Reflexiones de la vida diaria: "Cuestión de clase"
Recuerdo mi primer viaje a Nueva York. Iba a conocer a mi familia. Que no sabía que tenía hasta que apareció internet y nos unió. Todo muy lindo. Pero una de las cosas que más recuerdo fue cuando paseando por la Quinta Avenida, en lo que se conoce como “Upper East Side” (El lado Norte Este), la zona donde viven los ultra ricos, una tía me dijo: “Acá es donde viven los ricos de verdad. Acá no se llega. Acá se nace.”
Y hay que tener mucha clase para reconocer que uno no es esa clase de gente. Que no está hecho para ser esa gente. Ni siquiera está preparado. Si yo te pusiera un par de decenas de millones de dólares en la mano, seguramente estarías más perdido que Tiktoker en una biblioteca.
Es más: te subo la apuesta, por menos plata: si yo te invito a pasar unos días al hotel más caro del mundo, lo más probable es que en cuanto veas el precio de una gaseosa en el frigobar, cosa que yo no te cubro, te des cuenta que estás fuera de lugar. Uno no es de esa clase de gente. ¡Gracias a Dios! Y te das cuenta por dos razones: una, es que vos solo percibís que no te da el piné, y la otra, es que te la hacen notar.
Pero uno se pregunta: ¿Por qué una de las noticias más leídas en los portales, siempre, es una que dice algo así como: “te mostramos la casa que vale 125 millones de dólares”? ¿Qué fascinación pornográfica les da ver cómo es una casa en la que no les alcanzaría el sueldo para poner un rollo de papel higiénico en cada baño?
Y los medios están llenos de ricos mostrando su riqueza a… todos nosotros que no somos ricos. Lo queremos ser. Y tendríamos derecho, pero no están así barajadas las cartas.
Porque arriba de todos están los recontra ultra super ricos podridos en plata: Elon Musk, Jeff Bezos, Zuckerberg, y Rico McPato. Después vienen los multimillonarios, súper empresarios tipo Gold Silver. Luego, los ricos y mucho más atrás, venimos todo el resto, que, como si fuera poco, somos la gran mayoría.
Sin embargo, hay gente que ni siquiera jamás tuvo en sus manos un ejemplar de la revista Forbes, y tiene aires de magnate del petróleo mezcla con capo narco centroamericano. Generalmente aquí se inscriben los famosos “piojos resucitados”, pero ni siquiera: hay algunos que se los están comiendo los piojos, pero creen que son piojos de 5 estrellas.
Y ya no mezclan el vino con soda, ni disfrutan un chegusán de salame y queso, y si comen un choripan, es de venado asiático alimentado con bayas bañadas en whisky añejado en cubas de roble.
Y no hace falta verles la pinta para detectarlos. Ellos mismos se autodetectan, como lo hacés vos, como lo hago yo, en infinidad de situaciones que te marcan que no sos rico, ni estás cerca de serlo. Por ejemplo:
➤ Estás pendiente de los anuncios sobre programas de precios o de compras en cuotas fijas con tarjeta.
➤ Tenés un changuito para hacer las compras. Y no te alcanza para arreglarle la rueda que chinga.
➤ Tenés una botella, hace 7 años, con un culito de aceite de oliva extra virgen, como para creer que todavía podés usar de ese.
➤ Cuando vas al restorán, mirás el precio de los platos y en base a eso decidís que vas a pedir.
➤ Sabés cuánta plata tenés. Y no solo eso. Sabés cuánto debés y a quién.
➤ Manejás dinero en efectivo
➤ Tenés tarjeta SUBE
➤ Para vos, la bolsa es eso que te dan en el súper por 100 mangos
➤ Para llegar a la tarjeta dorada… tenés que envolver la que tenés en papel de alfajor.
➤ Pagás tus facturas de servicios vos mismo, en persona, en una sucursal de “Pago Difícil”. Es más: no sos rico si sabés dónde hay un Pago Difícil
➤ Tenés ropa sin usar porque la guardás para una ocasión especial. Y un juego de vasos.
➤
Y por último, lo que te hace dar cuenta que no sos rico, ni pertenecés a la alta sociedad es que vivís pagando impuestos, muchos impuestos.
Lo que si te iguala, es que los ricos se quejan como vos. Lo que te diferencia, es que ellos, no pagan.
Por Adrian Stoppelman / Telam