El experimento de las carpas

Actualidad07 de julio de 2024
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Pierre Bourdieu (doctor en sociología y psicología, pronunciado /pjɛɾ buʁdjø/ Denguin, 1 de agosto de 1930-París, 23 de enero de 2002, todo esto según Wikipedia) realizó un experimento en ocasión de un viaje a unas playas de la costa de Buenos Aires, donde se alojó en un camping llamado “El Faro”. Allí Bourdieu partió de la siguiente premisa: si armamos tres grupos, en este caso, un grupo de boy scouts, un grupo de trotskistas y un grupo de hippies fumados, y les damos una carpa de camping para que armen… ¿quién la terminará primero?

El resultado fue el que todos suponían: los boy scouts terminaron primero. Método, disciplina y una consigna que los condujo con claridad hacia su objetivo.

Los trotskistas se sumergieron en todo tipo de debates y discusiones. Hubo opiniones encontradas acerca de cuál era el sobretecho, divisiones entre sectores que pretendían clavar las estacas con el pie mientras otros sugerían el uso de una piedra, etc.

En el caso de los hippies fumados, no hicieron más que enredarse entre las telas, además de divertirse metiéndose al revés en las bolsas de dormir y reír gritando “¡Soy un gusano! ¡Soy un gusano!”.      

—¿Y el peronismo? ¿Qué hubiera hecho? –preguntó alguien. 

Bourdieu, que siempre había tenido interés por el fenómeno peronista, ya había sopesado una respuesta. 

Imágenes para explicar el peronismo

Apasionado por explicar el peronismo y sus formas, Bourdieu gozaba al organizar la expo “Como dijo Perón, los peronistas somos como los gatos: cuando parece que nos estamos peleando en realidad nos estamos reproduciendo”. Allí politólogos, periodistas, poetas y estudiosos del peronismo de todo el mundo participaban acercando respuestas que de manera amena, sintética e ingeniosa servían para hacer entender de qué se trata este movimiento político. 

—También hay maneras de explicar un momento del peronismo, como el asunto de los gatos –contaba Bourdieu. 

—A mí particularmente me gustan las del peronismo cuando está por definir un nuevo rumbo, ese momento de incertidumbre. Me encanta la comparación que alude a una empresa de ómnibus. El peronismo –explicaba– es un Chevallier. Si te subís, tenés que esperar a ver quién lo maneja para saber adónde va. 

La explicación está buena. Porque a veces maneja uno, a veces maneja otro. A veces conduce el que te gusta, a veces conduce uno que no te gusta, y a veces se están peleando por ver quién maneja. Y eso es tan peligroso como ir por la ruta sin que al Chevallier lo conduzca nadie, cosa que puede pasar. 

Otra explicación que me gusta es: “El peronismo es un Carrefour donde siempre hay oferta de liderazgos”. Esta es interesante. Como si el Gran Líder (Perón) hubiera estallado en un big bang de líderes, el peronismo parece ajustarse a la multiplicidad de ofertas segmentadísimas del capitalismo. A través de la diversificación de productos, el mercado hace contacto con el deseo particular de cada uno de los integrantes de la masa. Entonces produce más particularidades. Mil variantes de quesos, dulces, televisores, medias, detergentes. Con fragancia a limón, con chispitas de chocolate, de 458 pulgadas, eco friendly o sin azúcar. Pero a más particularización, más deseo particularizado y, entonces, más diversificación de productos. Lo mismo puede ocurrir con la oferta de liderazgos.  

Ambas imágenes corresponden al peronismo cuando como movimiento se acerca a un género cinematográfico: el del suspenso. 

Bourdieu analiza el sueño de su cuñado

Una mañana de 2001, mientras planeaba la próxima exposición, Bourdieu se encontró con su cuñado en el buffet del Club Amour et Lutte de Lyon (sucursal del Amor y Lucha de Gerli). El cuñado le contó un sueño que había tenido, para ver si podía ser parte de la exposición. Bourdieu escuchó atento:

Voy en un bote, por un lago. 

Voy a gran velocidad. 

Por el costado emerge un gran pez, de casi dos metros de largo. 

Vuelve a sumergirse. 

Cuando emerge nuevamente, es una foca. 

Vuelve a sumergirse. 

Sale de nuevo a la superficie siendo una morsa. 

Se mete bajo el agua. 

Cuando vuelve a salir es un gordo que es concejal en Florencio Varela. El gordo concejal me dice: 

—A la postre, así es el peronismo en la historia. Va a ir y venir todo el tiempo. De una forma o de otra. Esasí (“Es así” es lo que quería decir).  

Bourdieu opina que ese sueño es una explicación clara de cómo funciona el peronismo: ningún otro movimiento político se atrevería a convertirse en peronista. Pero el peronismo puede irse y, al volver, ser neoliberal, ser de izquierda, socialdemócrata o lo que mejor le parezca en cada momento.

Hablar de las transformaciones del peronismo es tan obvio como real: es por eso que ya a esta altura podría decirse que es un clásico de la política. 

—Mirá vos. Ahora que hablás de eso –le cuenta el cuñado–. Yo el otro día llevé al pibe al pediatra y en la sala de espera había un ejemplar de El Arte de la Guerra de Sun Tzu (General, estratega militar y filósofo de la antigua China. 544 AC- 496 AC. Todo esto según Wikipedia). Era una versión para chicos con figuras para recortar y armar. Y de pronto en la página 145 dice:

“Cualquier cosa que tenga forma, puede ser definida.

Y cualquier cosa que pueda ser definida, puede ser vencida.”

—Ahhh. Interesante. Esta no la tenía –dijo Bourdieu–. Enseguida la anotó y le explicó a su cuñado:   

—Está bueno esto de que algo para no ser vencido no tiene que terminar de tener una forma. Es su posibilidad de volver a sorprender. Incluso sorprenderse a sí mismo. Como se sorprende uno mismo cuando sueña. Nadie puede prever el próximo sueño que va a tener al dormirse. De eso se encarga el inconsciente. 

Veamos el siguiente paralelismo. El peronismo es, de algún modo, como un inconsciente colectivo que retorna eternamente. Y el poder es, de algún modo, la conciencia que busca tenerlo reprimido. El inconsciente está ahí siempre, y vuelve a surgir una y otra vez, para intentar acceder a la conciencia. A veces con fallidos, a veces a través de un sueño… 

Del mismo modo, el peronismo siempre espera, pujando por resurgir. Cada tanto, vuelve al poder. Como el inconsciente, logra acceder a través de un sueño que se escapa. Y con esa forma de sueño consigue llegar a la conciencia. Otra vez al poder. 

Si el sueño tiene una forma conocida, si ya puede ser definido, la conciencia no lo va a dejar llegar hasta ella. Lo va a reprimir. Lo va a vencer antes de que llegue. Por eso el peronismo tendrá que llegar en forma de un sueño inesperado.  

—¿Se podría decir que, cada vez que se va, cada vez que queda fuera del poder, el peronismo se prepara con su próximo sueño? –pregunta el cuñado.  

—Se podría decir eso –dijo Bourdieu. 

—“Prepararse para el próximo sueño”. Suena muy inocente –observó el cuñado. 

De pausas y regresos

Bourdieu le empezó a explicar a su cuñado: 

—La política no es sólo pragmatismo. También necesita de la inocencia. Sin inocentes, ni la política, ni la historia, ni el arte, ni el fútbol, ni el amor existen. Esa es la única extorsión que pueden plantear los inocentes. Saber que, sin ellos, el pragmatismo, sus virtudes y sus oscuridades, sus intereses y sus egoísmos, sean del bando que sean, no pueden llegar a nada. 

A veces sucede que se necesita que los que habitan el Olimpo de la política acuerden o terminen de dirimir sus disputas. Luego, quizá, con todo alineado, exista la posibilidad de un nuevo sueño de los inocentes.

O al revés: de pronto irrumpe un sueño y eso es lo que alinea todo. 

Pero bueno. Nadie planea cuándo se va a enamorar. Ni nadie puede planear el sueño que va a tener cuando se duerma. 

El peronismo tampoco sabe cuál va a ser su próximo sueño. 

Sea como sea, lo que no es peronismo también va a hacer lo que le corresponda. El peronismo está hecho también de esa pausa cuando no está. Está hecho de pausas y regresos. 

Una vez le preguntaron a Perón:

—General, ¿qué piensa hacer usted para volver al gobierno? 

—Yo no haré nada. Todo lo harán mis enemigos.

Y es así que el peronismo se va a tener que enfrentar al momento en que tenga que armar su carpa en el camping. 

—No entiendo lo de las carpas. Esa metáfora no la conozco –dijo el cuñado. 

—Es un experimento que hice una vez. La premisa es: si armamos tres grupos, en este caso, un grupo de boy scouts, un grupo de trotskistas y un grupo de hippies fumados. Y les damos una carpa de camping para que armen, ¿quién la terminará primero?

—Seguro que los boy scouts. Los trotskistas discuten y se dividen. Los hippies fumados hacen cualquier cosa.

—Es lo que sucedió –dijo Bourdieu.

—Y el peronismo, ¿qué hubiera hecho? –preguntó el cuñado. 

—Puede comportarse como cualquiera de los otros tres. A veces está ordenado, a veces discute y se divide y a veces parece que estuviera fumado. 

Por Pedro Saborido * Productor, guionista y director de cine, de radio, teatro y televisión argentino. / Le Monde Diplomatique

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