FMI: su mejor alumno

Actualidad 30 de diciembre de 2023
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Argentina tiene un historial de cerca de 70 años de relación de dependencia con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Un vínculo complejo, condicionado y factor clave en las sucesivas crisis que contribuyeron a deformar la estructura productiva en ese largo ciclo de dependencia y deterioro de la distribución del ingreso.

Argentina adhirió al FMI y al Banco Mundial en 1956, en el marco de las políticas de la «Revolución libertadora», en base a las recomendaciones que efectuara el «Informe Prebisch». La aspiración era incorporarse a los acuerdos de Breton Woods, sumándose de ese modo a esos organismos financieros internacionales.

La situación de la balanza de pagos en 1956 era de incipiente desequilibrio y la deuda externa de ¡757 millones de dólares!
El ministro de Hacienda de la Libertadora era Adalbert Krieger Vasena, un adalid del liberalismo económico en nuestro país, perteneciente además a la burguesía nacional más concentrada y oligopólica, quien suscribió entonces el primer crédito stand-by por ¡75 millones de dólares! Con ese primer crédito se inició la seguidilla de condicionamientos fijados por el organismo, con los cuales convivieron varias generaciones de argentinos, a saber: drástica reducción del déficit fiscal, devaluación de nuestra moneda, flotación cambiaria, eliminación del control de precios, congelamiento de salarios, facilidad al ingreso de capitales y disminución de la protección arancelaria en el comercio exterior. Son las recetas que nos acompañaron en los últimos 67 años cada vez que se instaló el modelo conservador, liberal, antiestatal y promercado. Al cual siempre impusieron en base a la instalación en la sociedad de la idea de que el principal problema radicaba en el elevado déficit fiscal.

Poco tiempo después de comenzar la aplicación del convenio, la inflación alcanzó el 130% anual, lo que genero una fuerte recesión, conocida como estanflación, y una caída del PBI del 6,4% en 1959. Aparecían claramente los resultados de los ciclos neoliberales y de los condicionamientos del FMI.

Entre 1973 y 1982 la deuda externa creció en Argentina un 800%, esencialmente en el ciclo de la dictadura cívico-militar, con José Alfredo Martínez de Hoz al frente de un programa económico de total liberalización y fuerte apertura importadora. El flujo de fuga de capitales en el periodo dictatorial creció desde 7.000 millones de dólares a cerca de 35.000 millones, mientras que la deuda externa pasó de representar el 19% del PBI en 1976 a superar el 60% al finalizar la dictadura. La deuda equivalía entonces al 580% de nuestras exportaciones.

Los 90 y el macrismo

El ciclo neoliberal repotenciado en la década menemista volvió a la serie de endeudamiento serial, tanto con el FMI, como con el Club de Paris y el Banco Mundial, y las políticas de condicionamiento y ajuste perpetuo se cobraron como victimas reales a las principales empresas públicas que fueron privatizadas y extranjerizadas, comenzando por YPF, Aerolíneas Argentinas y Entel.

Si repasamos los planes que formuló el FMI en el marco del Consenso de Washington en la década del 90, se trata de un verdadero manual del pensamiento ortodoxo y neoliberal, impuesto mediante el denominado Plan Brady, que constaba de 10 puntos básicos, que constituyen la historia de siempre, los que se fueron aplicando repetitivamente en cada escenario posibilitado por los ciclos de política neoliberal y privatista.
Para la Argentina, esos compromisos (plan Brady mediante) contemplaron la autorización del mecanismo de capitalización de la deuda externa, es decir el fantasma permanente de que los títulos de deuda pueden ser utilizados como medios de pago para adquirir empresas del Estado o adquirir vastos recursos naturales estratégicos que son parte del patrimonio Nacional.

En la década menemista, nuestro país fue el mejor ejemplo de las transformaciones impuestas por el FMI. En ese período casi todas las reformas estructurales reclamadas fueron llevadas a cabo.

El ciclo de endeudamiento dio el giro más escandaloso durante el Gobierno macrista al habilitar el FMI el mayor monto otorgado a país alguno, violando el propio estatuto del organismo y en un trámite express, situación que nos embarga en la actualidad e hipoteca el futuro de la nación.

La lección de la historia demuestra que sería un terrible engaño volver a esas recetas nefastas, nuestro pueblo debe recordarles a los gobernantes que no deseamos ser el mejor alumno de los designios del FMI. 

 

Por Horacio Aizacovich / Acción 

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