Si las vidas valieran lo mismo…

Actualidad - Internacional 28 de enero de 2024
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Bajo la mirada del derecho internacional, la situación es clara: Rusia ocupa ilegalmente territorios de su vecino ucraniano, así como Israel ocupa ilegalmente a su vecino palestino, lo que fue condenado en repetidas ocasiones por Naciones Unidas. Ambas situaciones deberían inspirar la misma reprobación por parte de los occidentales, que defienden la idea de un “orden fundado sobre reglas” (ruled-based order). No es así. En uno de los casos, Estados Unidos y la Unión Europea acompañan al país agredido; en el otro, al país agresor.

En efecto, desde los primeros días de la guerra, el Viejo Continente abrió grande sus puertas a millones de exiliados ucranianos, en un impulso de hospitalidad que haría palidecer a los refugiados de Irak, Siria o Afganistán. Los ucranianos “son parecidos a nosotros –justificó un editorialista británico– […] miran Netflix, tienen cuentas de Instagram, votan en elecciones libres y leen diarios no censurados” (1). Nadie propone recibir a los cientos de miles de habitantes que desearían huir de Gaza. Tras cuarenta y cuatro días de bombardeos israelíes, el presidente francés Emmanuel Macron apenas consintió en recibir a cincuenta niños palestinos heridos, “si fuera útil y necesario”.

Washington y Bruselas reaccionaron ante la invasión rusa imponiendo sanciones draconianas contra Moscú (embargo sobre el petróleo, restricciones comerciales y bancarias, congelamiento de los bienes de los oligarcas, prohibición para Russia Today de transmitir en Europa…). Deportistas, músicos, cineastas y escritores fueron boicoteados. Se anularon exposiciones, se desprogramaron conciertos. Nada por el estilo ocurre con Israel. Fundado en 2005, el movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) aboga, en vano, por la adopción de medidas de represalia contra Tel Aviv. Regularmente acusado de antisemitismo, es marginado en Alemania y prohibido en una treintena de estados estadounidenses. En Francia, es objeto de procedimientos judiciales mientras que en Canadá está prohibido promocionarlo.

Comparaciones odiosas

El inventario de las asimetrías no termina ahí. Mientras que los occidentales entregan armas a la Ucrania ocupada, las venden al ocupante israelí, a la vez que amenazan con represalias a aquellos que apoyaren militarmente a los palestinos. El presidente estadounidense Joseph Biden calificó el bombardeo del hospital de Mariúpol como una “vergüenza para el mundo entero”, sin embargo, calla cuando Israel, por medio de bombardeos y bloqueos, deja fuera de servicio a un tercio de los hospitales de Gaza. Denunció la masacre de Bucha como un “genocidio”, pero se rehúsa a llamar a un cese al fuego en Gaza, donde cerca de 20.000 personas han muerto en menos de tres meses…

Los comentaristas occidentales a menudo midieron las 1.200 víctimas de Hamas en relación con la población israelí, de 8 millones de habitantes, calculando que, para un país de 331 millones de habitantes como Estados Unidos, el equivalente de la masacre de Hamas sería el asesinato de 45.000 civiles, es decir “veinte veces el 11 de Septiembre”; para Francia, 9.000, es decir “cien Bataclanes”. Sin embargo, ¿qué pasaría si se midieran también los 20.000 muertos de Gaza en relación con una población de 2,3 millones de habitantes? En Francia, serían 580.000 muertos. Y en Estados Unidos, cerca de 2,8 millones, es decir más que el total acumulado de todas las guerras de su historia, incluida la de Secesión. Cerca del 70% de la población de Gaza fue condenado al exilio. Entonces, también hagamos la comparación aquí: el equivalente daría cerca de 50 millones de franceses y cerca de 200 millones de estadounidenses…

1. Daniel Hannan, “Vladimir Putin’s monstrous invasion is an attack on civilisation itself”, The Telegraph, Londres, 26-2-22.

 
 
Por Benoît Bréville * Director de Le Monde diplomatique, París.

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