entre 12 y 19 años.

Desde entonces, se ha hecho un seguimiento de los participantes. La oleada V se llevó a cabo entre 2016 y 2018 y se completaron entrevistas con 12.300 de los participantes originales. En la última oleada, entre 2016 y 2018, se invitó a los participantes a un examen domiciliario adicional en el que se proporcionó una muestra de sangre de los casi 4.500 visitados para realizar pruebas de ADN.

A lo largo de cinco ciclos de recolección de datos, completado en 2018, los científicos se centraron en los informes de pérdida de los participantes y realizaron pruebas exhaustivas de metilación del ADN (marcador epigenético que identifica la cadena molde durante la replicación del ADN) en muestras de sangre tomadas durante el Ciclo 5. Estas pruebas, cruciales para calcular los relojes epigenéticos de 2018 a 2024, revelaron una conexión sorprendente entre la experiencia de duelo y el envejecimiento acelerado a nivel biológico.

Para el Ciclo 5, con una edad media de 38 años, los datos mostraron que casi el 40 % de los participantes ya habían experimentado la pérdida de al menos un ser querido entre los 33 y los 43 años. La pérdida de un padre fue más común en la edad adulta que en la infancia y la adolescencia (27 por ciento frente a 6 por ciento).

De manera significativa, los datos reflejaron disparidades raciales en la experiencia del duelo: los participantes negros, hispanos y nativos americanos reportaron una mayor proporción de pérdidas en comparación con sus contrapartes blancos. “Esta diferencia subraya la necesidad de considerar las dimensiones sociales y raciales al estudiar los impactos de la pérdida y el duelo”, aseguraron los investigadores. Una mayor proporción de participantes negros (57 por ciento) e hispanos (41 por ciento) experimentaron al menos una pérdida en comparación con los participantes blancos (34 por ciento).

“La pérdida de un ser querido es una experiencia universal, pero nuestros hallazgos sugieren que no todas las experiencias de duelo son iguales. Las personas de comunidades marginadas parecen llevar una carga más pesada de duelo, lo cual podría tener implicaciones significativas para su salud a largo plazo”, agregaron en el paper científico publicado en la revista en JAMA Network Open.

“La relación entre la pérdida de seres queridos y los problemas de salud a lo largo de la vida está bien establecida. Pero algunas etapas de la vida pueden ser más vulnerables a los riesgos de salud asociados con la pérdida y la acumulación de pérdidas parece ser un factor significativo”, señaló Aiello.

Por ejemplo, perder a un padre o a un hermano en una etapa temprana de la vida puede ser muy traumático y, a menudo, derivar en problemas de salud mental y cognitivos, mayores riesgos de enfermedades cardíacas y una mayor probabilidad de morir antes.

Perder a un familiar cercano a cualquier edad plantea riesgos para la salud, y las pérdidas repetidas pueden aumentar los riesgos de enfermedades cardíacas, mortalidad y demencia; y las repercusiones pueden persistir o hacerse evidentes mucho después del suceso.

“Sobre cómo es posible que la pérdida de un ser querido afecte los marcadores de ADN hay que explicar que uno tiene una gran palabra escrita en el cuerpo que es el genoma con toda la información para ser un ser humano. De hecho toda esa información uno puede clonar otro ser humano. Sin embargo, en esa gran palabra que está formada por cuatro letras A, C, G, D, adenina, citosina, timina, guanina, que son el abecedario de lo que hace la vida, uno tiene toda la información para cada uno de los genes, que son los que hacen las cosas adentro de la célula. Uno atrapa el oxígeno, otro degrada la glucosa, otro permite que la célula incorpore lípidos y otro permite que la célula del músculo se contraiga”, comenzó explicando el funcionamiento biológico de lo más complejo de nuestro ser, el doctor en Bioinformática, investigador del Conicet, profesor de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y director científico de Bitgenia, Adrián Turjanski.

“Entonces, hay diferentes genes que son como las pequeñas maquinitas y las proteínas, que son las que van haciendo las cosas adentro de la célula. Ahora, toda esa información que está guardada ahí, en ese ADN y que determina lo que somos, no va a ser exactamente igual si por ejemplo clono una persona. Sí tal vez sea todo lo fenotípico, que es el color de ojos, la altura, el pelo y todo eso se van a ver iguales. Pero en el comportamiento, en cómo son y en cómo van a ir envejeciendo, no son iguales”, agregó el especialista en genética.

Y se preguntó: ¿Y por qué no son iguales?. “Porque toda esa maquinaria donde está toda la información del ADN está fuertemente regulada. ¿Cómo se regula cuando un gen se expresa? Por ejemplo, si yo como azúcar, el azúcar entra a mi torrente sanguíneo, viaja en las células, es recibido y las mismas proteínas que están codificadas por ese ADN detectan el azúcar y empiezan a mandar señales internas que pueden terminar en que el ADN que esté ahí se exprese para generar, por ejemplo, los genes que van a degradar el azúcar. ¿Por qué? ¿Por que necesito degradar o porque necesito almacenar energía? ¿Entonces lo voy a usar para almacenar energía o porque necesito consumirla? ¿Qué quiere decir eso? Cada vez que nosotros comemos hacemos algo, nos pasa algo. Si bien la información que tenemos determina mucho de lo que somos, cómo ese organismo se adapta al entorno, también cambia. Por eso siempre decimos que nuestros hábitos, lo que nosotros hacemos en el día a día, no va a modificar nuestro ADN, pero sí va a modificar qué parte de nuestro ADN se expresa. Eso se llama epigenética, que es la regulación de la genética en nuestro organismo”, explicó.

Según explicó Turjanski, esos datos de nuestro organismo uno los puede ir midiendo. Entonces algunos científicos vienen estudiando in vitro, in vitro quiere decir en células vivas. Ahí los científicos fueron encontrando marcadores moleculares y genes que están muy relacionados con la longevidad y el envejecimiento.

“Esos marcadores me permiten ir viendo y tratar de predecir una edad biológica que no coincide siempre con la edad cronológica. Entonces yo ahora puedo ver qué cosas afectan esa edad biológica que yo veo y puedo medir en un laboratorio. Entonces aparecieron un montón de aplicaciones a investigar, como por ejemplo medir el efecto de perder un pariente. Luego esa información la correlacionan con esa edad biológica medida. Todavía estamos en los inicios de este tipo de investigaciones. A esto hay que tomarlo con mucha precaución, y obtener mucha más información para corroborarlo”, concluyó el experto.

El doctor Miguel Ángel Acanfora, Director de la maestría en gerontología clínica de la Fundación Barceló, explicó a Infobae que la gran discusión de la biología, prácticamente del envejecimiento, es cuando comienzan a ocurrir cambios en nuestros genes que puede llegar hasta la muerte celular o apoptosis.

“Estos cambios están demostrados que pueden suceder cuando uno tiene enfermedades crónicas, estados depresivos, alteraciones biológicas, que van marcando que una alteración a nivel del ADN. El estudio lo que demuestra es que personas que fueron seguidas a lo largo de su vida, desde la juventud hasta llegar a adultos, han marcado una diferencia en el ADN entre aquellos que tuvieron una pérdida cercana y quienes no”, remarcó el experto.

“Está demostrado que en sujetos que viven en un estado de nerviosismo, de ansiedad y de continuo estrés, que es lo que más se está estudiando hoy, hay una pérdida de adaptabilidad a los estresores que pueden ser internos o externos. Esto marca que se producen cambios en el ADN. Todo proceso crónico de enfermedad degenerativa o todo proceso crónico de estrés, de vivir permanentemente bajo tensión, sea por una enfermedad o porque la persona tiene una dolencia de tipo psiquiátrico, puede marcar alteraciones genéticas. Esto ya está demostrado inclusive en otros estudios”, agregó Acanfora.

Y concluyó: “Esto revoluciona un poco todo lo que es el envejecimiento, porque empieza a aseverar cosas que nosotros venimos viendo y pregonizando los últimos años mediante la observación clínica. Yo pienso que debemos aprender a envejecer y dentro de aprender a envejecer también debemos empezar a modular nuestras emociones para que todo lo que es lo psicosomático, no repercuta en nuestro organismo”.

El análisis del ADN de los participantes reveló que aquellos que habían experimentado dos o más pérdidas mostraban edades biológicas significativamente más avanzadas en comparación con quienes habían experimentado menos o ninguna pérdida.

Los relojes epigenéticos, herramientas que estiman la edad biológica basándose en patrones de metilación del ADN, indicaron que el estrés emocional y físico asociado con el duelo podría acelerar el proceso de envejecimiento a un nivel celular.

“Nuestros resultados destacan la importancia de entender el impacto acumulativo del duelo en la salud biológica. No es solo el impacto emocional inmediato; estamos viendo cambios duraderos en la biología de las personas. El envejecimiento epigenético acelerado puede aumentar el riesgo de enfermedades relacionadas con la edad, lo que subraya la necesidad de apoyo continuo para las personas que experimentan múltiples pérdidas”, señalaron los autores del estudio.

 La investigación no es concluyente y se necesitan más estudios para corroborarla, explicaron los expertos
La investigación también plantea preguntas críticas sobre las desigualdades en la salud y el acceso a recursos de apoyo. Los participantes de grupos minoritarios, que ya enfrentan barreras significativas en el acceso a la atención médica y el apoyo psicosocial, muestran una mayor vulnerabilidad al envejecimiento biológico acelerado debido al duelo. Estos hallazgos sugieren la urgencia de políticas y programas que aborden estas disparidades y ofrezcan un apoyo más equitativo y accesible para todos los individuos en duelo.

Los investigadores concluyen que el duelo y la pérdida son factores significativos en la biología del envejecimiento, y que deben considerarse en el desarrollo de estrategias de salud pública. “Es fundamental que reconozcamos el impacto del duelo en la salud biológica y trabajemos para ofrecer recursos y apoyo adecuados para quienes lo necesitan”, afirmaron. “Solo a través de un enfoque integral podremos mitigar los efectos negativos a largo plazo del duelo y promover una mejor salud para todos.”

Este estudio subraya la intersección crítica entre la salud emocional y biológica, y cómo las experiencias de vida, como la pérdida de seres queridos, pueden tener efectos profundos y duraderos en nuestra biología. Con la esperanza de que estos hallazgos impulsen más investigaciones y políticas de apoyo, los investigadores llaman a una mayor atención a las necesidades de las personas en duelo, especialmente aquellas de comunidades marginadas, para promover una salud equitativa y sostenible a lo largo del tiempo.

 Nota:infobae.com

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